?Ser¨¢ Dilma el chivo expiatorio de la crisis de Brasil?
?Qui¨¦n ha frustrado los viejos sue?os del pa¨ªs que cre¨ªa haber conquistado el futuro y se ve a¨²n aprisionado en un presente cada vez m¨¢s incierto?
Los analistas pol¨ªticos concuerdan cada vez m¨¢s en la necesidad que presenta la sociedad brasile?a de resolver la crisis a trav¨¦s de una catarsis colectiva, que implicar¨ªa, en la l¨ªnea de la psicolog¨ªa y la antropolog¨ªa, la elecci¨®n de un chivo expiatorio en qui¨¦n descargar todas las frustraciones.
?Ser¨ªa la presidenta Dilma Rousseff la posible escogida? ?O lo ser¨ªa el expresidente Lula, por nombrar a las dos personalidades m¨¢s emblem¨¢ticas de la pol¨ªtica del pa¨ªs?
"Si hay una palabra que Brasil necesita es catarsis¡±, escribi¨® Juan On¨ªs en este mismo diario. Una catarsis capaz de expulsar su malestar social y aliviar las tensiones del grupo.
Analistas pol¨ªticos insisten en que el aumento de la irritaci¨®n producida por el abultarse de los casos de corrupci¨®n que llega a salpicar a las m¨¢s altas esferas de la pol¨ªtica, del gobierno y de la empresa, podr¨ªa crear la necesidad de acudir a un chivo expiatorio con su mecanismo de ¡°culpa desplazada¡±, trasferida por medio de un rito de expiaci¨®n.
El mecanismo de desplazar tensiones y culpas de una familia o colectividad a trav¨¦s de la elecci¨®n de alguien a qui¨¦n hacer responsable de las mismas, no supone la total inocencia del grupo.
Ni tampoco que el chivo expiatorio sea merecedor siempre de cargar con el peso de todas las culpas.
El problema es que no depende s¨®lo de su tenacidad, ni siquiera de su presunta inocencia
Con ese rito de expiaci¨®n, la sociedad puede desencadenar a su vez sentimientos narcis¨ªstas de superioridad moral. La culpa, ser¨ªa s¨®lo del sacrificado en el altar de las v¨ªctimas.
En el caso concreto de Brasil, esa misma sociedad que, seg¨²n los expertos estar¨ªa buscando un chivo expiatorio, podr¨ªa preguntarse si no es tambi¨¦n ella culpable, por sus silencios del pasado frente a la corrupci¨®n, o su condescendencia con los peores pol¨ªticos a quienes acaba reeligiendo siempre.
?Recuerdan la pregunta inquietante de a?os atr¨¢s: ¡°?Por qu¨¦ no hay indignados en Brasil?¡± mientras llenaban las plazas de otros pa¨ªses exigiendo una renovaci¨®n de la vieja pol¨ªtica?
Generalmente, la v¨ªctima escogida como chivo expiatorio suele ser la persona m¨¢s vulnerable del grupo, que acaba por aceptar su misi¨®n salvadora, pero tambi¨¦n puede ser escogido un sujeto activo y hasta altanero, que nunca aceptar¨ªa su condici¨®n de v¨ªctima. En ese caso, se la impondr¨ªa la comunidad.
Si los analistas est¨¢n ciertos, parece claro que ese rito expiatorio, que atenuar¨ªa la tensi¨®n y producir¨ªa una catarsis ser¨ªa la salida de la Presidente Dilma.
En este momento, es la persona que presenta, en efecto, mayor fuerza de soledad y aislamiento. Su consenso popular es de los m¨¢s bajos en la historia de los presidentes; buena parte de quienes votaron su reelecci¨®n hoy se dicen arrepentidos. Existe la creencia que ella minti¨®, para poder reelegirse, ocultando los problemas que ya entonces sufr¨ªa el pa¨ªs.
Est¨¢ a punto de ser abandonada por su propio partido como revel¨® el hecho de no haber querido asistir a la celebraci¨®n del 36 aniversario de su fundaci¨®n. El PT, que la eligi¨®, ha presentado un programa econ¨®mico opuesto al de su gobierno.
Quiz¨¢s sea la primera vez que un presidente de la Rep¨²blica se ve estigmatizado por su propio partido, mientras que la mayor formaci¨®n de la coalici¨®n de gobierno, el PMDB, ha presentado a la naci¨®n, un programa de propaganda electoral, de oposici¨®n y casi de ruptura con el gobierno.
?Qui¨¦n le queda para apoyarla?
Dilma no deja de ser consciente que todo camina para que pueda ser ella ese chivo expiatorio al que habr¨ªa que sacrificar para apaciguar a la sociedad irritada y descontenta.
De ah¨ª sus repetidas llamadas apelando a su inocencia, a su limpieza ¨¦tica, al ¡°no tengo cuentas en Suiza¡±, aunque hoy su afirmaci¨®n se vea empa?ada por la detenci¨®n de su marquetero y asesor de todas las horas, Jo?o Santana y su esposa, que s¨ª ten¨ªan cuentas ocultas en Suiza y que quiz¨¢s sirvieron, lo supiera Dilma o no, para ayudarla a reelegirse.
El si, el como y el cuando podr¨ªa verse obligada la Presidenta a dejar el poder,es un largo camino, entre pol¨ªtico y judicial, que podr¨¢ conocerse mejor con la adhesi¨®n o no de la sociedad a la manifestaci¨®n convocada para el d¨ªa 13 con la participaci¨®n, esta vez, de los partidos de oposici¨®n, para pedir su salida de la Presidencia.
La espada de Damocles sigue amenazadora sobre la cabeza de Dilma. ?Ser¨¢ ella capaz de salir ilesa de la batalla, como ya lo hizo otras veces?
El problema es que no depende s¨®lo de su tenacidad, ni siquiera de su presunta inocencia, sino de la constataci¨®n colectiva, de que con ella, el pa¨ªs podr¨¢ seguir ingobernable y cada vez m¨¢s empobrecido.
Quienes a¨²n la defienden, lo llaman ¡°golpe¡±. Para la psicolog¨ªa, es ¡°una transferencia de culpa por medio de un rito expiatorio¡±.
?D¨®nde se han quedado los viejos sue?os de un Brasil que cre¨ªa haber alcanzado ya el futuro y se ve a¨²n aprisionado en un presente cada vez m¨¢s incierto y oscuro?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.