49 presos muertos en un mot¨ªn en una c¨¢rcel en el norte de M¨¦xico
12 personas est¨¢n heridas, cinco de ellas muy graves, ha informado el gobernador del Estado
El horror ha vuelto a M¨¦xico. Un salvaje mot¨ªn en la c¨¢rcel estatal de Topo Chico, en Monterrey, ha golpeado en la frente a un pa¨ªs que viv¨ªa d¨ªas de miel y rosas?ante la llegada este viernes del Papa. 49 muertos, 12 heridos y la evidencia, otra vez, de que el sistema penitenciario mexicano est¨¢ en manos del crimen han disipado las brumas y abierto una nueva crisis de seguridad. La revuelta, la mayor en d¨¦cadas, tuvo como detonante el asesinato de un l¨ªder carcelario a manos de sus adversarios.?Su muerte deriv¨® en un b¨¢rbaro ajuste de cuentas, en la que no hicieron falta los tiros. Bastaron las cuchilladas.
La prisi¨®n de Topo Chico, de 3.800 reclusos, fue en la madrugada del jueves lo m¨¢s parecido al infierno.?Durante al menos dos horas, los internos tomaron el control del presidio y se enzarzaron entre s¨ª como bestias.?Los detalles de la matanza tardar¨¢n meses en aclararse. Las primeras versiones apuntan a que el enfrentamiento arranc¨® a las 23.30?entre Los Zetas y el c¨¢rtel del Golfo, las dos organizaciones criminales que controlan el presidio.
El detonante fue el intento de fuga de Jorge Hern¨¢ndez Cant¨², El Comandante Credo, miembro del c¨¢rtel del Golfo y uno de los cabecillas de la penitenciar¨ªa.?Este narco intentaba supuestamente huir esa noche de la c¨¢rcel, pero en su fuga, siempre seg¨²n versiones no oficiales, fue sorprendido y asesinado por sus adversarios, dirigidos por Juan Pedro Zald¨ªvar Arias, alias el Z-27, un conocido secuestrador que recientemente hab¨ªa sido trasladado a la c¨¢rcel.?
La sangre llam¨® a la sangre. Un vendaval de venganza se apoder¨® del penal. Ante la absoluta inoperancia de las fuerzas estatales, la reyerta devino en una matanza. Los internos, seg¨²n las versi¨®n oficial, prendieron fuego a la bodega de v¨ªveres y se enfrentaron cuerpo a cuerpo. No hubo tiros. Bastaron las cuchilladas. La c¨¢rcel, al menos en dos ¨¢reas, qued¨® en manos de los amotinados.
Ante el caos, las autoridades pidieron la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito, la Marina y las fuerzas federales. Sobre las 1.30, los militares irrumpieron en las dependencias penitenciarias y, supuestamente, lograron sofocar la revuelta. Ninguna autoridad dio explicaci¨®n de qu¨¦ m¨¦todos emplearon para hacerlo ni si su intervenci¨®n fue la causante de la mortandad. El gobernador de Nuevo Le¨®n, Jaime Rodr¨ªguez Calder¨®n, El Bronco,?en su primera comparecencia por los hechos se limit¨® a se?alar que la ¡°tragedia¡± fue fruto de ¡°la situaci¨®n tan dif¨ªcil en que se encuentran los centros penitenciarios¡±. A lo largo de la ma?ana, el Gobierno estatal fue facilitando los nombres de los fallecidos, pero sin detallar las causas. Los informes forenses deber¨¢n determinar sin hubo o no disparos.
El terrible desenlace del enfrentamiento convoc¨® a cientos de familiares ante la puerta de Topo Chico. La incapacidad de las autoridades para darles una explicaci¨®n m¨ªnima de lo sucedido prendi¨® otro incendio. Padres, madres, hermanos e hijos de los presos empezaron a golpear las vallas del penal y lanzar objetos. El miedo a que hubiesen fallecido los menores que viven en uno de los pabellones hizo crecer su ira. La presi¨®n lleg¨® hasta el punto de que lograron, siempre seg¨²n las primeras versiones, cruzar uno de los per¨ªmetros de seguridad, aunque sin mayores percances.?¡°Me llam¨® mi hijo y me dijo que dentro estaban matando gente y que ¨¦l hab¨ªa conseguido huir al pasar a la zona de mujeres. Eso ha sido una carnicer¨ªa¡±, se?al¨® una madre a los medios locales.
El mot¨ªn de Topo Chico, el mayor del que se tiene registro, vuelve a poner a M¨¦xico ante el espejo de sus c¨¢rceles. Con una poblaci¨®n reclusa de cerca de 250.000 internos,?el hacinamiento y la violencia son moneda com¨²n.?Pero el mayor problema procede del despiadado dominio que ejercen los c¨¢rteles, hasta el punto de que muchas penitenciarias se rigen a voluntad de las organizaciones criminales. Controlan las visitas, las drogas y los alimentos. Prestan el dinero y en caso de que no haya retorno, ejercen la violencia sin contemplaciones. Un ejemplo de ello fue la c¨¢rcel de Ciudad Ju¨¢rez, que el Papa visitar¨¢ este mi¨¦rcoles. All¨ª, las bandas llegaron a organizar hace pocos a?os carreras de caballos, ante el silencio c¨®mplice de las autoridades.
Los intentos presidenciales para recuperar el control han sido tan constantes como infructuosos. La fuga de El Chapo, por un incre¨ªble t¨²nel de 1.500 metros,?demostr¨® este mismo a?o la enorme debilidad del sistema penitenciario. La huida se registr¨® en la c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad de El Altiplano. Bajo control federal y supuestamente sometido a continuas medidas de contravigilancia, este centro era considerado el m¨¢s seguro del pa¨ªs. Pero nada pudo contra el poder corruptor del l¨ªder del c¨¢rtel de Sinaloa. Le bast¨® con levantar el piso de la ducha y huir sin que se activaran las alarmas. Tras la humillante fuga, la c¨²pula del sistema penitenciario mexicano fue descabezada. Pero nadie crey¨® que el problema hubiese quedado resuelto.
La prueba de fuego de El Bronco
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.