La Atl¨¢ntida de la democracia
Los errores y los abusos cometidos est¨¢n matando el continente de las libertades
En el ¨²ltimo tramo del siglo XX y en el primero del XXI, la historia nos ha mostrado tres transiciones que han sido un modelo de ¨¦xito y eficiencia. Una, la espa?ola, referente para la mayor parte de Am¨¦rica Latina. Otra, la chilena, basada en la capacidad para imponerse a un militar en el ejercicio de su poder. Y finalmente, la brasile?a, que incorpor¨® a las izquierdas, a aquellos que no ten¨ªan techo y a los que nunca hab¨ªan tenido la oportunidad de gobernar. Sin embargo, ahora las tres se encuentran en graves problemas por causas comunes y una de ellas es la met¨¢stasis de la corrupci¨®n.
En ese sentido, Espa?a, en medio de un bipartidismo acabado, de una Transici¨®n que se extingue, de la necesidad de reformar la Constituci¨®n y de cambios para los que los pol¨ªticos no estaban preparados, se va desgastando por el flujo incesante de casos relacionados con el gobernante Partido Popular y sus redes de corrupci¨®n.
Entre esas redes, se perfilan pautas que explican por qu¨¦ los Estados est¨¢n fracasando y la raz¨®n de que se haya interrumpido el di¨¢logo, basado en la credibilidad moral, entre gobernantes y gobernados. Por ejemplo, las ¨²ltimas detenciones han revelado que, mientras todos los reflectores se enfocaban en la trama G¨¹rtel, el Partido Popular y los suyos establecieron otra red de corrupci¨®n paralela que se mantuvo oculta, en cierta medida, gracias a la anterior.
Mientras, en Brasil ya no se sabe qu¨¦ es peor: si la crisis econ¨®mica o la moral. En el caso brasile?o, lo que no estaba contemplado ¡ªcomo ocurri¨® en Espa?a o ahora en Chile¡ª era que para consolidar las transiciones, incluir a los pueblos y establecer la democracia, se crearon dos tipos de moral. Una, al estilo del Medievo, en la que la Iglesia delinea una pauta moral para el pueblo. Y otra, la que corresponde a los privilegiados de la clase pol¨ªtica.
No solo se ha terminado el modelo que actualizaba moralmente los proyectos nacionales, sino que ahora las clases pol¨ªticas han entendido que, en su derecho adquirido por traer o incrementar la libertad, hubo muchos que incluyeron la vulneraci¨®n de las leyes, a un coste muy elevado para la pol¨ªtica moderna.
Todo eso ha destrozado los liderazgos morales y, si a ese panorama se le abona la incapacidad para salir de la crisis econ¨®mica, nos encontramos en una especie de Atl¨¢ntida de la democracia, donde los errores y los abusos cometidos en el milagro democr¨¢tico est¨¢n matando el continente de las libertades.
No tengo ninguna duda de que la presidenta chilena, Michelle Bachelet, ha sido una pol¨ªtica honesta y de que el proceso de transici¨®n desde el juicio de Augusto Pinochet hasta los ¨²ltimos a?os fue un gran modelo a seguir, pese a que ahora toda la credibilidad de la presidencia, toda la historia de la propia Bachelet ¡ªpadre asesinado, vida en el exilio¡ª y sus dos mandatos est¨¢n en riesgo. En esta ocasi¨®n, no fue el hijo ¡ªSebasti¨¢n D¨¢valos Bachelet, acusado de estafas y corruptelas¡ª sino la nuera, Natalia Compagnon, acusada de evasi¨®n fiscal y a la que se le ha prohibido salir del pa¨ªs. Sin embargo, la v¨ªctima sigue siendo la misma, es decir, la credibilidad del sistema. E independientemente del costo que eso le genere a Michelle Bachelet, lo m¨¢s importante ser¨¢ el costo para los valores y el sistema pol¨ªtico chileno, el divorcio entre las nuevas generaciones y aquellos a los que nos toc¨® protagonizar y vivir las transiciones.
Pero lo que no debemos olvidar es que una vez que estos pa¨ªses consiguieron la libertad, las clases dirigentes debieron percatarse de que, en primer lugar, era necesario mantener la coherencia con el mandato moral que sus propios pueblos les otorgaron, y despu¨¦s, dar los pasos siguientes para consolidar la transici¨®n.
Por ¨²ltimo, tener la suficiente habilidad para, a¨²n con los referentes econ¨®micos y pol¨ªticos desmoronados, idear programas dirigidos a sus ciudadanos y una estrategia democr¨¢tica que permitiera a cada pa¨ªs ¡ªindependientemente de que formaran parte de la Uni¨®n Europea, como Espa?a, o de pertenecer a diversas alianzas como Brasil y Chile¡ª estructurar su propio modelo.
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