El Papa y las mujeres
Francisco cambia el protocolo para recibir a los jefes de Estado con sus parejas aunque no est¨¦n casados por la Iglesia
¡°Perdonadme si soy un poco feminista¡±, ha bromeado Francisco. Desde su llegada al pontificado romano, hace apenas tres a?os, multiplica los discursos en favor de incrementar el papel de las mujeres en la Iglesia cat¨®lica. ¡°Deben ser mejor consideradas¡±, proclama. A la espera de que emita en pocas semanas sus conclusiones sobre la familia despu¨¦s de escuchar lo debatido en dos s¨ªnodos celebrados en Roma en 2014 y 2015, el Vaticano ha tomado una decisi¨®n sin precedentes. A petici¨®n de Francisco, los jefes o jefas de Estado que se hayan divorciado y acudan con su nueva pareja a ver al Papa ser¨¢n recibidos en audiencia como si estuvieran casados cat¨®licamente. Hasta ahora, el protocolo de la Santa Sede somet¨ªa al Pont¨ªfice a un ceremonial que a Francisco le parec¨ªa embarazoso: deb¨ªa recibir por separado al matrimonio, primero a quien fuera la autoridad en audiencia solemne, y despu¨¦s a la pareja, que lo esperaba en otra habitaci¨®n.
El primer mandatario en beneficiarse de este cambio ha sido el presidente de Argentina, Mauricio Macri, recibido hace una semana por Francisco junto con su tercera esposa, Juliana Awada, y la hija de ambos. Es la primera vez que se rompe una regla estricta, pero Francisco volver¨¢ a hacerlo muy pronto con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, tambi¨¦n divorciado y vuelto a casar. La oficina de prensa del Vaticano no ha querido confirmar este cambio de protocolo, aunque tampoco lo ha negado. Ha sido la periodista argentina Elisabetta Piqu¨¦, amiga del Papa desde hace d¨¦cadas, quien dio la noticia en el peri¨®dico La Naci¨®n, de Buenos Aires.
¡°Solo ven empleadas que lavan los platos¡±
En el siglo XIX la Iglesia romana perdi¨® a los obreros, y en el XX a los intelectuales y a los j¨®venes. Francisco est¨¢ empe?ado en no perder a las mujeres en este siglo XXI. ¡°Hay que llevar adelante una teolog¨ªa de la mujer¡±, ha dicho, como si no hubiera ya te¨®logas, muchas de gran prestigio e influencia, aunque siempre bajo sospecha, acusadas por muchos jerarcas de hacer teolog¨ªa feminista o de g¨¦nero. La idea de Francisco es continuista y conservadora, pese a sus buenas palabras, que parecen revolucionarias. El poder, la moral sexual y la organizaci¨®n de la comunidad eclesial han sido cosa de hombres desde que el emperador Constantino proclam¨® al cristianismo la religi¨®n oficial del imperio.
"La Iglesia tiene miedo y desconfianza hacia la mujer", afirma Mar¨ªa de la V¨¢lgoma, columnista de Vida Nueva. Aunque el papa Francisco tenga intenci¨®n de dar protagonismo a la mujer, "tiene tantos frentes complicados abiertos que no va a poder hacer m¨¢s", sostuvo De la V¨¢lgoma cuando se present¨® en Madrid el suplemento femenino de L'Osservatore Romano. Lo que esperan de Francisco las te¨®logas "no es protagonismo, sino igualdad, sin puertas cerradas".
Cerrado por Francisco el paso hacia el sacerdocio ¡ª"es un tema que no se pone en discusi¨®n", escribe en la enc¨ªclica Evangelii Gaudium¡ª, al menos se esperan gestos para compartir el poder con los hombres. Las mujeres nunca han superado el nivel tres en la Curia romana, con la laica Flaminia Giovanelli, como subsecretaria del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, y la religiosa Nicla Spezzati como n¨²mero tres de la Congregaci¨®n para los Institutos de Vida Consagrada. Son nombramientos del em¨¦rito Benedicto XVI.
