El derecho a la ofensa
La globalizaci¨®n, las nuevas tecnolog¨ªas y la inmigraci¨®n invitan a legislar sobre lo que se puede decir para evitar conflictos. Pero eso puede conducir a una espiral sin control

El fil¨®sofo de origen austriaco Karl Popper pronunci¨® esa famosa frase que dice que la lucha por la libertad es como una guerra que nunca se gana del todo. Las generaciones y los pa¨ªses pueden vencer o perder una batalla, pero la guerra sigue. La libertad de expresi¨®n no es un regalo que nos cae del cielo. Para que prospere, necesita que la alimentemos y la protejamos. De lo contrario, puede desaparecer. Aunque nadie ¡ªVlad¨ªmir Putin y Xi Jiping incluidos¡ª se declara en contra de ella, nunca ha estado tan regulada como en la actualidad. La gente dice que est¨¢ a su favor, pero, a rengl¨®n seguido, enumera toda una lista de salvedades que, en realidad, implican que no desea la expresi¨®n libre en ning¨²n sentido significativo. En suma: la libertad de expresi¨®n pasa por un mal momento.
El debate sobre sus l¨ªmites se produce en un nuevo entorno definido por las fuerzas de la globalizaci¨®n. Dos factores impulsan el proceso. Uno es la tecnolog¨ªa digital, que supone que lo que se publica en determinado lugar en realidad se est¨¢ publicando en todas partes al mismo tiempo. Las vi?etas publicadas en un peri¨®dico de Dinamarca en un idioma que muy poca gente comprende son accesibles en cualquier lugar del mundo. Y no solo eso; hasta es posible que en Pakist¨¢n, Afganist¨¢n o Arabia Saud¨ª haya personas que reaccionen a ellas y planteen exigencias pol¨ªticas con respecto a la ley que regula los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n en un pa¨ªs lejano.
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Los avances tecnol¨®gicos han hecho que acontecimientos ocurridos en las zonas m¨¢s remotas del planeta ya no sean percibidos como distantes. Toda noci¨®n de contexto se desvanece. Lo que aparece en Internet est¨¢ en todas partes. En el caso del humor, y de la s¨¢tira en particular, esta p¨¦rdida de contexto abre la puerta a infinidad de posibles malentendidos y motivos de ofensa. Esa fue una de las razones por las que, durante la crisis de las vi?etas de Mahoma de 2006, tras su publicaci¨®n en el peri¨®dico dan¨¦s Jyllands-Posten, los manifestantes del mundo musulm¨¢n y la Organizaci¨®n de la Cooperaci¨®n Isl¨¢mica (OCI) estuviesen convencidos, debido a rumores infundados, de que Dinamarca discriminaba a su poblaci¨®n musulmana. Exig¨ªan que este y otros pa¨ªses penalizasen la s¨¢tira y las cr¨ªticas dirigidas contra el islam y el profeta Mahoma, cuando la pura verdad es que, en Dinamarca, los musulmanes gozan de m¨¢s derechos que en el mundo isl¨¢mico.
En el caso del humor y de la s¨¢tira, la p¨¦rdida de contexto abre la puerta a infinidad de posibles malentendidos y motivos de ofensa
El otro factor que contribuye al debate sobre la libertad de expresi¨®n en el mundo actual es la inmigraci¨®n, el hecho de que nunca antes en la historia de la humanidad un n¨²mero de personas tan elevado haya cruzado tantas fronteras en tan poco tiempo. En 1970 se calculaba que en el mundo hab¨ªa 70 millones de emigrantes. Hoy la cifra es de m¨¢s de 200 millones, y va en aumento. Esto quiere decir que la gran mayor¨ªa de las sociedades europeas y de otras partes del planeta son cada vez m¨¢s diversas en lo que se refiere a cultura, etnia y religi¨®n. Por primera vez en la historia, la mayor parte de la poblaci¨®n mundial vive en zonas urbanas. Convivimos cada vez m¨¢s con personas diferentes de nosotros. El riesgo de molestar o de decir algo que exceda los l¨ªmites de alguien no deja de aumentar. La actual crisis de los refugiados ha reforzado el debate de la pasada d¨¦cada sobre inmigraci¨®n, integraci¨®n, los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n en una democracia multicultural y el islam.
