Muere Patricio Aylwin, el l¨ªder de la transici¨®n chilena
El primer presidente democr¨¢tico luego de la dictadura de Pinochet, falleci¨® esta ma?ana en Santiago a los 97 a?os
Ha muerto Patricio Aylwin Az¨®car, s¨ªmbolo del siglo XX chileno y uno de los personajes m¨¢s relevantes del pasado reciente del pa¨ªs sudamericano, junto al socialista Salvador Allende y al dictador Augusto Pinochet. Primer presidente democr¨¢tico luego de los 17 a?os de r¨¦gimen autoritario y l¨ªder de la transici¨®n, el abogado democristiano ha fallecido la ma?ana del martes a los 97 a?os en su casa de la zona oriente de Santiago. Aunque no sufr¨ªa ninguna enfermedad y sus funciones vitales no presentaban problemas, su salud hab¨ªa deca¨ªdo considerablemente hace un mes. Se levantaba poco y dorm¨ªa buena parte de la jornada, por lo que su familia sab¨ªa que hab¨ªa entrado en una etapa precaria. En sus ¨²ltimos d¨ªas, sin embargo, no tuvo dolores y permaneci¨® tranquilo, contento y sobre todo acompa?ado. Hasta el final estuvo pendiente de su esposa, Leonor Oyarz¨²n, tambi¨¦n de 97, con la que estuvo casado 67 a?os.
Fue un pol¨ªtico parad¨®jico y dif¨ªcil de encasillar. A comienzos de los a?os 70 fue enemigo de la izquierda y uno de los principales opositores de los mil d¨ªas del Gobierno socialista de la Unidad Popular, liderado por Allende. El papel que jug¨® en el Golpe de Estado de 1973 su partido, la Democracia Cristiana, todav¨ªa es materia de discusi¨®n en Chile. Durante la dictadura, sin embargo, Aylwin se transform¨® en uno de los principales enemigos del r¨¦gimen y fue uno de los dirigentes que posibilit¨® la peculiar alianza entre el centro y la izquierda que derrot¨® al dictador mediante un plebiscito. Despu¨¦s del fracaso de Pinochet en las urnas en 1988, cuando Chile todav¨ªa era una naci¨®n de enemigos, los chilenos le encomendaron la complicada misi¨®n de ser el primer presidente democr¨¢tico. Asumi¨® en marzo de 1990 y, con el dictador todav¨ªa al mando de las Fuerzas Armadas, lider¨® una de las transiciones m¨¢s complejas y exitosas de Am¨¦rica Latina.
Ten¨ªa 54 a?os cuando Allende se quit¨® la vida en La Moneda, 71 cuando ¨¦l mismo lleg¨® a la presidencia y 88 cuando Pinochet muri¨® en una cl¨ªnica de Santiago en 2006. Hijo mayor de una due?a de casa y de un jurista que lleg¨® a ser presidente de la Corte Suprema, naci¨® en la ciudad de Vi?a del Mar en noviembre de 1918. Tuvo cuatro hermanos, algunos con alta figuraci¨®n p¨²blica: Andr¨¦s Aylwin, abogado de derechos humanos en dictadura y exdiputado de la Democracia Cristiana, y Arturo Aylwin, excontralor de la Rep¨²blica. Junto a su esposa tuvo cinco hijos y 17 nietos, conformando uno de los clanes pol¨ªticos m¨¢s importantes del pa¨ªs.
Entre 1990 y 1994, como presidente fue partidario de avanzar en la medida de lo posible. Fue el s¨ªmbolo de aquellas dos d¨¦cadas de la democracia de los acuerdos, cuando la pol¨ªtica chilena estuvo marcada por los consensos entre sectores distantes. Pero en su Administraci¨®n tambi¨¦n realiz¨® acciones osadas para restablecer una sociedad abierta y superar la pelea excluyente de unos y otros . ¡°No es posible una transici¨®n exitosa sin la reconstituci¨®n de la verdad. Y por eso, un mes despu¨¦s del inicio de mi Gobierno, anunci¨¦ la formaci¨®n de la Comisi¨®n Rettig para investigar las violaciones a los derechos humanos¡±, se?al¨® en 2012 a EL PAIS, en su ¨²ltima entrevista. Lo hizo pese a los consejos de sus asesores que le recomendaban prudencia y el equipo, luego de nueve meses de trabajo, concluy¨® que 2.296 personas hab¨ªan muerto en dictadura. Aylwin pidi¨® perd¨®n en nombre del Estado, con la voz quebrada, en un discurso por televisi¨®n que es parte de la memoria colectiva de Chile.
