¡°Al pasar por Maelbeek he sentido un nudo en el est¨®mago¡±
El conductor espa?ol del metro de Bruselas vuelve al lugar donde sucedi¨® todo
La estaci¨®n de metro de Maelbeek es a¨²n un lugar prohibido. Oculto. Inaccesible. Arriba, en la entrada exterior de la parada atacada por los terroristas en Bruselas, es un colorido jard¨ªn donde reposan ramos de flores entre vallas que impiden el paso y un par de carteles escritos a mano con una declaraci¨®n de amor a la ciudad en uno y una larga cita b¨ªblica en otro. Abajo, donde todo pas¨®, los conductores reducen la velocidad de 62 a 25 kil¨®metros por hora para evitar que las vibraciones afecten a las obras, y ning¨²n pasajero puede apearse mientras los trabajos de reparaci¨®n contin¨²en. Al mirar por la ventana del vag¨®n, no hay rastro de los andenes. Una valla esconde las cicatrices que dejaron los terroristas.
Este martes pasaba por Maelbeek por primera vez tras los atentados, Jos¨¦ del R¨ªo, de 40 a?os, el maquinista espa?ol, aunque nacido en Bruselas, que iba justo detr¨¢s del aparato atacado. Solo tres paradas les separaban en el momento de las explosiones. Pese a saber que se trataba de un atentado gracias a la radio interna del metro, logr¨® evacuar a los pasajeros de su tren sin crear alarma. Al circular por Maelbeek, la parada que toma su nombre del afluente de un r¨ªo de la ciudad cuya denominaci¨®n se asociar¨¢ durante mucho tiempo al 22M, se le vinieron encima un c¨²mulo de sensaciones. Arriba y abajo. "Ten¨ªa un nudo en la garganta y en el est¨®mago", reconoce.
Del R¨ªo se reincorpor¨® al trabajo al d¨ªa siguiente del ataque con una ciudad aturdida por el golpe, soldados registrando mochilas a la entrada de las estaciones y la mayor¨ªa de l¨ªneas cerradas. Una semana despu¨¦s, la presencia militar, aunque visible, se ha rebajado, pero la situaci¨®n est¨¢ lejos de ser normal: solo est¨¢n operativas 39 de las 69 estaciones, y las que abren lo hacen ¨²nicamente de 7.00 a 19.00. El n¨²mero de pasajeros ha ca¨ªdo: "Hay mucha menos gente que de costumbre", comenta Del R¨ªo. La red es, desde poco antes de caer la noche, un laberinto de v¨ªas desiertas.
Por el da?o que ha sufrido, Maelbeek ser¨¢ la ¨²ltima en reabrir, pero mientras, la entrada a la estaci¨®n se ha convertido para algunos en lugar de peregrinaci¨®n. La marroqu¨ª Ouafaa miraba los ramos de flores apilados junto a su hija Nora. Han venido expresamente para ello. El atentado les ha golpeado personalmente, primero porque estuvieron entre los evacuados en una estaci¨®n cercana, y sobre todo por sus lazos con una de las v¨ªctimas: "Conoc¨ªa a una persona que ha muerto, la profesora de gimnasia Loubna. El jueves anterior hab¨ªa hablado con ella. Era muy sonriente, guapa y din¨¢mica. Organizaba muchas actividades con asociaciones, mujeres, ni?os... y ten¨ªa tres hijos". Este mi¨¦rcoles planean ir a ver a la familia de la fallecida. "Es una tradici¨®n presentarles nuestras condolencias en persona".
La semana de Del R¨ªo ha estado llena de d¨ªas normales ¡ª"he jugado con mi hijo, he visto a amigos, he estado con mi novia, he visto el partido de la selecci¨®n espa?ola"¡ª y noches interminables. "El cansancio pasa factura porque dormir duermes poco, y lo poco que duermes no consigues descansar". La factura est¨¢ presente en sus ojos. A¨²n as¨ª, ha rechazado la ayuda psicol¨®gica que le ha ofrecido la empresa. "En mi caso decido hablarlo con mi familia y mis amigos, que son los que mejor me comprenden".
Tambi¨¦n con los compa?eros de trabajo. As¨ª describe Del R¨ªo el reencuentro con los conductores de metro al d¨ªa siguiente de los atentados: "Hab¨ªa tristeza por lo ocurrido, pero tambi¨¦n alegr¨ªa por encontrarnos todos. El simple hecho de estar entre gente que sabe lo que es estar ocho horas bajo tierra te hace sentir m¨¢s arropado. El ambiente es bueno, mejor que el que hab¨ªa antes".
Jos¨¦ del R¨ªo no cree que el 22-M le vaya a cambiar el car¨¢cter. Ferviente seguidor del Athletic de Bilbao, pero ante todo aficionado al f¨²tbol, como millones de espa?oles, este s¨¢bado planea seguir el Real Madrid-Barcelona desde su casa de Bruselas. La vida contin¨²a, e igual que el Maelbeek seguir¨¢ fluyendo hacia el r¨ªo Senne, las aguas de la cotidianidad vuelven poco a poco a su cauce dejando tras de s¨ª una huella a modo de recordatorio de lo importante: "Le prestas m¨¢s atenci¨®n a las peque?as cosas, a la gente que est¨¢ a tu alrededor, a la que quieres y que te quiere".
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