El espa?ol como arma pol¨ªtica
El idioma es el gran aliado de Espa?a e Hispanoam¨¦rica frente a la superpotencia
Nunca se sabr¨¢ si el presidente estadounidense William McKinley lleg¨® a ser consciente de que el estallido del acorazado Maine en el puerto de La Habana, aquella noche del 15 de febrero de 1898, ser¨ªa el detonante de uno de los grandes movimientos estrat¨¦gicos del imperio del norte. A Estados Unidos, la explosi¨®n le sirvi¨® como pretexto para culpar a la Espa?a agonizante de la ¨¦poca y justificar su intervenci¨®n en el proceso de independencia de Cuba, la ¨²ltima joya de la Am¨¦rica espa?ola. El conflicto acab¨® en diciembre de ese a?o con la firma del Tratado de Par¨ªs por el que Guam, Filipinas y Puerto Rico fueron entregadas a los estadounidenses por 20 millones de d¨®lares.
Esa explosi¨®n es equivalente a la que Barack Obama ha generado en el Gran Teatro de La Habana frente a la plana mayor del Gobierno cubano, l¨ªderes sociales e incluso disidentes, al proclamar en espa?ol que ¡°el futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano¡±. Un momento hist¨®rico y novedoso que apuntala el uso del espa?ol como arma pol¨ªtica en el imperio del norte. En ese contexto, el Gobierno de Mariano Rajoy quiso evitar conflictos con Washington, hasta el punto de sugerir al rey Felipe VI que no asistiese al Congreso Internacional de la Lengua Espa?ola, el primero en celebrarse en un Estado libre asociado de EE UU como Puerto Rico. Esa isla sigue utilizando el idioma como un elemento diferenciador respecto a Estados Unidos y su hegemon¨ªa pol¨ªtica y social sobre un territorio en el que los estadounidenses no han sido capaces de definir una pol¨ªtica de integraci¨®n racial. En el caso cubano, la situaci¨®n fue distinta porque, entre la ley seca, el juego, los casinos y tener un centro de diversi¨®n a 90 millas de Miami, Cuba se convirti¨® en el territorio del libertinaje para los habitantes de la tierra de la libertad.
Mientras tanto Puerto Rico fue, durante d¨¦cadas, un pa¨ªs tan pobre como Hait¨ª, que no recib¨ªa ning¨²n tipo de ayuda hasta que, en los a?os cincuenta, la Casa Blanca comprendi¨® que ten¨ªa que hacer algo frente a los independentistas puertorrique?os. As¨ª, la potencia mundial comenz¨® a estudiar un estatus jur¨ªdico para Puerto Rico y a dar salida al enorme aluvi¨®n de habitantes que llegaban a Nueva York. Ese drama toc¨® el coraz¨®n de Leonard Bernstein, compositor de West Side Story (La historia del lado oeste), un musical que retrataba la falta de asimilaci¨®n de los boricuas.
Ahora, cuando la clave para sentarse en el Despacho Oval parece ser hablar espa?ol, es necesario replantearse toda la pol¨ªtica en torno a una lengua que hablan 500 millones de personas
Ahora, cuando la clave para sentarse en el Despacho Oval parece ser hablar espa?ol, es necesario replantearse toda la pol¨ªtica en torno a una lengua que hablan 500 millones de personas. Y as¨ª cobran sentido la visita y las palabras de Obama en Cuba. El problema radica en que el establishment de los pa¨ªses hispanos no entiende la importancia estrat¨¦gica de ser la voz disidente que puede influir en el posible resquebrajamiento interno de Estados Unidos o en convertir su idioma en la mejor de las armas.
Hay un conflicto con los que hablan espa?ol y su integraci¨®n. Un hecho que queda en evidencia en las campa?as electorales estadounidenses que, en ciertos casos, se caracterizan por el fuerte rechazo hacia los inmigrantes hispanos, como la campa?a de Donald Trump contra los mexicanos. Pero el problema debe analizarse desde dos ejes. Uno, EE UU tiene que entender que la falta de asimilaci¨®n del espa?ol est¨¢ gener¨¢ndole problemas que ya son notorios hasta en el reparto de poderes. Segundo, que las sociedades de habla hispana deben comprender que la defensa de su lengua, la incorporaci¨®n de su cultura y la reivindicaci¨®n de su papel sociopol¨ªtico es un factor determinante, tanto que el idioma es el gran aliado que tienen tanto Hispanoam¨¦rica como Espa?a frente a su relaci¨®n con la superpotencia.
Por tanto, es muy importante tener en cuenta que ya no ser¨¢ suficiente con un ¡°hasta la vista, amigos¡± o con solo balbucear tres palabras en espa?ol, sino que el peso espec¨ªfico de los que hablan esa lengua se ha convertido en un factor determinante en la pol¨ªtica estadounidense. Y as¨ª como Felipe VI entendi¨® la importancia de asistir a Puerto Rico, tambi¨¦n debe considerarse utilizar el espa?ol como elemento de presi¨®n y de poder pol¨ªtico, como ha dejado claro Obama.
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