Descifrando a Trump
El magnate cabalga sobre la ola de antielitismo que sacude a Estados Unidos
Trump puede ser presidente de Estados Unidos. Lo que hasta hace muy poco parec¨ªa una quimera ya no lo es. Provoca estupor y preocupaci¨®n desde Europa a China y desata la alarma en EE UU. La posibilidad, ya no remota, de que se alce con el poder en la todav¨ªa ¨²nica superpotencia realmente existente, nos obliga a profundizar en su significado. Es necesario descifrar la campa?a de un personaje que aparece como un charlat¨¢n, zafio en las formas, intolerante, demagogo, mat¨®n, atizador de resentimientos ¨¦tnicos y raciales sobre hispanos y negros, dispensador de soluciones simples para problemas complejos.
Trump se parece a su caricatura y ser¨ªa peligroso quedarse solo en ella: el multimillonario de la construcci¨®n, que se paga su campa?a, showman de la televisi¨®n, el antipol¨ªtico que compra la presidencia, admirador de Putin, partidario de ampliar la tortura, de deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados y de construir un muro a lo largo de la frontera con M¨¦xico, y de castigar con elevadas tarifas las exportaciones chinas, porque ¡°China nos est¨¢ estafando.¡± Trump es excesivo, tramposo, pero en absoluto est¨²pido. Cabalga sobre la ola de antielitismo que sacude a Estados Unidos. No minusvaloremos a este remedo Berlusconi yanqui.
El partido de Lincoln ha vendido su alma al populismo para recuperar la Casa Blanca
Los estadounidenses no se han vuelto locos de repente, ni el Partido Republicano quiere suicidarse. Sin embargo, su irresponsable campa?a de demolici¨®n de todo lo que significa Obama, ha provocado la polarizaci¨®n extrema de la vida pol¨ªtica sobre la que ha germinado el fen¨®meno Trump. El Tea Party, el lobby de las armas, los lanzallamas radiof¨®nicos de la ultraderecha, son el sustrato del trumpismo. El partido de Lincoln ha vendido su alma al populismo para recuperar la Casa Blanca.
Donald Trump no opera sobre el vac¨ªo. Las primarias demuestran que existen las bases populares que le propulsan. Son los blancos sin t¨ªtulo universitario, con menos ingresos, las clases medias m¨¢s bajas, los hogares que ingresan 30.000 d¨®lares al a?o, cuya calidad de vida ha colapsado. Se sienten asediados por las minor¨ªas hispana y negra, que les comen demogr¨¢ficamente; desatendidos por el establishment pol¨ªtico de Washington. Perciben al mismo tiempo que sus valores, m¨¢s conservadores, son deslegitimados.
Trump habla su lenguaje, sin pelos en la lengua. Es la clase media que ha pasado a ser pobre. La mayor¨ªa de los votantes, explica Thomas Friedman en el New York Times, "no escuchan con los o¨ªdos sino con el est¨®mago", y Trump conecta con ellos a nivel emocional. Es un producto propio de la era de la antipol¨ªtica. Un populista de derechas. Juega en la liga de Marine Le Pen, en Francia, Geert Wilders, en Holanda, o de Viktor Orban, en Hungr¨ªa. Y comparten la demagogia que, como recuerda el presidente de M¨¦xico, refiri¨¦ndose a Trump, es la misma que llev¨® al poder a Mussolini y a Hitler. Andrew McCarthy, ex fiscal adjunto de Estados Unidos, nos da la pista para entender el fen¨®meno Trump al escribir en The National Review:?¡°Donald Trump no es la causa del deterioro de nuestra pol¨ªtica, sino el efecto del deterioro de nuestra cultura.¡±
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