Retorno de los fantasmas
La Noche en Pie se mueve entre estereotipos, mientras el FN no renuncia a su anclaje ultra: la historia se repite como farsa
Como tal vez recuerden nuestros lectores m¨¢s antiguos, en los a?os 80 del siglo pasado, se daba a conocer un tal Henry de Lesquen. De Lesquen fund¨® el tristemente famoso Club de l¡¯Horloge ¡ªClub del Reloj¡ª; junto con otros nost¨¢lgicos del r¨¦gimen de Vichy, sent¨® las bases de lo que empezaba a conocerse como Nueva Derecha y fue uno de los que allanaron el camino de un Frente Nacional que por entonces iniciaba su ascensi¨®n. Pues bien, he aqu¨ª que en los ¨²ltimos d¨ªas ha salido de entre la naftalina para soltar algunos gru?idos. Por ejemplo, ese tweet en el que se pregunta si los ¡°supervivientes¡± de la Shoah (las comillas son suyas) que mueren ¡°con m¨¢s de 90 a?os¡± realmente ¡°vivieron los horrores que narran¡±. Ese otro sobre ¡°la fecunda Simone Veil¡± (sic) que, seg¨²n nos informa, ¡°est¨¢ bien a sus 88 a?os¡± (sic) y cuya buena salud lo autoriza a emitir serias ¡°dudas¡± sobre las ¡°adversidades¡± que supuestamente conoci¨®. O esas declaraciones que publica L¡¯Obs, en las que finge compadecerse del destino de aquellas y aquellos que pasaron por los campos, para terminar concluyendo: ¡°hacerse pasar por un superviviente de la Shoah sale rentable¡±, y que hay muchos ¡°fabuladores¡± y ya va siendo hora de desenmascararlos. Ante unas declaraciones tan abiertamente negacionistas ¨Cy, en tanto que tales, denunciadas por la Licra y la UEJF¨C, podemos escoger entre dos hip¨®tesis. La primera, relacionarlas con las declaraciones que esa misma semana hizo la joven Marion Mar¨¦chal-Le Pen, que parece encarnar el renacimiento del FN, as¨ª como su estrategia de no renunciar de ninguna manera a su anclaje en la extrema derecha: cuando la nieta del fundador de este partido se declara ¡°un poco harta de los valores republicanos que nos venden continuamente¡±, ?c¨®mo evitar la tentaci¨®n de pensar que, entre una cosa y la otra, hay una afinidad de reflejos que no puede ser fortuita? La segunda, interpretarlas como un eco de las declaraciones an¨¢logas, por no decir id¨¦nticas, que en los a?os 80 hicieran los verdaderos contempor¨¢neos del se?or De Lesquen: la primera generaci¨®n de negacionistas franceses, con el cineasta Claude Autant-Lara en primera fila, que, cuando le hablaban de ¡°genocidio¡±, respond¨ªa: ¡°en todo caso, la se?ora Veil est¨¢ bien viva¡±, ¡°esa abuelita¡± a la que ¡°se le cae la baba¡± recordando su pasado de sufrimientos ¡°imaginarios¡±... Naturalmente, preferimos la segunda hip¨®tesis. Si no temi¨¦ramos ensuciar el hermoso t¨ªtulo de un excelente novelista franc¨¦s, tender¨ªamos a ver en el prurito antisemita de este Lesquen la ¨²ltima entrada de unos fantasmas que dan su ¨²ltima vuelta a la pista antes de evaporarse por completo. Pero ?podemos estar seguros?
En cuesti¨®n de ideas, la falta de imaginaci¨®n siempre se acaba pagando cara o da lugar a una farsa
En el otro extremo, en cambio, y mutatis mutandis, la cosa est¨¢ clara: estamos asistiendo a la pat¨¦tica repetici¨®n de una antigua historia que tuvo su grandeza, pero regresa en clave de comedia. Pienso una vez m¨¢s en los viejos cocodrilos de la extrema izquierda senatorial que confunden el internacionalismo de sus mayores con un antiimperialismo hechicero y patri¨®tico. Pero sobre todo pienso en esa Nuit d¨¦bout ¡ªNoche en pie¡ª cuya intenci¨®n, primeros posicionamientos y deseo de revitalizar una voz ciudadana en agon¨ªa no carec¨ªan de inter¨¦s, pero de la que todo lo que o¨ªmos y leemos ¨²ltimamente suena a pat¨¦tica customizaci¨®n de un Mayo del 68 fetichista. Radicalismo sobreactuado pero inofensivo. Fraternidad-terror que queda en agua de borrajas. Blogueros del Monde diplomatique que sue?an un Sartre sobre su tonel. Spinoza transformado en un pensador del ¡°afecto¡± y las ¡°pasiones que mueven el mundo¡±. La lucha de clases convertida en una carrera en pos de los ¡°cacicatos editocr¨¢ticos¡±. El ¡°bajo los adoquines, la playa¡± tomado al pie de la letra por un ¡°colectivo de jardiner¨ªa¡± que levanta algunos adoquines ¡ªpero solo algunos: ?estos viejos j¨®venes son tan respetuosos!¡ª de la plaza de la Rep¨²blica para plantar un ¡°espacio hortense¡± convertido en min¨²sculo Larzac Potemkin. El odio en lugar de la c¨®lera. El ¡°peque?o¡± y el ¡°Gran Gui?ol¡± en lugar del Grand Soir de los mayores. El vegetarianismo, el antiespecismo, el combate por los derechos de los animales promovidos a la primera fila del demasiado limitado combate por los derechos humanos que reinvent¨® la generaci¨®n precedente. Los llamamientos a la ¡°guerra universal¡± estilo constructivismo para tiernos infantes lectores de Rin Tin Tin. Y, en lugar de los seminarios de Jacques Lacan y los cursos de Louis Althusser, en los que los ancestros situaban sus escenas primigenias, extractos del programa de Fr¨¦d¨¦ric Tadde?, que reponen machaconamente, pues ah¨ª est¨¢n los primeros balbuceos de los autoproclamados portavoces del ¡°movimiento¡±. En resumen, retah¨ªlas de estereotipos pospol¨ªticos que mover¨ªan a risa si no vinieran entremezclados con palabras, ecos y obsesiones m¨¢s inquietantes; si, por ejemplo, aquel ¡°todos somos jud¨ªos alemanes¡± que fuera el pretil de los sesenta-y-ochistas contra la tentaci¨®n rouge-brune, siempre posible en el horizonte de todos los izquierdismos, no hubiera cedido el paso hip¨®critamente a los esl¨®ganes de BDS y a la vociferaci¨®n propalestina; y si algunos de los mentores de este soberanismo de izquierda (el economista Jacques Sapir...) no se hubieran pasado al bando del soberanismo de derechas y de los Le Pen, Lequen y compa?¨ªa. En la historia de las ideas, la falta de imaginaci¨®n siempre se acaba pagando cara o da lugar a una farsa.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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