Hace a?os estaba retirado de la vida p¨²blica aunque, pese a su edad, hasta 2015 segu¨ªa asistiendo a algunas actividades protocolares en su calidad de expresidente. Respetado por los diferentes sectores ideol¨®gicos, desde el silencio parec¨ªa instalado en un lugar que trascend¨ªa el bien y el mal. Al margen de la coyuntura y de los conflictos del corto plazo, su figura era convocada en tiempos de crisis. En diciembre pasado, sin embargo, una ca¨ªda en su domicilio lo tuvo ingresado por una contusi¨®n craneana. Hasta ese momento, Aylwin segu¨ªa llevando la vida normal de un anciano activo, que inclu¨ªa la reuni¨®n habitual en el Club de la Uni¨®n de Santiago del llamado grupo de los cardenales, militantes democristianos de su generaci¨®n con el que com¨ªa cada dos jueves. Jam¨¢s falt¨® a un encuentro hasta la fecha del accidente. Desde entonces, su salud se fue deteriorando r¨¢pidamente, sobre todo en las ¨²ltimas semanas. No sal¨ªa de su casa y su salud de agrav¨® considerablemente en las ¨²ltimas horas.
Fue un protagonista central de los principales hechos que marcaron la historia reciente de este pa¨ªs. En los 70 conoci¨® de cerca a Allende: ¡°Demostr¨® que no fue buen pol¨ªtico. Si lo hubiera sido, no habr¨ªa pasado lo que le pas¨®¡±, indic¨® a EL PAIS. Tambi¨¦n tuvo que convivir con Pinochet, que en los 90 puso en peligro varias veces la incipiente democracia. ¡°Sab¨ªa hacerse el simp¨¢tico cuando quer¨ªa. Era socarr¨®n y diablito, jugaba para su propio lado. Pero no fue un hombre que obstaculizara las pol¨ªticas del Gobierno que yo encabec¨¦¡±, se?al¨® en la entrevista de 2012. El democristiano, sin embargo, resumi¨® su visi¨®n sobre ambos cuando el 4 de septiembre de 1990 encabez¨® los funerales de Estado del socialista. ¡°Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas circunstancias, volver¨ªa a ser decidido opositor, pero los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han ense?ado que esas circunstancias no deben ni pueden repetirse por motivo alguno¡±, indic¨® el presidente en aquella jornada.
Con la muerte de Aylwin se va un trozo del siglo XX chileno y, sobre todo, al margen de la ideolog¨ªa, una pr¨¢ctica pol¨ªtica extinguida. En tiempos en que las instituciones democr¨¢ticas carecen de legitimidad ciudadana y las acusaciones de corrupci¨®n arrastran a diferentes sectores, la figura austera de Aylwin emerge como un ejemplo escaso que representaba el antiguo Chile. Viv¨ªa desde 1956 en la misma casa, que no quiso dejar cuando fue presidente. Aunque le regalaban decenas de bol¨ªgrafos, siempre prefiri¨® los sencillos BIC, de unos 50 centavos de d¨®lar. Gozaba con la comida casera, sobre todos las algas de cochayuyo, y se resist¨ªa a cambiar el coche. Se defin¨ªa como un ¡°animal pol¨ªtico¡± y nunca dej¨® de pensar en su pa¨ªs. ¡°Invitado a proponer algunas claves para un Chile m¨¢s feliz, me atrevo a sugerir las dos siguientes: 1) Derrotar la extrema pobreza: que todos los chilenos tengamos una vida digna 2) Aprender a respetarnos en nuestras diferencias ideol¨®gicas. Pensar distinto no significa ser enemigos¡±, escribi¨® hace un tiempo en un papel cualquiera rescatado por su secretaria.
Chile lo despedir¨¢ con un funeral de Estado de tres d¨ªas. Su familia tiene contemplada una misa privada en su casa. Desde ese lugar, la carroza pasar¨¢ por la sede de la Democracia Cristiana y el Palacio de La Moneda, donde la guardia presidencial le rendir¨¢ honores. El f¨¦retro luego llegar¨¢ al excongreso de Santiago, s¨ªmbolo de la Rep¨²blica, donde se le har¨¢n homenajes pol¨ªticos y populares, abiertos al p¨²blico. El cortejo f¨²nebre se dirigir¨¢ al tercer d¨ªa hasta el Cementerio General, donde su familia construy¨® un mausoleo. En ese lugar habr¨¢ una ceremonia p¨²blica, donde se tiene contemplada la intervenci¨®n de la presidente Michelle Bachelet, y luego un funeral privado donde solo participar¨¢ su c¨ªrculo ¨ªntimo.
Aylwin era cat¨®lico, pero no beato. A veces, cuando hablaban sobre la muerte, su esposa Leonor le dec¨ªa: ¡°En el otro mundo, una se reencuentra con su mam¨¢, pap¨¢, los hermanos¡±. Con la incredulidad de quien hab¨ªa vivido casi un siglo, Aylwin le respond¨ªa: ¡°Yo no estar¨ªa tan seguro¡±.
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