La guerra industrial, a?o cero
Las batallas de Verd¨²n y del Somme, cuyo centenario se cumple en 2016, dieron otra dimensi¨®n a la capacidad mort¨ªfera del hombre
La artiller¨ªa, la aviaci¨®n, los blindados ¨Cpor primera vez hicieron su aparici¨®n en la batalla del Somme en julio 1916¨C, las armas de repetici¨®n y las ametralladoras pesadas, las alambradas con concertinas, los explosivos pl¨¢sticos... son instrumentos que cambiaron la forma de matar en el siglo XX. Las cifras de bajas en las guerras se convirtieron a partir de entonces en imposibles de imaginar y de digerir. Todo este nuevo horror empez¨® justo ahora hace un siglo, en Verd¨²n, con el diluvio de fuego de artiller¨ªa que los alemanes lanzaron contra las posiciones francesas al principio de esta batalla. Con aquella ofensiva comenzaron una serie de combates con las que la I Guerra Mundial y, por extensi¨®n, los conflictos b¨¦licos entraron en una nueva dimensi¨®n.
La Gran Guerra fue el primer conflicto que combin¨® la salvajada b¨¦lica habitual con los avances t¨¦cnicos de la revoluci¨®n industrial que, al principio del siglo XX, hicieron confiar a la humanidad durante unos a?os en su propio futuro con un optimismo que se ha dado muy pocas veces en la historia. Sin embargo todo cambi¨® en 1914, cuando se descubri¨® hasta qu¨¦ punto la t¨¦cnica y las armas forman una combinaci¨®n letal. Las guerras siempre han sido crueles y los ejemplos hist¨®ricos sobran. En la toma de Beziers, en 1209, durante la Cruzada Albigense, los ej¨¦rcitos del papa asesinaron a miles de personas, herejes o no, en varios d¨ªas de saqueo siguiendo la consigna de "matadlos a todos, que el se?or reconocer¨¢ a los suyos". En las primeras horas de la batalla del Somme, el 1 de julio de 1916, casi en cuesti¨®n de minutos, murieron 20.000 soldados aliados. La diferencia entre una y otra masacre son las ametralladoras.
"El a?o 1916 dej¨® el frente occidental tal como se lo hab¨ªa encontrado: sumido en el estancamiento", escribe John H. Morrow en La Gran Guerra (Edhasa). "El total de v¨ªctimas durante este periodo en uno y otro bando aument¨® de forma muy significativa: entre muertos, heridos y desaparecidos se eleva a 1,8 millones, de los que 561.000 era muertos. Muri¨® una media de 46.750 personas al mes, 1.540 al d¨ªa (contando heridos y desaparecidos ser¨ªan 4.932 al d¨ªa)", prosigue. 1.540 muertos diarios durante 365 d¨ªas resulta una cifra dif¨ªcil de concebir. Luego todo sigui¨® yendo a peor. S¨®lo en Verd¨²n, que se prolong¨® hasta diciembre, murieron m¨¢s de 300.000 personas, 140.000 alemanes, 163.000 franceses.
Al final del conflicto, el n¨²mero de fallecidos ascendi¨® a 9,3 millones, de los que 3,6 corresponden a las potencias centrales y 5,7 a la entente. En Francia muri¨® el 16,8% de los hombres movilizados y en Alemania el 15,4%. El pa¨ªs que m¨¢s sufri¨® en t¨¦rminos relativos fue Serbia, que perdi¨® a 125.000 soldados y 650.000 ciudadanos, un 15% de su poblaci¨®n. La epidemia de gripe posterior acab¨® con 21,5 millones de personas en todo el mundo en dos a?os. "Entre 1914 y 1918, los humanos hab¨ªan provocado una cat¨¢strofe de proporciones epid¨¦micas contra s¨ª mismos que llamaron la Gran Guerra, que acab¨® en medio de una epidemia de proporciones catastr¨®ficas", escribe Morrow.
Geoff Dyer considera que la batalla de Somme "proyecta una sombra que llega hasta el Holocausto"
Los avances t¨¦cnicos tuvieron otra consecuencia: las armas eran mucho m¨¢s destructivas, pero los logros en la medicina permitieron salvar a heridos con mutilaciones horribles, los llamados gueles cass¨¦es (caras rotas, en franc¨¦s). S¨®lo en Francia, la I Guerra Mundial caus¨® 600.000 mutilados y 60.000 amputados. El horror de sus heridas reflejaba el profundo dolor de un pa¨ªs y nunca ha sido olvidado. La gran novela con la que Pierre Lemaitre gan¨® el premio Goncourt en 2013, Nos vemos all¨ª arriba (Salamandra), estaba protagonizada por un guele cass¨¦e.