Frente a esta nueva realidad, el desaf¨ªo de Europa es c¨®mo hacer frente a una diversidad creciente, sin renunciar a libertades fundamentales como la libertad de expresi¨®n.
El riesgo de molestar o de decir algo que exceda los l¨ªmites de alguien no deja de aumentar
Si estamos comprometidos con la igualdad, podemos distinguir dos maneras fundamentales de abordar este reto de proporciones hist¨®ricas. Una es decir que si el otro acepta mi tab¨², yo acepto el suyo. Si el otro se abstiene de criticar y ridiculizar lo que es sagrado para m¨ª, y de mofarse de ello, entonces yo har¨¦ lo mismo con los temas que sean delicados para ¨¦l. Si un grupo quiere protecci¨®n frente a los insultos, entonces todos los grupos deber¨ªan estar protegidos. Si negar el Holocausto, los cr¨ªmenes del comunismo o el genocidio armenio es un delito, como ocurre en muchos pa¨ªses europeos, las vi?etas que representan al profeta Mahoma tambi¨¦n se deber¨ªan prohibir. Y si eso es as¨ª, tambi¨¦n tendr¨ªamos que prohibir las s¨¢tiras dirigidas contra Jes¨²s, Mois¨¦s y otros profetas e iconos religiosos. Si queremos ser conscientes y serios en lo relativo a la igualdad, nadie deber¨ªa tener tampoco el derecho a ridiculizar y burlarse de dioses laicos como Karl Marx o Adam Smith.
No me malinterpreten. Yo creo que hay una diferencia fundamental entre negar el asesinato masivo de los jud¨ªos europeos y re¨ªrse de un s¨ªmbolo religioso, pero es una diferencia moral, y no deber¨ªa ser legal. Esta opci¨®n ¡ªsi t¨² respetas mi tab¨² yo respetar¨¦ el tuyo¡ª suena bonita y atractiva a primera vista, pero puede entrar f¨¢cilmente en una espiral sin control: antes de que nos demos cuenta, apenas se podr¨¢ decir nada, lo cual llevar¨¢ a una tiran¨ªa del silencio. Este es el caso en particular de la actual cultura del fundamentalismo del agravio.
La segunda opci¨®n es decir que en una democracia no existe el derecho a no ser ofendido. El desaf¨ªo reside en formular las restricciones m¨ªnimas a la libertad de expresi¨®n que nos permitan coexistir en paz. Una sociedad que abarque muchas culturas diferentes necesita m¨¢s libertad de expresi¨®n que una que sea significativamente m¨¢s homog¨¦nea. En mi opini¨®n, la premisa es l¨®gica y obvia. Sin embargo, el punto de vista opuesto cuenta con un amplio apoyo en Europa. Para evitar choques, cuanto mayor sea la diversidad de valores, religiones, ideolog¨ªas y convicciones, menos libertad tiene que haber. Este planteamiento conducir¨¢ inevitablemente a que se exijan nuevas limitaciones a la expresi¨®n, sobre todo en la situaci¨®n actual.
Una sociedad que abarque muchas culturas diferentes necesita m¨¢s libertad de expresi¨®n que una que sea m¨¢s homog¨¦nea
La comisaria europea de Justicia, Vera Jourova, de la Rep¨²blica Checa, confirmaba recientemente esta inquietante tendencia. En respuesta a las duras denuncias verbales de muchos europeos sobre la afluencia de inmigrantes y refugiados, declaraba: "Si la libertad de expresi¨®n es una de las piedras angulares de una sociedad democr¨¢tica, la incitaci¨®n al odio es una flagrante violaci¨®n de esa libertad. Se debe castigar severamente". Y para equilibrar las cuentas tras el estallido de ataques antisemitas y de violencia en Europa, inst¨® a poner en pr¨¢ctica la decisi¨®n de combatir la xenofobia y el racismo tomada por la Uni¨®n Europea en 2008: "Me parece vergonzoso que la negaci¨®n del Holocausto solo sea un delito en 13 de los Estados miembros". Este llamamiento a fijar nuevos l¨ªmites a la libertad de expresi¨®n resulta problem¨¢tico por diversos aspectos. En primer lugar, en una sociedad multicultural en la que la gente se identifica con diferentes valores y sistemas de creencias, la incitaci¨®n al odio para unos ser¨¢ poes¨ªa para otros. Lo que es sagrado para un grupo ser¨¢ blasfemia para otro.
