Molenbeek quiere ser de Primera
La federaci¨®n anula el ascenso del equipo del barrio m¨¢s conflictivo de Bruselas a la m¨¢xima categor¨ªa del f¨²tbol belga por las dudas sobre su viabilidad
Molenbeek pierde en los despachos lo que gan¨® sobre el terreno de juego. En este barrio de Bruselas de fuerte presencia musulmana, se?alado en todo el mundo por sus v¨ªnculos con el terrorismo, una plantilla con sueldos de entre 1.000 y 3.000 euros al mes ha obrado la inesperada haza?a de hacerse un hueco en la ¨¦lite del f¨²tbol belga, un privilegio solo reservado al primero de los 17 equipos de la segunda divisi¨®n. Pero ganar a veces no es suficiente. Seis d¨ªas despu¨¦s de lograr el ascenso en una ag¨®nica ¨²ltima jornada, la justicia deportiva belga ratific¨® la decisi¨®n de la federaci¨®n de no otorgar la licencia al club por las dudas sobre su viabilidad econ¨®mica, lo que le relega a la tercera divisi¨®n y amenaza su misma existencia y la de una escuela de f¨²tbol que alimenta los sue?os de 654 ni?os, el 80% de ellos habitantes de Molenbeek.
A los partidos del White Star de Bruselas, el parad¨®jico nombre de un equipo sin estrellas que hace de la multiculturalidad bandera, no iban ni los familiares de los jugadores. Acostumbrados a estar en minor¨ªa frente a la afici¨®n rival en su propio campo, empez¨® la temporada con una sola victoria en cinco encuentros. Nadie daba un duro por un conjunto que registr¨® la entrada m¨¢s floja de toda la categor¨ªa, con solo 150 espectadores en su estadio. Enfrente, equipos como el Amberes, un hist¨®rico venido a menos capaz de reunir cada jornada a m¨¢s de 10.000 hinchas, y el Eupen, el club de un peque?o municipio fronterizo de habla alemana de apenas 20.000 habitantes concebido para el ascenso con un presupuesto de m¨¢s de 10 millones de euros, el m¨¢s alto de la segunda divisi¨®n, gracias al incesante flujo de dinero de sus propietarios qatar¨ªes.
Entre las desoladas gradas de su estadio, vac¨ªas por la falta de tradici¨®n de un equipo que lleva apenas dos a?os asentado en el barrio, el White Star empez¨® a ganar. Gan¨® tanto que el p¨²blico fluy¨® t¨ªmidamente hacia el campo atra¨ªdo por el rumor de la victoria mientras unos metros m¨¢s all¨¢ los atentados de Par¨ªs y Bruselas situaban a Molenbeek, donde viven unas 100.000 personas, en el punto de mira internacional por ser el lugar de origen de varios de sus autores. "Molenbeek ya es m¨¢s famoso que B¨¦lgica" lleg¨® a decir Arno, estrella de rock belga, cansado de ser preguntado en entrevistas sobre la situaci¨®n del barrio.
As¨ª lleg¨® una ¨²ltima jornada de infarto: el White Star deb¨ªa ganar y que los otros dos equipos con opciones, el Amberes y el Eupen, que se enfrentaban entre s¨ª, empataran. "Cuando nos pusimos en c¨ªrculo los 11 que empezamos el partido dijimos: 'Es nuestra final. Vamos a morir sobre el terreno'", recuerda Mike van Hammel, portero del equipo. 90 minutos despu¨¦s, m¨¢s de 2.000 aficionados del White Star invadieron el campo plenos de j¨²bilo. Molenbeek era de Primera y el n¨²mero de aficionados, con las escuelas del equipo al frente, se hab¨ªa multiplicado desde esos desangelados partidos iniciales.
La federaci¨®n ha excluido al equipo de la competici¨®n alegando razones econ¨®micas y otorgado su plaza al Eupen, una mezcla de j¨®venes qatar¨ªes y veteranos europeos donde juegan actualmente el exespanyolista Luis Garc¨ªa y el exbarcelonista Jeffr¨¦n Su¨¢rez. Con las autoridades buscando f¨®rmulas para prevenir la deriva radical de muchos de los j¨®venes de Molenbeek en una atm¨®sfera de elevado desempleo ¡ªen torno al 30% de la poblaci¨®n, el 40% entre los j¨®venes¡ª, la noticia ha enfrentado a los partidos pol¨ªticos locales y ha causado indignaci¨®n entre los padres de la escuela de f¨²tbol, que se manifestaron este mi¨¦rcoles acompa?ados de sus hijos frente a la sede de la federaci¨®n y se han unido al concejal de Deportes de Molenbeek para presentar una demanda contra la decisi¨®n. Una v¨ªa, la judicial, que tambi¨¦n seguir¨¢ el club.
No son pocas las voces que hablan de que el descenso del equipo es una oportunidad perdida para generar caminos diferentes a los de la delincuencia, el trapicheo con drogas y sobre todo, el extremismo religioso que tanto eco ha tenido en Molenbeek. "Los que hacen deporte no est¨¢n en la calle meti¨¦ndose en problemas. Es una forma de canalizar el odio que a veces acumulan los j¨®venes", opina Manuel Teixeira, coordinador de las escuelas de j¨®venes que trabaja en la construcci¨®n y que como muchos, hace su trabajo para el equipo voluntariamente, sin cobrar un euro. Tres de sus hijos forman parte de la cantera. "El de 11 a?os llor¨® cuando se enter¨® de que no sub¨ªamos a Primera. Ha visto todos los partidos y dice que si el equipo desaparece ya no quiere jugar m¨¢s al f¨²tbol", explica ante la mirada de dos de los peque?os Longoria D¨ªaz, su esposa. Cada menor paga entre 100 y 450 euros al a?o por estar en la escuela, pero existe un programa de ayudas para que los que no tengan empleo puedan inscribir a sus hijos gratis.
Un cambio de mitos
Seg¨²n los c¨¢lculos de la directiva, enfrentarse en Primera a grandes de la liga belga como el Anderlecht o el Standard de Lieja elevar¨ªa la cifra de espectadores hasta un m¨ªnimo de 4.000 o 5.000 por partido. En un momento en que el Ayuntamiento ha movilizado a crimin¨®logos, asistentes sociales o psic¨®logos en un programa contra la radicalizaci¨®n que incluye charlas o reparto de folletos para extender un contrarrelato frente a la propaganda extremista difundida por reclutadores y redes sociales, tanto los responsables del White Star como los pol¨ªticos locales creen en el gran beneficio para el barrio de que los nombres del portero Van Hammel y sus compa?eros de equipo sustituyan a los de los terroristas Salah Abdeslam o Mohamed Abrini como los m¨¢s c¨¦lebres de Molenbeek.
"Los damnificados no somos el equipo t¨¦cnico ni los jugadores, que encontrar¨¢n donde jugar. Son los j¨®venes de la escuela que se quedar¨¢n sin club y Molenbeek que no tendr¨¢ la oportunidad de cambiar su reputaci¨®n", afirma John Bico, su entrenador, que advierte de que la decisi¨®n deja al club al borde de la desaparici¨®n. El White Star presiona ahora para que el Gobierno intervenga y evite su final. Hartos de sentirse ciudadanos de segunda en una de las zonas m¨¢s deprimidas del pa¨ªs, Molenbeek quiere ser de Primera. Al menos cuando ruede el bal¨®n.
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