Trump reaviva el horror de la comunidad japonesa en Estados Unidos
La ret¨®rica sobre musulmanes y mexicanos hace recordar la ¨²ltima vez que Estados Unidos cay¨® en la xenofobia colectiva. En 1942, m¨¢s de 120.000 japoneses americanos fueron internados en campos de concentraci¨®n
Cada vez que se eleva el tono contra los inmigrantes en Estados Unidos, o se hacen generalizaciones de brocha gorda, hay una comunidad que es la primera en levantar la mano. Los inmigrantes japoneses americanos sufrieron un nivel de xenofobia a principios del siglo pasado que acab¨® en uno de los episodios m¨¢s vergonzosos del pa¨ªs: su encarcelamiento masivo. La ret¨®rica de la campa?a republicana, donde los mexicanos son violadores y narcotraficantes y no hay musulmanes fiables, ha despertado los peores fantasmas en esta comunidad, que traza paralelismos inquietantes con su propia experiencia.
El 19 de febrero de 1942, diez semanas despu¨¦s del ataque japon¨¦s a la flota de Estados Unidos en Pearl Harbor, Hawai, el presidente Franklin D. Roosevelt firm¨® una orden ejecutiva que otorgaba poder al Ej¨¦rcito para mover a la fuerza a todos aquellos individuos que pudieran suponer un peligro de sabotaje o espionaje. En la pr¨¢ctica, lo que se hizo fue prohibir a unos 120.000 japoneses americanos vivir en la costa Oeste de Estados Unidos. En cuesti¨®n de semanas, fueron sacados de sus casas, llevados a centros de detenci¨®n y de ah¨ª a campos de concentraci¨®n en lugares inh¨®spitos del interior.
Familias enteras fueron obligadas a meter su vida en una sola maleta, subir a autobuses y trenes e instalarse en barracones, en medio de ninguna parte, donde vivieron toda la guerra rodeados de alambres de espino y guardias armados. Las im¨¢genes en blanco y negro son de la II Guerra Mundial, pero no son jud¨ªos en Europa, sino japoneses americanos en California. En los campos de concentraci¨®n pasaron toda la guerra, con un coste humano brutal. El 70% de ellos eran ciudadanos norteamericanos. Muchos no hablaban japon¨¦s ni hab¨ªan estado nunca en Jap¨®n. Ni uno solo fue procesado judicialmente.
Las razones para llegar a esta barbaridad est¨¢n bien documentadas en un informe del Congreso de EE UU (Personal Justice Denied) redactado cuatro d¨¦cadas despu¨¦s. No fue espont¨¢neo. La costa Oeste en general, y California en particular, ten¨ªan una larga historia de racismo antias¨¢tico y especialmente antijapon¨¦s. Los inmigrantes japoneses ten¨ªan prohibido comprar tierra y expresamente vetado el acceso a la ciudadan¨ªa norteamericana. ¡°La etnia japonesa se hab¨ªa convertido en un objetivo c¨®modo para los demagogos pol¨ªticos¡±, dec¨ªa el informe. Adem¨¢s, la prensa y algunos pol¨ªticos se encargaron de alentar el miedo a una invasi¨®n inminente de la costa Oeste apoyada en quintacolumnistas locales.
Tras el ataque de San Bernardino en diciembre, en el que murieron a tiros 14 personas a manos de un paquistan¨ª americano y su esposa, el candidato republicano Donald Trump se descolg¨® con la propuesta de prohibir la entrada a todos los musulmanes en EE UU. El ataque de San Bernardino, que el FBI considera un atentado terrorista inspirado por el Estado Isl¨¢mico, llegaba poco despu¨¦s de la masacre de Par¨ªs.
Las explosiones indiscriminadas de Bruselas este marzo, tambi¨¦n ejecutadas por yihadistas, no han hecho m¨¢s que reafirmar la posici¨®n de Trump, que ahora la ha tomado con los refugiados sirios, por considerar que entre ellos se esconden terroristas. Pero adem¨¢s han metido en la idea tambi¨¦n a su principal rival, Ted Cruz, que tras la matanza de Bruselas dijo que hab¨ªa que ¡°patrullar¡± los ¡°barrios musulmanes¡± de Estados Unidos.
