El ¡®peligro¡¯ de entrevistar al Chapo
La entrevista de Sean Penn es c¨ªnica, no s¨®lo por la propaganda, sino porque ignora la historia de c¨®mo el Chapo ha tratado con la prensa
¡°Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy al infierno¡±. La frase se hizo c¨¦lebre en la prensa mexicana cuando el legendario periodista Julio Scherer Garc¨ªa la us¨® para explicar su entrevista con Ismael ¡®El Mayo¡¯ ?Zambada, uno de los l¨ªderes del c¨¢rtel de Sinaloa.
Scherer no tuvo que ir tan lejos para encontrar al Mayo, uno de los capos de la droga m¨¢s escurridizos en M¨¦xico. En la primavera de 2010 viaj¨® a un lugar desconocido, probablemente en el Estado de Sinaloa o el vecino Durango. Cinco a?os despu¨¦s el actor Sean Penn viajar¨ªa un camino similar por la misma zona monta?osa de la Sierra Madre Occidental para conocer y entrevistar al socio m¨¢s famoso del Mayo, Joaqu¨ªn ¡®El Chapo¡¯ Guzm¨¢n.
La entrevista tambi¨¦n es dolorosa para el periodismo mexicano
La entrevista publicada en la revista Rolling Stone un d¨ªa despu¨¦s de la captura del Chapo, caus¨® furor en M¨¦xico. Que un actor norteamericano, junto con la estrella mexicana Kate del Castillo, pudiera llegar al fugitivo Guzm¨¢n result¨® ser humillante para el gobierno mexicano. Pero la entrevista tambi¨¦n es dolorosa para el periodismo mexicano.
El texto, a pesar de sus fallas editoriales (como darle al Chapo control sobre la historia y lo superficial de las preguntas) es un documento importante en la historia de la guerra contra el narco. Aunque dice m¨¢s sobre Penn que sobre el Chapo y aunque tenemos que soportar 20 p¨¢rrafos de un diario personal irrelevante y eg¨®latra antes de llegar a la reuni¨®n en la sierra, tenemos unos vistazos de c¨®mo piensa el capo (cuando reconoce que el narcotr¨¢fico continuar¨¢ igual tras su muerte) o c¨®mo piensa que puede enga?ar a los mexicanos (diciendo que recurre a la violencia para defenderse pero no empieza problemas). De un hombre vinculado, directa o indirectamente, al asesinato de miles de personas en la ¨²ltima d¨¦cada en M¨¦xico, la entrevista es reveladora.
Seguramente Penn nunca ha conocido a nadie que cubre realmente la guerra contra las drogas en el terreno
Pero tambi¨¦n es c¨ªnica, no s¨®lo por la propaganda, sino porque ignora la historia de c¨®mo el Chapo y su organizaci¨®n criminal han tratado con la prensa.
Sean Penn insiste en narrar el peligro que corr¨ªa al viajar por el escabroso terreno de la Sierra Madre, el riesgo a su vida o incluso a sus partes ¨ªntimas. Seguramente nunca ha conocido a nadie que cubre realmente la guerra contra las drogas en el terreno.
En el oto?o pasado, mientras comandos de la Marina mexicana buscaban al Chapo en la sierra (y despu¨¦s de que Penn se reuni¨® con ¨¦l) periodistas mexicanos hicieron coberturas en los pueblos donde ocurr¨ªa el operativo. La dificultad del terreno y el transporte no eran tanto el problema, como s¨ª lo era la presencia de hombres armados que formaban el anillo de protecci¨®n de Guzm¨¢n. El riesgo de toparse con la gente equivocada era enorme, pero aun as¨ª reporteros viajaron a la zona y consiguieron la historia pese al riesgo personal.
?Corri¨® Sean Penn el mismo riesgo? Claro que no. ?l pudo viajar por los mismos caminos pero protegido por la misma gente que hac¨ªa peligroso que cualquier otro periodista se acercara a las guaridas del Chapo. Penn era cuidado y transportado por la misma gente que no quer¨ªa a otros reporteros husmeando en el lugar.
En la ¨²ltima d¨¦cada, al menos 17 periodistas han sido asesinados o desaparecidos tan solo en Sinaloa, Durango, Chihuahua y Sonora
Y su temor de ser blanco de una redada del gobierno result¨® infundado luego de que se revel¨® que los comandos de la Marina detuvieron operaciones pues los actores a¨²n estaban en la zona. Un privilegio del que no goza un reportero en M¨¦xico.