?Habr¨¢ mujeres cardenales con Francisco, o prefectas de dicasterios pontificios? Este Papa ha sido audaz denunciando la marginaci¨®n o el papel secundario de la mujer en su Iglesia, pero no en los nombramientos, al menos hasta ahora. Si Francisco decidiese nombrar mujeres para que dirijan los dicasterios, ¡°habr¨ªa enormes resistencias", sostiene Lucetta Scaraffia. "No s¨¦ si el Papa podr¨ªa enfrentarlas. No va a ser sencillo, al igual que el resto de la reforma de la Curia", admite Romilda Ferrauto, jefa de la secci¨®n francesa de Radio Vaticano. De momento, Francisco hace nombramientos de tanteo. En marzo de 2014, coloc¨® a una mujer en la presidencia de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, la soci¨®loga Margaret Archer; y en septiembre de ese mismo a?o nombr¨® a cinco mujeres vocales de la Comisi¨®n Teol¨®gica Internacional. "Las mujeres son como la cereza en un pastel. Se necesitan m¨¢s¡±, dijo en aquella ocasi¨®n.
Lucetta Scaraffia enfoca estas decisiones con menos poes¨ªa. La presencia de mujeres debe llevarse tambi¨¦n a los seminarios, como profesoras de los futuros sacerdotes. ¡°Se acostumbrar¨ªan a ver mujeres en posiciones superiores. Por ahora, ?ellos s¨®lo ven empleadas que lavan los platos!¡±, sentencia.
La secretaria de Estado del Vaticano se ha apresurado a afirmar que la decisi¨®n de Francisco no implica un cambio de la ley can¨®nica ¡ªque considera ileg¨ªtimos los matrimonios celebrados al margen de la Iglesia cat¨®lica¡ª, sino una aplicaci¨®n de un principio que defiende Francisco: que los divorciados vueltos a casar sean "integrados en la vida" de la Iglesia aunque no puedan acceder a la comuni¨®n. Esta aclaraci¨®n desata las especulaciones sobre la postura que tomar¨¢ Francisco en el documento papal que debe dirimir lo debatido en los dos pol¨¦micos s¨ªnodos de la familia.
Adem¨¢s de la llamativa presencia de la mujer de Macri en la fotograf¨ªa oficial, con su ni?a en brazos acariciada por Francisco, la audiencia al presidente argentino ofreci¨® otra imagen excepcional: el beso que una de las mujeres del s¨¦quito de Macri le dio en la cara al Papa. Francisco, lejos de sorprenderse, acerc¨® su rostro para recibirlo. Conocida la ¡°ajenidad a las mujeres¡± de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, la escena ha llamado la atenci¨®n. La palabra ajenidad, de raro uso aunque aceptada por la Real Academia, la ha usado una de las 35 mujeres que asistieron en 2015 al S¨ªnodo de la Familia, Lucceta Scaraffia. Es la directora del suplemento femenino de L¡¯Osservatore Romano, el peri¨®dico oficial del Vaticano, editado con el t¨ªtulo de Donna Chiesa Mondo (Mujeres Iglesia Mundo). En Espa?a lo publica la revista Vida Nueva. Scaraffia escribi¨® m¨¢s tarde que lo que m¨¢s le impact¨® del grupo de cardenales, obispos y sacerdotes que compon¨ªan la asamblea sinodal fue ¡°su ajenidad a las mujeres, su poca familiaridad en el trato con mujeres consideradas inferiores, como las hermanas que suelen servirles en casa¡±.
La situaci¨®n indica lo poco que ha avanzado la Iglesia romana desde el concilio Vaticano II, clausurado hace 50 a?os. Francisco presume de querer recuperar el esp¨ªritu de aquel concilio. Es mal ejemplo en materia de feminismo. En el Vaticano II, el papel de la mujer fue irrelevante. Asistieron 23 mujeres convocadas por Pablo VI como auditoras, ninguna como perita o experta, y solo en la tercera sesi¨®n, ya casi al final, entre ellas la espa?ola Pilar Bellosillo. Cosa m¨¢s escandalosa a¨²n: en las celebraciones de la eucarist¨ªa con que comenzaban las congregaciones generales se distribu¨ªa la comuni¨®n a algunos de los presentes, pero ten¨ªan que ser varones. En una eucarist¨ªa, los periodistas cat¨®licos hab¨ªan sido invitados a recibir la comuni¨®n de manos del obispo celebrante, pero cuando la periodista Eva Fleischner se puso en la fila, los ceremonieros la sacaron del grupo con malas maneras. Gracias a una gesti¨®n personal del cardenal de Bruselas, Leo Jozef Suenens, ante Pablo VI, en una ocasi¨®n posterior algunas mujeres pudieron recibir la comuni¨®n de manos del Papa. Fueron meticulosamente escogidas por varones.