La conexi¨®n con los sucesos de la II Guerra Mundial era tan evidente que le preguntaron al propio Trump por la experiencia de los japoneses americanos y los campos de concentraci¨®n. ¡°Tendr¨ªa que estar all¨ª para saberlo y dar una respuesta¡±, dijo a preguntas de la revista Time. ¡°No me gusta nada el concepto, pero tendr¨ªa que estar all¨ª¡±, dijo, sin terminar de rechazarlo inequ¨ªvocamente.
¡°Cuando veo lo que est¨¢n diciendo de los musulmanes¡ no est¨¢ bien¡±, responde Bill Shishima, ciudadano norteamericano hijo de inmigrantes japoneses. Naci¨® en el centro de Los ?ngeles, donde estaba la mayor¨ªa de la comunidad japonesa de la ciudad, el lugar que hoy se conoce como Little Tokyo. Ten¨ªa 11 a?os cuando oy¨® hablar de Pearl Harbor. Antes de tres meses, sus padres tuvieron que deshacerse de su tienda de alimentaci¨®n latina, su cami¨®n, sus electrodom¨¦sticos. ¡°Ni siquiera pod¨ªamos llevar nuestras mascotas¡±. Con lo que pudieron llevar en una maleta pasaron toda la guerra en un campo de concentraci¨®n en Heart Mountain, Wyoming. Shishima es hoy voluntario del Museo Japon¨¦s Americano de Los ?ngeles, que recuerda aquellos sucesos.
¡°Aunque ¨¦ramos ciudadanos americanos, nos dimos cuenta de que la Constituci¨®n y los derechos civiles son muy fr¨¢giles. Nos encarcelaron por la histeria de la guerra, por prejuicios. Ning¨²n pol¨ªtico nos defendi¨®. Fuimos encarcelados porque nos parec¨ªamos al enemigo. Tenemos que estar atentos y cuidar nuestra libertad y las de los dem¨¢s¡±, dice Shishima. ¡°No puedes caracterizar de malos a todos los musulmanes. De ninguna manera¡±.
Antes de ser enemigos, los japoneses fueron inmigrantes. Parte de la xenofobia contra ellos ven¨ªa de que empezaron a ser una seria competencia para los agricultores locales. Lilly Anne Welty Tamai, historiadora del Museo Japon¨¦s Americano de Los ?ngeles, explica que ¡°los peri¨®dicos de Hearst y organizaciones antiasi¨¢ticas que montaban titulares sensacionalistas y presentaban a los japoneses como un problema¡±. ¡°Creo que la experiencia de los japoneses se refleja en los tiempos actuales¡±, cuando ¡°existe una ret¨®rica de ellos y nosotros, cuando se habla de encerrar a tales individuos o restringir la inmigraci¨®n¡±.
Manzanar, California, es un lugar perdido entre las monta?as de Sierra Nevada y el desierto de Death Valley. Aqu¨ª estuvo uno de los campos de concentraci¨®n m¨¢s grandes, que lleg¨® a albergar a 10.000 personas. Hoy es un Parque Hist¨®rico de Estados Unidos poco se?alizado y del que suelen pasar de largo los turistas. El ¨²nico edificio que queda en pie alberga una extraordinaria exposici¨®n sobre lo que all¨ª ocurri¨®, con cientos de im¨¢genes, testimonios y objetos originales. Es un lugar inh¨®spito, des¨¦rtico, helador en invierno. El viento es constante y llena el aire de polvo.
La jefa de Interpretaci¨®n del museo de Manzanar, Alisa Lynch, cree que la lecci¨®n de este lugar es que ¡°ning¨²n estereotipo representa a todo el mundo¡± y que, en la ret¨®rica de buscar enemigos ¡°puedes cambiar a los japoneses por cualquier otro grupo¡±. Lynch es empleada federal y prefiere no dar su opini¨®n personal sobre los paralelismos con la actual situaci¨®n pol¨ªtica. Pero se?ala: ¡°Deber¨ªas echar un vistazo al libro de visitas¡±. Al final de la exposici¨®n, hay un libro blanco donde los visitantes pueden escribir sus impresiones sobre Manzanar. Las referencias a Donald Trump son abundantes. La gente ve este lugar, aprende esta historia y piensa en Trump.
