El Chapo cay¨® por intentar rodar en plena fuga una pel¨ªcula sobre su vida
El Chapo se crey¨® su propia leyenda. Esa fue su perdici¨®n
El Chapo se crey¨® su propia leyenda. Esa fue su perdici¨®n. Oculto en su feudo de Sinaloa, Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, el narcotraficante m¨¢s buscado del planeta, dio rienda suelta a su megaloman¨ªa y movi¨® los hilos para poner en marcha una pel¨ªcula sobre su propia vida. Desde la clandestinidad, sus abogados contactaron con actrices y productores, y levantaron tal polvareda que el sorprendente capricho del l¨ªder del c¨¢rtel de Sinaloa fue advertido por los investigadores que le pisaban los talones. La pista no tard¨® en conducir al paradero del pr¨®fugo y permitir el primer intento de captura. Fue el principio del fin. As¨ª lo revel¨® la procuradora general de M¨¦xico, Arely G¨®mez Gonz¨¢lez, al reconstruir los pasos que permitieron la detenci¨®n del gran capo mexicano.?Esta es la historia.
La investigaci¨®n tuvo como punto de partida la desarticulaci¨®n de la c¨¦lula que se encarg¨® de construir el pasadizo por el que El Chapo huy¨® el pasado 11 de julio de la c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad de El Altiplano.?En este grupo figuraban el cu?ado de Guzm¨¢n Loera, uno de sus abogados, un operador financiero y, como pieza clave, el jefe del aparato de t¨²neles del c¨¢rtel. Una vez capturados, los investigadores lograron determinar los movimientos del narcotraficante tras abandonar la prisi¨®n. Primero fue llevado en coche hasta el municipio de San Juan del R¨ªo (Quer¨¦taro), a 220 kil¨®metros de distancia, y luego trasladado en una avioneta Cessna, en compa?¨ªa de su cu?ado, al denominado Tri¨¢ngulo Dorado, una agreste zona situada entre Sinaloa, Chihuahua y Durango. Ah¨ª, en plena Sierra Madre, se perdi¨® su rastro. El Chapo se hab¨ªa zambullido en su feudo. Un territorio del que era due?o y se?or, y donde muy pocos se atrever¨ªan a delatarle.
En esta oscuridad, el descubrimiento de que el narcotraficante, presa de sus delirios de grandeza, se hab¨ªa empe?ado en sacar adelante una pel¨ªcula autobiogr¨¢fica encendi¨® una luz. El hilo, a trav¨¦s de los abogados y sus interlocutores, condujo hasta un rancho en el perdido municipio de Pueblo Nuevo (Durango). Era finales de octubre. Hab¨ªan transcurrido tres meses desde la huida y la crisis abierta por el esc¨¢ndalo segu¨ªa expandi¨¦ndose. Los comandos de la Marina actuaron. Estuvieron a punto de lograr su objetivo, pero El Chapo, a duras penas, logr¨® romper el cerco. En su relato, las fuerzas de seguridad sostienen que un helic¨®ptero militar avist¨® al narcotraficante en plena carrera, pero que decidi¨® no disparar al verle acompa?ado de dos mujeres y una ni?a.
Tras esta huida, Guzm¨¢n Loera se adentr¨® a¨²n m¨¢s en la Sierra Madre. Redujo su c¨ªrculo de seguridad y limit¨® sus comunicaciones. Sus huellas, otra vez, se perdieron en la inmensidad del noroeste mexicano. No tardar¨ªan en cambiar las tornas.
El Chapo, harto de la vida de monta?a, cometi¨® un nuevo error: decidi¨® ocultarse en zona urbana. Uno de sus hombres, bajo seguimiento policial por ser miembro del aparato de t¨²neles del c¨¢rtel, empez¨® a acondicionar casas en Sinaloa, entre ellas una en la zona residencial de Los Mochis, la tercera ciudad del Estado. Las alarmas saltaron. Durante un mes, el inmueble fue vigilado. El pasado jueves lleg¨® El Chapo. Nuevamente, se abr¨ªa una oportunidad. En la madrugada del viernes los comandos lanzaron su ataque.
Guzm¨¢n Loera no estaba solo. Le acompa?aba Iv¨¢n Gast¨¦lum ?vila, El Cholo, uno de los m¨¢s sanguinarios sicarios de Sinaloa, convertido ahora en jefe de seguridad de El Chapo.?El Cholo orden¨® a sus hombres que le cubriesen la huida. Cinco de ellos, como avanz¨® EL PA?S, cayeron bajo el fuego de los militares, otros seis fueron detenidos. Un soldado result¨® herido.
Entretanto, El Chapo y su escolta, siempre seg¨²n la versi¨®n oficial, huyeron por un pasadizo hasta las alcantarillas. El narco ya hab¨ªa recurrido a esta v¨ªa en 2014, cuando, rodeado por la Marina en una casa de Culiac¨¢n, logr¨® escaparse por un t¨²nel que desembocaba en las conducciones pluviales.?Esta vez no le vali¨® la estratagema. Los soldados les esperaban en el subsuelo. Arranc¨® una zigzagueante persecuci¨®n bajo tierra. Guzm¨¢n Loera y su jefe de seguridad, sorprendidos, decidieron salir a la superficie por la tapa de una alcantarilla y, pistola en mano, asaltaron a un conductor en un sem¨¢foro en rojo. A bordo de un Ford Focus emprendieron la huida. No llegaron muy lejos. Al intentar alcanzar la autopista, fueron interceptados. Sucio y maloliente, El Chapo hab¨ªa ca¨ªdo. Eran las 10.30. La persecuci¨®n hab¨ªa durado seis horas.
Esa misma noche fue exhibido ante los periodistas. El bigote negro, los ojos encendidos. El Chapo, a sus 58 a?os, no hab¨ªa cambiado. Incluso hab¨ªa engordado un poco. Luego fue conducido en helic¨®ptero a la prisi¨®n de m¨¢xima seguridad de El Altiplano. La misma de la que se escap¨® 181 d¨ªas antes.?En la c¨¢rcel, nadie lo duda, volver¨¢ a planear su fuga. La historia empieza de nuevo.
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