Latifa, 43 d¨ªas de peligroso viaje con sus cinco hijos para huir de la guerra
La mujer, de 35 a?os, casi no hab¨ªa salido de su casa de Damasco hasta huir del conflicto
Negociar el pago a un traficante de personas o de una tienda de campa?a, defender su turno en una multitudinaria cola de registro o de reparto de alimentos o reivindicar un lugar decente para su higiene, o la de sus hijos, en un espacio tan desprovisto de intimidad como el gigantesco campamento griego de Idomeni (m¨¢s de 14.000 personas hacinadas) son tareas que las mujeres refugiadas aprenden sobre la marcha.
Todas proceden de Siria e Irak, dos pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes donde habitan casi exclusivamente el espacio dom¨¦stico, privado, frente al predominio p¨²blico de los hombres. As¨ª que su experiencia como refugiadas va m¨¢s all¨¢ del viaje en s¨ª y sus peligros, y se torna una asunci¨®n de funciones ajenas sobre la marcha, sin m¨¢s herramientas que el instinto de supervivencia y la pura inercia del movimiento. S¨®lo cuentan con la ayuda de sus cong¨¦neres, de las familias, de los voluntarios de los campos y del azar.
Acompa?ada por sus cinco hijos de cinco a 15 a?os, con un ingl¨¦s menos que m¨ªnimo, la damascena Latifa Qassem, de 35 a?os, emprendi¨® sola hace 43 d¨ªas el viaje hacia Alemania, adonde su marido lleg¨® ocho meses atr¨¢s y que, desde un albergue de refugiados, la gu¨ªa y tutela a trav¨¦s del m¨®vil. De clase media muy baja, sin estudios ni recursos econ¨®micos ¡ªel denominador com¨²n de la ¨²ltima oleada de refugiados¡ª, Latifa pr¨¢cticamente no hab¨ªa salido de casa hasta que lleg¨® el momento de huir de la guerra.
¡°Soy la peque?a de una familia de seis hermanos, todos chicos menos yo. Fui al colegio pero lo dej¨¦ a los 14. Nunca he trabajado porque me cas¨¦ muy joven y hasta su marcha era mi marido el que lo gestionaba todo, salvo la casa y las compras en el mercado¡ as¨ª que al menos s¨¦ regatear¡±, r¨ªe mientras cuenta su historia gracias a Nur, una nueva amiga a la que conoci¨® en Turqu¨ªa antes de cruzar en barco a la isla griega de Samos. La solidaridad femenina es una de las l¨ªneas de fuerza de este ¨¦xodo, en el que, seg¨²n los ¨²ltimos datos de ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados), el 56% de los desplazados son mujeres y ni?os. El mayor ¨¦xodo desde la II Guerra Mundial tiene rostro y nombre de mujer.
¡°Sin necesidad de hablar de abusos sexuales, maltrato f¨ªsico o explotaci¨®n, fen¨®menos muy comunes durante el viaje y de los que las mujeres son v¨ªctimas propiciatorias, una vez en territorio te¨®ricamente seguro como un campamento siguen siendo especialmente vulnerables: en una cola o en una negociaci¨®n siempre estar¨¢n en desventaja¡±, explica Kiriaki Jionidu, coordinadora de la ONG griega Arsis.
La realidad confirma sus palabras: en una multitudinaria fila para entregar los papeles en la garita de la polic¨ªa (una turbamulta de un millar de personas crispadas por la espera) s¨®lo logramos ver a una mujer, y en una posici¨®n muy secundaria, lateral. Para evitar empujones y una cercan¨ªa f¨ªsica indeseable, Latifa ha pagado tres euros a un joven refugiado de su mismo barrio para que entregue su documentaci¨®n y la de sus hijos.
Peque?as argucias como estas ¡ªque a su vez generan un cierto mercadeo¡ª permiten a las mujeres salir indemnes de tr¨¢mites y tareas que tambi¨¦n exigen un considerable esfuerzo f¨ªsico (todo el viaje es un may¨²sculo ejercicio de resistencia). ¡°Por mis hijos har¨ªa lo que fuera, pero si puedo evitar la cola lo har¨¦, no me encuentro c¨®moda rodeada de hombres tan pegados a m¨ª. En el camino he tenido mucha suerte, no he notado nada extra?o m¨¢s que alguna mirada inc¨®moda o comentarios, pero estoy segura de que mis hijos me sirven de protecci¨®n. Me han dicho que hace ya meses que no salen mujeres solas por miedo a lo que pueda pasarles durante el viaje; los hombres siguen s¨®lo su instinto y no tienen ninguna piedad¡±, a?ade Latifa, verbalizando a su modo los principales riesgos que arrostran las mujeres durante el viaje.
Pero si los hijos son un parapeto para Latifa, que se emancipa d¨ªa tras d¨ªa, la propia presencia de tantas mujeres suaviza y humaniza unas condiciones de vida cada d¨ªa m¨¢s infrahumanas. ¡°Las mujeres son un elemento apaciguador, como tambi¨¦n lo son las familias y la presencia de tantos ni?os. Venimos observando, desde el inicio de la crisis, en agosto, que los incidentes m¨¢s serios en el campamento se han producido en momentos en los que hab¨ªa una mayor¨ªa de hombres solos¡ ri?as por una tienda de campa?a o por una manta, diferencias que generalmente acaban en peleas o en una crispaci¨®n exacerbada, por no hablar de la violencia latente derivada de la espera¡±, se?ala el psic¨®logo Yorgos Kalieryis, un voluntario de Sal¨®nica.
¡°Sin ser conscientes, las mujeres cumplen una funci¨®n vital, la de humanizar, o al menos destensar, el ambiente. Estamos convencidos de que si no hubiera tantas mujeres ya se habr¨ªa producido alg¨²n incidente grave, como los intentos de salto de la valla en Melilla [en Idomeni s¨®lo hubo uno, frustrado, el pasado 29 de febrero] o una revuelta en toda regla. As¨ª que, desde este punto de vista, son igual de v¨ªctimas que los hombres, pero tambi¨¦n, y sin saberlo, agentes de paz, mientras a la vez, e igualmente sin tener constancia de ello, ganan en emancipaci¨®n y en recursos personales¡±, concluye el psic¨®logo.
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