La democracia no est¨¢ de moda en Cuba
Ra¨²l Castro har¨¢ lo posible para que el viaje de Obama resulte un ¨¦xito pero sin permitir alborotos
Barack Obama viaja a Cuba casi amortizado en el cap¨ªtulo de las libertades pol¨ªticas desde que decidi¨® entablar negociaciones sin exigir democracia a cambio, confiando en que una sociedad informada y pr¨®spera acabar¨¢ exigi¨¦ndola. Pero la sociedad se inhibir¨¢ de momento porque la democracia no est¨¢ de moda en Cuba al no haber pasarelas donde pueda desfilar, ni intenci¨®n de instalarlas. De haber reclamado Obama la condicionalidad, el anuncio del 17 de diciembre de 2014 y la visita presidencial no se hubieran producido. A partir de aquella fecha la distensi¨®n cobr¨® vida propia y todo ha sido ganancia para La Habana, cuyo Gobierno exprimir¨¢ hasta el final las prerrogativas del Ejecutivo estadounidense y cribar¨¢ la entrada de inversiones americanas con la vista puesta en el pr¨®ximo inquilino de la Casa Blanca.
Cuba sali¨® de la lista de pa¨ªses patrocinadores del terrorismo, la comunidad internacional le abri¨® los brazos y la reestructuraci¨®n de la deuda, la Uni¨®n Europea calc¨® la f¨®rmula de entendimiento norteamericana y Obama desembarca en la mayor de las Antillas para consolidar su apuesta y pasar a la historia. Sus reuniones con la disidencia y la defensa del pluralismo ser¨¢n de puertas adentro, casi de oficio, cortes¨ªa de sus anfitriones, que le escuchar¨¢n como hacia Fidel Castro con los amigos que le aconsejaban abrir la mano: con la paciencia de Job y la sonrisa de La Gioconda.
Obama desembarca en la mayor de las Antillas para consolidar su apuesta y pasar a la historia
A meses vista de la conclusi¨®n de su segundo mandato, pendiente el tema del embargo, competencia del Congreso, el presidente norteamericano no puede aspirar a mucho m¨¢s, ni en La Habana se lo dar¨ªan. Los cubanos asumen que las anunciadas invocaciones presidenciales sobre la vulneraci¨®n de los derechos humanos en Cuba son de obligada formulaci¨®n, pero inofensivas mientras no sean arengas de micr¨®fono en la Plaza de la Revoluci¨®n. Los anfitriones le permitir¨¢n pronunciarse en discursos y paraninfos sin restricciones, con un margen de maniobra lo suficientemente amplio como para justificar sus deberes de activista por la democracia y no regresar vencido.
Pero el egregio viajero llega a La Habana conservador, posibilista, advirtiendo que su intenci¨®n no es tumbar gobiernos, sino subrayar las bondades de la libertad. Le basta con consolidar la simbolog¨ªa del deshielo entre la izquierda latinoamericana antiimperialista y no perjudicar los intereses electorales de Hillary Clinton y su partido entre los votantes de ascendencia hispana, mayoritariamente a favor de la avenencia.
Ra¨²l Castro har¨¢ lo posible para que el viaje de Obama resulte un ¨¦xito pero sin permitir alborotos. No los hay desde el maleconazo de 1994. El alzamiento de esa sociedad civil que Obama cita como la ni?a de sus ojos, la protagonista del ansiado cambio, es impensable. Y si usted quiere reunirse con la sociedad civil, nosotros le presentaremos la nuestra, agrupada en una mir¨ªada de organizaciones y comit¨¦s revolucionarios, que respetuosamente le cantar¨¢n las cuarenta. La mayor¨ªa domiciliada en Rancho Boyeros y el municipio de Marianao aplaudir¨¢ la caravana presidencial como quien festeja a Mick Jagger, y cuando el Air Force One despegue del aeropuerto Jos¨¦ Mart¨ª declarando misi¨®n cumplida, los 11 millones y medio de cubanos reanudar¨¢n su rutina, a caballo de la esperanza, la desconfianza y el fatalismo.
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