Cuando el Papa se enfada
?Puede irritarse un papa y responder, con mala cara, ¡°deja de ser ego¨ªsta?¡± a un fiel exaltado que casi le hace caer al suelo?
?Puede irritarse un papa y responder, con mala cara, ¡°deja de ser ego¨ªsta?¡± a un fiel exaltado que casi le hace caer al suelo?
Hay cat¨®licos que piensan que no, y menos el papa Francisco, cuyo nombre evoca valores de mansedumbre. ¡°S¨®lo le falt¨® soltar un taco¡±, coment¨® ir¨®nico un se?or en las redes sociales. ?Y por qu¨¦ no?
Esta vez el enfado del papa no tuvo que ver con la indignaci¨®n contra la violencia o la corrupci¨®n.
La irritaci¨®n de Francisco en M¨¦xico, cuyas im¨¢genes han recorrido el mundo, es m¨¢s banal pero igualmente emblem¨¢tica.
Se advierte en su rostro, entre dolorido y airado, que le estaba molestando aquel devoto que lo arrastraba. Y se advierte que le reprueba con cara de malas pulgas, como dicen los castizos. No fue suave, Francisco. Fue tajante: ¡°Deja de ser ego¨ªsta¡±, y parec¨ªa querer a?adir: ¡°Basta, su¨¦ltame¡±.
?Por qu¨¦ ha habido a qui¨¦n ha molestado y hasta escandalizado ese exabrupto del papa Francisco? Quiz¨¢s porque existe la idea de que un papa no es de carne y hueso, no siente o no debe sentir, s¨®lo aguantar, sufrir estoicamente, como si se tratara de un ¨¢ngel o de un robot.
Es esa imagen estereotipada de los papas santos o impasibles, que ha quebrado Francisco con su gesto de enfado y disgusto
Es esa imagen estereotipada de los papas santos o impasibles, que ha quebrado Francisco con su gesto de enfado y disgusto.
Francisco inici¨® ya su pontificado de forma at¨ªpica, present¨¢ndose desde el primer d¨ªa como es, con sus cualidades y defectos, sus altos y sus bajos, sus aciertos y victorias, siempre sin ocultarlos. Y con humor.
Nunca antes de Francisco un papa hab¨ªa concedido, por ejemplo, entrevistas period¨ªsticas sin preocuparse de poder ser mal interpretado. Sus antecesores, ya en la edad moderna, s¨®lo le¨ªan lo que les escrib¨ªan, y si ¨¦l lo escrib¨ªa, ten¨ªa que ser revisado por si se les escapaba lo que el Vaticano consideraba inconveniente o poco teol¨®gico en la boca de un papa.
Recuerdo que el anciano Papa Juan XXIII, que es quiz¨¢s al que m¨¢s se parece en sus gestos inesperados y en su humor el papa Francisco, cuando visitaba las parroquias de Roma, sol¨ªa hablarles a la gente espont¨¢neamente, de forma improvisada. Despu¨¦s, mirando a los periodistas que lo segu¨ªamos, nos dec¨ªa: ¡°Mejor que tom¨¦is apuntes, pues es posible que ma?ana me censure L¡¯Osservatore Romano¡±
En otra ocasi¨®n, al papa Juan Pablo I, cuya muerte, despu¨¦s de solo 33 d¨ªas de pontificado, sigue envuelta en el misterio, se le ocurri¨® decir en un discurso p¨²blico, en la plaza de San Pedro, que Dios ¡°no era s¨®lo padre, sino tambi¨¦n madre¡±.
Lo hab¨ªa dicho el profeta Isa¨ªas hac¨ªa miles de a?os, pero a los o¨ªdos de los te¨®logos del Vaticano son¨® a herej¨ªa. Fue llamado al orden.
As¨ª era, hasta la llegada de Francisco, que se neg¨® a vivir prisionero en los palacios vaticanos prefiriendo un cuarto de una pensi¨®n para sacerdotes, donde es posible verle en el corredor llegar con un euro en la mano para sacar un caf¨¦ de la m¨¢quina autom¨¢tica. Es el primer papa libre en sus gestos personales de las f¨¦rreas liturgias y teolog¨ªas de los papados tradicionales.
Si Francisco ha conquistado la simpat¨ªa hasta de muchos ateos es tambi¨¦n por la franqueza que lo caracteriza, por no esconder lo que es, fingiendo aparecer otro. Con su espontaneidad ofrece a los otros un plus de cercan¨ªa.
La santidad no tiene por qu¨¦ necesitar de las alas puras de los ¨¢ngeles o de los superh¨¦roes. El cristianismo lleva en su esencia la encarnaci¨®n de lo divino en lo humano y est¨¢ siempre pre?ado de debilidades. El Dios cristiano no es un dios del Olimpo, lejano de la realidad de la vida. Y la vida es un mosaico de acciones con todas sus tonalidades.
Dar ejemplo de vida, como se supone de un papa que lleva sobre sus hombros la responsabilidad de una Iglesia con millones de fieles y dos mil a?os de historia no significa convertirse en estatua de cera.
?Mejor un papa capaz de controlar todos sus sentimientos, o la espontaneidad natural que no esconde ni el dolor ni la rabia?
Un papa, como Francisco, que lucha para defender a los m¨¢s desvalidos y pisoteados por el capitalismo salvaje; un papa capaz de misericordia y comprensi¨®n con los que resbalan en la vida, que vive en sinton¨ªa con lo que predica, bien se merece la libertad de irritarse cuando le pisan los pies.
Quiz¨¢s aparezca as¨ª a algunos menos dios, pero tambi¨¦n m¨¢s capaz de entender no s¨®lo las sublimidades de los virtuosos sino tambi¨¦n los traspi¨¦s de los pobres mortales.
Jes¨²s de Nazaret se apellid¨® a s¨ª mismo ¡°el hijo del hombre¡±, nunca ¡°el hijo de Dios¡±.
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