En segundo lugar, no hay una definici¨®n com¨²n y unificada del odio. Es un concepto resbaladizo que se puede utilizar con facilidad para criminalizar puntos de vista que no gustan a la mayor¨ªa. En tercer lugar, no parece que Jourova haga ninguna distinci¨®n entre incitaci¨®n al odio, incitaci¨®n a la violencia y violencia real. As¨ª es como act¨²a una dictadura: criminaliza las palabras como si fuesen hechos y no distingue entre ellas. Por eso, en los pa¨ªses donde no hay libertad se encarcela a los disidentes por alterar la paz p¨²blica, o incitar a derribar el orden pol¨ªtico. Las palabras son hechos, y, por tanto, se puede procesar a la gente por lo que dice, no por lo que hace.
En cuarto lugar, hist¨®ricamente, la libertad de expresi¨®n ha sido un arma de los movimientos sociales para promover el cambio. Pensemos en el movimiento por los derechos de los trabajadores, en el de la liberaci¨®n de la mujer, en el de los derechos de los homosexuales, en el de los derechos civiles, y as¨ª sucesivamente. A lo largo de la historia, los poderes han intentado utilizar la ley para silenciar esas voces acus¨¢ndolas de incitaci¨®n al odio. Por eso, se deber¨ªa ser muy cauteloso con el uso de la ley para limitar la libertad de expresi¨®n en un supuesto esfuerzo por proteger a las minor¨ªas. Las leyes que imponen nuevas restricciones a la posibilidad de expresarse pueden volverse muy f¨¢cilmente contra las mismas minor¨ªas a las que pretend¨ªan defender. Por ejemplo, el Partido de la Libertad de Geert Wilders, en Holanda, quiere utilizar la actual legislaci¨®n contra la incitaci¨®n al odio para prohibir el Cor¨¢n.
En una sociedad multicultural, la incitaci¨®n al odio para unos ser¨¢ poes¨ªa para otros
El lema de la Uni¨®n Europea es "Unida en la diversidad". Lamentablemente, no parece que ese sea el caso cuando se trata de la diversidad de opiniones. Creo que la ¨²nica restricci¨®n clave a la libertad de expresi¨®n que necesitamos es la relativa a la incitaci¨®n a la violencia. Aparte de eso, la gente deber¨ªa ser libre de expresar lo que piensa.
No ser¨¢ f¨¢cil, y exigir¨¢ un cambio en la cultura del agravio y el fundamentalismo del insulto, hoy tan extendidos. Requerir¨¢ que se entienda el hecho de que en una democracia disfrutamos de muchos derechos: el derecho al voto, el derecho a la libertad religiosa y de expresi¨®n, el derecho de reuni¨®n o la libertad de movimiento, entre otros. Pero el ¨²nico derecho que no deber¨ªamos tener en una democracia es el derecho a no ser ofendidos. As¨ª que, en vez de enviar a la gente a que aprenda a tener sensibilidad cuando dice algo ofensivo, todos necesitamos aprender insensibilidad. Necesitamos m¨¢s tolerancia a la cr¨ªtica si queremos que la libertad de expresi¨®n sobreviva en un mundo globalizado.
Flemming Rose,?jefe de la secci¨®n Internacional del diario dan¨¦s Jyllands-Posten, es autor de The Tyranny of Silence. How a Cartoon Ignited a Global Debate on the Future of Free Speech [La tiran¨ªa del silencio. C¨®mo una vi?eta desencaden¨® un debate mundial sobre el futuro de la libertad de expresi¨®n], (2014). Su nuevo libro, Hymn to Freedom [Himno a la libertad] se acaba de publicar en dan¨¦s.