Sin embargo, cuando termin¨® "la guerra para acabar con todas las guerras", como fue denominada en su momento, empez¨® a fraguarse una cat¨¢strofe a¨²n mayor: la II Guerra Mundial, cuya brutalidad eclips¨® a la primera. Como recuerda Max Hastings en Se desataron todos los infiernos (Cr¨ªtica), entre junio y oto?o de 1941, durante la invasi¨®n nazi de la URSS, el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico perdi¨®, entre heridos y muertos, a tres millones de soldados, 44.000 cada d¨ªa.
No se trata solo de las batallas que decidieron la suerte del conflicto, como Stalingrado, la ca¨ªda de Berl¨ªn o el desembarco de Normand¨ªa ¨Cdurante los tres meses posteriores al D¨ªa D murieron 37.000 soldados aliados, 50.000 alemanes y 20.000 civiles¨C, sino de enfrentamientos mucho menos decisivos. Antony Beevor escribe sobre el cerco de Leningrado en su libro dedicado al conjunto del conflicto, La segunda Guerra Mundial (Pasado & Presente): "La ciudad ten¨ªa una poblaci¨®n de 2.280.000 personas en diciembre de 1941, 514.000 fueron evacuados en verano y 620.000 murieron. Se comieron los cuervos, las palomas, los gorriones, los gatos, los perros (incluso los perros de Pavlov fueron devorados en el Instituto Fisiol¨®gico) y luego las ratas". El gran historiador militar se?ala que seis de cada diez de los 1,74 millones de soldados japoneses muertos en la guerra falleci¨® de hambre o enfermedades o que la hambruna de Tonkin (China) mat¨® entre 1944 y 1945 a dos millones de personas.
Todo esto sin tener en cuenta el horror de los horrores, el Holocausto nazi, durante el que seis millones de jud¨ªos fueron asesinados utilizando m¨¦todos de exterminio industrial ¨Cen Auschwitz, en una sola jornada, fueron asesinadas 28.000 personas, mientras que en Majdanek, tambi¨¦n en un d¨ªa, 18.000¨C. Tampoco se han tenido en cuenta los efectos de los bombardeos masivos, no s¨®lo del lanzamiento de la bomba at¨®mica sobre Hiroshima y Nagasaki (129.000 muertos, sin contar los que fallecieron por las secuelas), sino de la destrucci¨®n de ciudades enteras, como Tokio (el mayor bombardeo de la historia, en el que murieron m¨¢s de 100.000 civiles) o Dresde (25.000 civiles muertos). Toda esa brutalidad fue, en realidad, una evoluci¨®n de las mismas armas que comenzaron a ensayarse en Verd¨²n y el Somme, en las grandes batallas de 1916. Pero existe otro horror que arranc¨® all¨ª: los desaparecidos.
El ensayista franc¨¦s Roger Caillois, nacido durante la I Guerra Mundial, asegur¨®: "Este siglo puede ser el de la desaparici¨®n". El escritor John Berger, citado por Geoff Dyer en The missing of the Somme, un libro de viajes a los escenarios de la I Guerra Mundial, se?al¨® que esta batalla encarna el siglo XX, "el siglo en el que la gente contempla constantemente como personas muy cercanas desaparecen en el horizonte". "Proyecta una sombra sobre el futuro, una sombra que alcanza los muertos del Holocausto, el Gulag, los desaparecidos en Am¨¦rica del Sur o en Tiananmen. Por eso el siglo XX est¨¢ concentrado all¨ª, es una profec¨ªa, un recuerdo del futuro", escribe Dyer. Los desaparecidos nunca han dejado de estar presentes en Verd¨²n, porque los cuerpos siguen surgiendo del pasado, incluso un siglo despu¨¦s de la batalla. Los ¨²ltimos cad¨¢veres de militares fueron encontrados el pasado mayo, durante los trabajos de renovaci¨®n del Memorial, en Fleury-devant-Douaumont. Se hallaron los cuerpos de tres hombres, soldados desconocidos, con sus botas, sus bayonetas. Ellos son el siglo XX.
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