¡°Con el estado de cosas actual en nuestro pa¨ªs, esto podr¨ªa volver a pasar¡±, escribi¨® alguien el domingo de Pascua. ¡°Nuestro pa¨ªs est¨¢ hoy en la misma senda. Aceptad a todos y no generalic¨¦is ni difund¨¢is estereotipos. ?Har¨ªa lo mismo Trump con musulmanes y mexicanos?¡±, escribi¨® alguien que firma como Peter el pasado 26 de marzo. ¡°Es de locos que esto pudiera pasar. ?No voten por Donald Trump! Aprendamos de nuestra historia¡±, dice alguien en otra p¨¢gina. El ¡°no¡± est¨¢ tachado despu¨¦s. En otra esquina del libro se lee: ¡°Esto es lo que ocurrir¨ªa si llega Trump. Aprendamos del pasado y tratemos a todos como debe ser¡±. En un margen alguien ha escrito: ¡°D. Trump deber¨ªa ver este lugar¡±. Y debajo otro ha puesto: ¡°?S¨ª!¡±. El 6 de marzo alguien que firma como Anon dice: ¡°?No dejemos que Trump repita el pasado con los musulmanes! Nos merecemos algo mejor. Am¨¦rica se merece algo mejor¡±. Al d¨ªa siguiente, alguien a?adi¨® al comentario: ¡°?Am¨¦n!¡±.
¡°El Gobierno nos neg¨® nuestros derechos constitucionales por la histeria de la guerra y la debilidad de los pol¨ªticos¡±, asegura por tel¨¦fono el congresista Mike Honda (dem¨®crata por San Jos¨¦, California). Honda era un beb¨¦ de un a?o cuando su familia, que viv¨ªa en Sacramento, fue internada en el campo de concentraci¨®n de Amache, Colorado. Hoy, a los 74 a?os, hace o¨ªr su voz contra el racismo y las generalizaciones de brocha gorda como las que llevaron al ambiente antijapon¨¦s en California que arruin¨® la vida de sus padres. Dos hermanos peque?os de Honda nacieron en el campo de concentraci¨®n.
¡°Cuando este pa¨ªs tiene una ret¨®rica como esa, como congresista siempre voy a levantar la voz y asegurarme de que los derechos constitucionales se defienden¡±, contin¨²a Honda. ¡°Las razones por las que pasa algo como esto son racismo, histeria de guerra y liderazgo pol¨ªtico fallido. Es algo que no voy a permitir que suceda mientras est¨¦ en el Congreso. Si eres inmigrante, con documentos o sin ellos, de Siria, de Afganist¨¢n o de Irak, tienes garantizada la protecci¨®n de la Constituci¨®n¡±. Honda ve paralelismos evidentes con la situaci¨®n actual, incluida la justificaci¨®n de la guerra: ¡°En este caso es el terrorismo¡±. ?Puede volver a pasar? ¡°Claro que pude pasar otra vez. Si hablan de ello, puede pasar. Por eso el Congreso y el Senado siempre tienen que ser fuertes. Debemos tener huevos para defender a la gente (Mike Honda habla espa?ol)¡±.
El pr¨®ximo 30 de abril, la asociaci¨®n Manzanar Committee recordar¨¢ a los japoneses americanos v¨ªctimas de los campos de concentraci¨®n con un peregrinaje al campo de Manzanar que se repite cada a?o. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, en sus marchas suele haber musulmanes. Juntos recuerdan que racismo, ignorancia, demagogia y miedo al enemigo forman un c¨®ctel peligroso. Y que utilizar ese c¨®ctel pol¨ªticamente es echar a rodar una bola que nunca se sabe d¨®nde acaba.
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