Hab¨ªa sido Suenens quien intervino ante Pablo VI para que nombrase auditoras: ¡°Las mujeres, si no me equivoco, constituyen la mitad de la humanidad¡±, argument¨®. Otros obispos lo refutaron citando a san Pablo: ¡°Que las mujeres callen en la asamblea¡± (Carta a los Corintios, 14,34). Otra an¨¦cdota que vale como categor¨ªa: en las sesiones plenarias, las 23 auditoras ten¨ªan prohibido entrar en la cafeter¨ªa de los obispos porque su sola presencia incomodaba y escandalizaba. As¨ª lo dijo por escrito un grupo de prelados, en petici¨®n a los organizadores. Soluci¨®n: tuvieron que habilitar un peque?ito bar para ellas muy lejos de la Capilla Sixtina.
La perla machista, sin embargo, se produjo con la redacci¨®n del documento conciliar sobre la familia. Como no se atrev¨ªa a hablar claramente de las relaciones sexuales ni del amor conyugal, una de las te¨®logas que intervinieron en el debate en comisi¨®n, la mexicana Luz Mar¨ªa ?lvarez Icaza, les puso colorados mentando a los obispos a sus madres y hermanas: ¡°Como soy la ¨²nica mujer casada en este foro, quiero decir que cuando he tenido relaciones sexuales, no era un acto de concupiscencia, sino de amor, y con todo respeto, se?ores obispos, pienso que el caso de vuestras madres habr¨¢ sido semejante¡±. Comentario posterior de Icaza: "Solo mentando a las madres del episcopado se consigui¨® que el amor entre los esposos entrara en el documento conciliar por la puerta grande¡±.
Se ha dicho que el XX fue el Siglo de las mujeres (feminismo, revoluci¨®n sexual, p¨ªldora anticonceptiva, inmersi¨®n laboral, entrada en la pol¨ªtica despu¨¦s de conquistar el derecho a votar...). La Iglesia romana no ha cambiado casi nada en esos temas. En cambio, la general dificultad para relacionarse con lo femenino entre los altos eclesi¨¢sticos no la tiene Francisco. Lo subraya el periodista Jimmy Burns Mara?¨®n en el libro Franciscus, el Papa de la promesa, que acaba de publicar en Espa?a la editorial Stella Maris. Corresponsal muchos a?os del Financial Times en Buenos Aires, Burns sostiene que ¡°no es posible separar a Bergoglio de Argentina y de los mitos relacionados en ese pa¨ªs con la feminidad, entre ellos la figura de Evita, segunda mujer de Per¨®n y leyenda nacional¡±. Como se sabe, el Papa fue peronista en su juventud y admirador de la populista Evita, sobre la que estableci¨® su familiaridad con las mujeres. Pese a todo, las mujeres asistentes al ¨²ltimo s¨ªnodo romano se sent¨ªan como extra?as.
Escribe Jimmy Burns despu¨¦s de hablar con Lucceta Scaraffia: ¡°No le ced¨ªan el paso en las escaleras, pasaban por delante de ella en el buf¨¦ durante la pausa para el caf¨¦¡ Sinti¨® que, en el mejor de los casos, la mujer era una presencia tolerada. No solo no vot¨® en el s¨ªnodo, ni la consultaron, ni la escucharon cada vez que tomaba la palabra en un grupo de trabajo, ni le permitieron sugerir cambios al texto durante su redacci¨®n. Las mujeres son casi invisibles, escribi¨® horrorizada despu¨¦s del s¨ªnodo en el semanario cat¨®lico Vida Nueva¡±.
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