Una vez en el escondite, Guzm¨¢n ofreci¨® a Penn una comida de carne asada, tacos y tequila. Quiz¨¢ el actor no sab¨ªa que eventos similares ocurren con regularidad en ciudades mexicanas cuando jefes criminales quieren encontrarse con reporteros. Pero estas comidas no son opcionales, o los periodistas van o son llevados. En los encuentros suele haber un bufet similar al que Penn comparti¨® con el Chapo, pero tambi¨¦n se sirve algo m¨¢s que la comida: una amenaza muy espec¨ªfica sobre lo que los periodistas pueden publicar; una lista precisa de lo que reporteros y editores que cubren el crimen local pueden y no pueden hacer; una menci¨®n muy clara del precio que se paga si hay desobediencia. Obviamente el Chapo no pod¨ªa someter a una estrella de Hollywood al mismo trato, pero eso no significa que no sea una caracter¨ªstica regular de c¨®mo los c¨¢rteles de la droga tratan a la prensa.
En la ¨²ltima d¨¦cada, al menos 17 periodistas han sido asesinados o desaparecidos tan solo en Sinaloa, Durango, Chihuahua y Sonora (los estados donde el Chapo habr¨ªa tenido escondites desde su primer escape de la c¨¢rcel en 2001) seg¨²n el mapa Periodistas en Riesgo desarrollado por el Centro Internacional para Periodistas y Freedom House. Muchos otros periodistas que cubren crimen y narcotr¨¢fico han sido secuestrados, golpeados o amenazados. Es imposible saber cu¨¢ntos casos se atribuyen al c¨¢rtel de Sinaloa o a sus rivales, pero la mayor¨ªa son el producto directo o indirecto de la ola de violencia e impunidad desatada por jefes criminales, incluyendo al Chapo Guzm¨¢n.
De Sean Penn y Rolling Stone, Guzm¨¢n obtuvo la misma autocensura que ¨¦l o sus subordinados imponen a periodistas mexicanos
He visto de cerca algunos de esos casos. En el verano de 2010 miembros del c¨¢rtel de Sinaloa secuestraron a tres periodistas que cubr¨ªan un mot¨ªn en la c¨¢rcel de G¨®mez Palacio, Durango, un lugar donde el tr¨¢fico de drogas es controlado por la organizaci¨®n del Chapo. Un a?o despu¨¦s, personas no identificadas prendieron fuego a un autom¨®vil dejado frente a la puerta principal de El Siglo de Torre¨®n, el peri¨®dico del que era editor en ese momento. El ataque se dio un d¨ªa despu¨¦s del arresto de un importante operador del c¨¢rtel de Sinaloa en la regi¨®n.
?Orden¨® el Chapo los ataques? Probablemente no. Y tampoco es probable que haya ordenado a sus lugartenientes en Durango, Culiac¨¢n o Chihuahua amenazar a este reportero o aquel editor. Pero cuando ocupa el lugar m¨¢s alto de la organizaci¨®n, la responsabilidad es la misma pues conoce muy bien los ¡°beneficios¡± de la autocensura.
De Sean Penn y Rolling Stone, Guzm¨¢n obtuvo la misma autocensura que ¨¦l o sus subordinados (o sus rivales y sus subordinados) regularmente imponen a periodistas mexicanos. La diferencia es que Penn y Rolling Stone la dieron despu¨¦s de una agradable comida en la Sierra Madre y una serie de mensajes amables, mientras que periodistas mexicanos deben enfrentar el ca?¨®n de un arma.
Hay un tono de falso hero¨ªsmo en la narrativa de Penn. Si realmente quiere conocer el peligro de cubrir a los c¨¢rteles, podr¨ªa conseguirse un trabajo en un peri¨®dico de Sinaloa o Durango y cubrir historias de crimen de manera cotidiana junto con decenas de valientes reporteros y editores. As¨ª sabr¨ªa que una nota suya puede provocar la furia de cualquier jefe criminal, que lo puede convertir en una estad¨ªstica m¨¢s en la larga lista de periodistas agredidos en M¨¦xico.
* Javier Garza Ramos es periodista en Torre¨®n, colaborador en proyectos de libertad de prensa con la Asociaci¨®n Mundial de Peri¨®dicos y el Centro Internacional para Periodistas.
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