Traducci¨®n de News Clips.
Agravios
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LIBROS PROHIBIDOS. Los versos sat¨¢nicos, de Salman Rushdie, convirtieron al escritor en el objetivo de una fatua del ayatol¨¢ Jomeini, que ped¨ªa su cabeza en 1989. El libro est¨¢ considerado un insulto al islam por reflexionar sobre unos vers¨ªculos que desaparecieron del Cor¨¢n porque, seg¨²n la propia tradici¨®n mahometana, fueron inspirados por satan¨¢s al profeta para confundirlo. Est¨¢ prohibido en al menos 11 pa¨ªses (Pakist¨¢n, Arabia Saud¨ª, Egipto, Somalia, Sud¨¢n, Bangladesh, Malasia, Qatar, Indonesia, Sud¨¢frica e India). El primer libro de Oriana Fallaci contra el islam, La rabia y el orgullo (2001), est¨¢ prohibido en Suecia por xen¨®fobo. Fue procesada y absuelta en Francia y condenada en ausencia en Suiza. La publicaci¨®n de Mein Kampf (1924), de Hitler, ha estado prohibida en Alemania desde la II Guerra Mundial. El Estado de Baviera, propietario de sus derechos hasta fin de a?o, ha permitido a un instituto de historia de M¨²nich preparar una edici¨®n cr¨ªtica del libro que ha generado pol¨¦mica,
VI?ETAS DE MAHOMA. En septiembre de 2005, decenas de miles de musulmanes se echaron a las calles de todo el mundo para protestar por la publicaci¨®n en el diario dan¨¦s Jyllands-Posten de una serie de dibujos de Mahoma, entre ellos una caricatura del profeta con una bomba disimulada en el turbante. Las protestas devinieron en asaltos a embajadas danesas en diversos lugares del planeta. Poco despu¨¦s, la indignaci¨®n aument¨® cuando el semanario sat¨ªrico franc¨¦s Charlie Hebdo republic¨® las caricaturas. Hacerlo le cost¨® el puesto al director de Lib¨¦ration. En enero de 2015, dos encapuchados entraron en su sede parisina y asesinaron a 12 personas.
CONTRA PUTIN Y LA IGLESIA. Las integrantes el grupo punk Pussy Riots fueron condenadas en 2012 tras criticar a Vlad¨ªmir Putin y cantar en una iglesia ortodoxa letras consideradas ofensivas. Jugando con las palabras jram (iglesia) y sram (mierda), afirmaban que la iglesia de Cristo Salvador era en realidad "la mierda de Cristo Salvador".
QUEMAR S?MBOLOS. La quema de un ejemplar del Cor¨¢n por un pastor de Florida en 2011 caus¨® indignaci¨®n en el mundo musulm¨¢n. Una treintena de personas murieron en varios actos violentos asociados a protestas en Afganist¨¢n d¨ªas despu¨¦s. En EE UU quemar la bandera no es ilegal, porque prevalece el derecho a expresarse consagrado en la Primera Enmienda de la Constituci¨®n. En Espa?a, Alemania y Francia, por ejemplo, no se puede quemar la bandera nacional. En Alemania los s¨ªmbolos nazis est¨¢n prohibidos.
SIN CENSURAS. El esp¨ªritu de esa Primera Enmienda ha dado lugar a decisiones que en Europa ser¨ªan dif¨ªciles de encontrar. Por ejemplo, el Supremo consider¨® ilegal penalizar la quema de cruces con esp¨ªritu racista por parte del Ku Klux Klan. Tambi¨¦n se declar¨® incompatible con la libertad de expresi¨®n prohibir la exhibici¨®n de la pel¨ªcula El milagro, de Roberto Rossellini, que el Estado de Nueva York consideraba sacr¨ªlega porque contaba c¨®mo una mujer se encontraba con San Jos¨¦, que la emborrachada y dejaba embarazada. En 1978 se permiti¨® una manifestaci¨®n nazi en Chicago.
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