Del miedo a Gadafi al miedo al ISIS
La ciudad de Libia que captur¨® a Gadafi se consume entre la carest¨ªa de la vida y la amenaza yihadista
Mientras Libia aplazaba el martes su en¨¦sima fecha l¨ªmite para aprobar un Gobierno de unidad, en la avenida principal de Misrata, el brigadista Jalid Shabha, de 41 a?os, contemplaba ante el museo callejero de la revoluci¨®n los tanques despanzurrados de Muamar el Gadafi, los trofeos de guerra que la gente de Misrata lograron arrebatar en 2011. Su hijo, Abdur, que naci¨® el mismo 20 de octubre a las once de la noche en que la gente de Misrata capturaba y mataba a Muamar el Gadafi, corr¨ªa feliz entre los ca?ones y los casquillos oxidados. Pero al padre le venc¨ªa la amargura.
¡°Los pol¨ªticos nos dec¨ªan en 2011 que en cuanto terminara la revoluci¨®n, en cuanto venci¨¦ramos a Gadafi, ¨ªbamos a construir un gran pa¨ªs. Y mira c¨®mo estamos. No se ve futuro y hemos dejado de creer en los pol¨ªticos¡±, dice Shabha.
Tr¨ªpoli cuenta con un Gobierno no reconocido por la comunidad internacional y apoyado por las principales milicias de Misrata. Pero en la ciudad de Tobruk, al este, hay otro Gobierno reconocido internacionalmente, aunque sin poder ejecutivo real. Cada uno cuenta con sus fuerzas militares financiadas por las dos grandes instituciones del pa¨ªs, que a¨²n siguen repartiendo dinero: la Empresa Nacional de Petr¨®leo y el Banco Central. Mientras tanto, la amenaza del Estado Isl¨¢mico (ISIS, en sus siglas en ingl¨¦s) se extiende a solo tres horas en coche de Misrata, en la ciudad de Sirte, cuna de Gadafi.
¡°El Banco Central paga sueldos¡±, reconoce el ingeniero Ibrahim al Shereky, de 46 a?os, ¡°pero despu¨¦s no lo fiscaliza, no se interesa en c¨®mo se emplea ese dinero¡±. Al Shereky se confiesa decepcionado con los pol¨ªticos y la gente que se enriquece con la guerra. Con los primeros, porque no consiguen formar un Gobierno de unidad. Y con los segundos, porque ¡°no tienen escr¨²pulos¡±.
Los salarios unas veces llegan y otras se retrasan hasta cuatro meses. Y cada banco fija l¨ªmites mensuales para retirar dinero. Hay oficinas que solo permiten retirar 300 dinares y otras 2.000. El alquiler de la casa m¨¢s barata puede costar unos 700 dinares al mes, 411 euros en el mercado oficial. El problema es que el mercado oficial, el euro que venden los bancos, no existe para casi nadie. ¡°Para el ciudadano de a pie no hay d¨®lares en el banco¡±, indica Al Shereky, ¡°pero hay quienes lo compran en el banco y despu¨¦s lo revenden¡±. El mercado negro de divisas se ha convertido en una pr¨®spera empresa de la que solo se benefician unos cuantos.
¡°Aqu¨ª los pol¨ªticos no hablan de econom¨ªa, de los problemas reales de la gente¡±, dice el jubilado Ibrahim Iowzi sentado en un caf¨¦. El gran tema de discusi¨®n en la calle es la subida de precios. El gas para cocinar se ha vuelto un bien escaso, m¨¢s estos d¨ªas tras un ataque a una planta perpetrado por un grupo islamista. El caf¨¦ vale casi el doble que hace cuatro meses. El pan, tres cuartos de lo mismo. La gasolina no ha subido (subvencionado, un litro de combustible es m¨¢s barato que uno de agua) y los colegios funcionan. Pero la sanidad es un desastre.
El gran hospital de Accidentes y Emergencias funciona a medio gas porque las obras llevan meses paradas. ¡°La constructora¡±, explica Abdulfziz Issa, portavoz del centro, ¡°nos dice que si le pagan, en cuatro meses termina las obras. Pero falta dinero y solo funcionan las urgencias¡±.
La entrada del hospital la custodian hombres armados. ¡°No est¨¢n ah¨ª por amenazas del ISIS sino porque ya hemos tenido m¨¢s de diez ataques personales dentro del centro de gente que viene a matar a un paciente porque sabe que acaba de ingresar¡±.
En el hospital faltan manos. ¡°El Gobierno de Tr¨ªpoli¡±, contin¨²a Issa, ¡°oblig¨® a los m¨¦dicos a elegir entre sus clases en la universidad de Misrata o el hospital, y se quedaron con las clases porque ganan m¨¢s. Despu¨¦s tuvimos m¨¦dicos de Filipinas y Bangladesh que se fueron porque no pod¨ªan enviar dinero al extranjero¡±. La gente termina yendo a curarse a T¨²nez, que es el ¨²nico pa¨ªs que no pide visado a los libios. Para ir a T¨²nez se necesita dinares tunecinos o euros, solo disponibles en el mercado negro.
Sin obreros
En alguna calle se ve una obra con alba?iles subsaharianos. Los seis millones de libios nunca se caracterizaron por trabajar en la construcci¨®n. Eso quedaba para subsaharianos y egipcios, pero desde que el ISIS decapit¨® a 21 cristianos egipcios en febrero de 2015, muchos abandonaron el pa¨ªs. Ahora la mayor¨ªa de los edificios se encuentran a medio hacer. Misrata es un inmenso museo en el que casi todo sigue igual desde que cay¨® Gadafi en 2011. Los edificios de la Tr¨ªpoli, la principal avenida de la ciudad, contin¨²an con los inmensos boquetes que abrieron los tanques en las fachadas hace cinco a?os, con la metralla y los techos a medio caer.
Pero en este reloj parado hay una diferencia sustancial respecto a 2011: el ISIS. ¡°Est¨¢n a 300 kil¨®metros, en Sirte¡±, dice el jubilado Iowzi. ¡°Temo levantarme un d¨ªa y verlos enfrente de casa¡±. La calma de Misrata es solo aparente. La gente sabe que el ISIS se ha infiltrado en la ciudad.
Unos quieren que intervengan las fuerzas extranjeras sobre el terreno y otros dicen que eso atraer¨ªa m¨¢s yihadistas a Libia. Y todo el mundo da por hecho que hay fuerzas especiales extranjeras adiestrando a los libios en las inmediaciones de Misrata, ante un posible ataque yihadista. Cinco a?os tras Gadafi y con las heridas a¨²n abiertas, Misrata podr¨ªa convertirse en punta de lanza de otra guerra, contra el ISIS.
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