Micheline A. huy¨® de la guerra y se convirti¨® en madre durante la traves¨ªa
Atraves¨® nueve pa¨ªses para hallar refugio en Espa?a, tras ver morir a su marido y ser la esclava de sus asesinos
Se emociona cuando habla de los ¨²ltimos 11 a?os de su vida. Micheline A., una congole?a nacida en Goma hace 36 a?os, ha sido v¨ªctima de la esclavitud, la pobreza y de la violencia sexual por parte de los asesinos ¡ªlos rebeldes tutsis¡ª de su marido, Willy. ?l era ch¨®fer con Unicef (la agencia de la ONU para la infancia) en esa zona del pa¨ªs africano. "Le mataron a tiros a las cuatro de la madrugada en la cama, a mi lado", explica desde la biblioteca del Centro de Arte de Alcobendas (Madrid). Hace cinco a?os consigui¨® la condici¨®n de refugiada: "Siempre tuve en mente alcanzar Espa?a. Me embruj¨®", sonr¨ªe.
"En el Congo s¨®lo sobrevives si tienes apellidos, poder o dinero. Y yo no ten¨ªa ninguna de esas tres cosas", explica la mujer. Micheline recuerda su periplo por la mitad norte de ?frica desde 2006, cuando decidi¨® emprender el viaje y dejar su pa¨ªs para siempre, tras la muerte de su marido y embarazada de tres meses de Mar¨ªa (aunque entonces desconoc¨ªa el sexo del beb¨¦). Acababa de huir de la milicia tutsi, que la hab¨ªa mantenido como esclava sexual en el bosque. "No aguantaba quedarme en Congro, y el jefe de Willy, un gabon¨¦s que era casco azul de la ONU, me dio 250 euros para ir en avi¨®n a Kinsasa [la capital]", explica. All¨ª comenz¨® la largu¨ªsima traves¨ªa que Micheline ¡ªahora luce unas trenzas bicolores que le cargan de una personalidad especial¡ª tuvo que hacer con un beb¨¦ en el vientre. Primero Nigeria, luego Ben¨ªn, Togo, Burkina Faso, Senegal, Mauritania y Marruecos, donde pas¨® dos a?os al amparo del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR, por su acr¨®nimo espa?ol). "Iba en autob¨²s, otros tramos los hac¨ªa en bicicleta, caminando...", recuerda con la mirada perdida.?
?El fin de las dificultades?
Alcanzar suelo europeo ¡ªo espa?ol, tierra so?ada por Micheline A.¡ª no signific¨® dejar de estar expuesta a las dificultades de ser refugiada. Y ser refugiada no eximi¨® a Micheline A., de las dificultades que conlleva ser mujer.
La congole?a de 36 a?os y con una ni?a de ocho, Mar¨ªa, no llega a fin de mes. Pasa los d¨ªas pegando carteles en las farolas de Alcobendas (Madrid) ofreciendo los conocimientos de los oficios que la Comunidad de Madrid le ha ense?ado durante estos ¨²ltimos dos a?os.
Micheline est¨¢ cualificada para arreglar y limpiar cuartos en hostales y hoteles, tiene conocimientos de inform¨¢tica, de ayudante de cocinero, es mediadora social intercultural, est¨¢ cualificada para manipular alimentos y tiene conocimientos de geriatr¨ªa. "Nunca he trabajado como nada de lo anterior", responde con una enorme tristeza y una ausencia total de esperanza. "Nadie quiere a una madre soltera", se lamenta.
Mientras tanto, Micheline vive con los 450 euros que recibe de la Administraci¨®n regional de los que 280 est¨¢n destinados a pagar la habitaci¨®n de una casa que comparte con Mar¨ªa y que, por falta de dinero, tiene que abandonar este mismo fin de semana.
Su ni?a no desayuna algunos d¨ªas y come arroz con leche, que tambi¨¦n cena. "Me han escrito del colegio porque no he pagado el comedor del mes de marzo [22,50 euros]", explica mientras muestra la carta firmada por la direcci¨®n del centro. "Ahora tengo que pagar cinco euros m¨¢s por la multa del retraso. ?No los tengo!", exclama. "Estoy sola".
Pero antes de alcanzar Marruecos, donde Micheline ya ve¨ªa cada vez m¨¢s cerca el momento de "dar el salto" a Espa?a, la joven congole?a tuvo que pasar a?o y medio en Mauritania por la peque?a Mar¨ªa. All¨ª dio a luz. Cuenta que al ser un pa¨ªs pesquero, los vecinos no estaban presentes cuando ella se puso de parto porque llegaban muy tarde de faenar. "Nadie me o¨ªa", explica con pasi¨®n. Han pasado ocho a?os, pero a¨²n la invade el terror que sinti¨® al verse sola, como si fuera ayer. El hospital ¡ªque se llamaba Hospital Espa?ol¡ª estaba a cinco kil¨®metros de la casa de misioneros en la que Micheline pasaba sus d¨ªas. "Eso para m¨ª no es nada, pero lo hice sola y con el dolor del parto", presume. Y cuenta que en su pa¨ªs ten¨ªa que caminar esa distancia y m¨¢s para poder ir a la escuela, al m¨¦dico, a por agua... Explica que cada vez que le ven¨ªan contracciones en el camino se agachaba para calmar el dolor: "Al final no pude llegar al hospital", explica, y unos vecinos que estaban en un taller cercano al camino la ayudaron y la trasladaron a la cl¨ªnica. "Mar¨ªa es lo m¨¢s bonito que he tenido y tendr¨¦", dice Micheline, que se derrumba al recordar.
Micheline y Mar¨ªa, terror en el mar
Pero el "calvario" de madre e hija no termin¨® en Mauritania. Tras un par de meses de reposo, Micheline decidi¨® subir en una patera con otras 35 personas rumbo a Espa?a. "Perdimos el motor y ya en aguas de Marruecos estuvimos a la deriva m¨¢s de un d¨ªa", relata. Cuando ella y el resto de compa?eros de traves¨ªa lo daban todo por perdido ¡ªMicheine cuenta que carec¨ªa ya de toda esperanza de poder sobrevivir porque el agua era muy brava, muy salada y "casi te cortaba la piel"¡ª ?un barco marroqu¨ª "grand¨ªsimo" fue al rescate.
Al ver las dimensiones del nav¨ªo desde la perspectiva de una patera el miedo y la impresi¨®n invadieron su cuerpo. Ya no sab¨ªa qu¨¦ pensar: "?C¨®mo vamos a subir hasta all¨ª?", fue lo primero que le vino a la mente. A la peque?a Mar¨ªa, entonces de cinco meses, la rescataron tirando una nevera de camping atada a un cabo del barco. Los dem¨¢s fueron subiendo poco a poco. "Lo importante es que todos sobrevivimos", cierra.
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