Desconectados de la sociedad
Siempre se describe a Michel Temer como conciliador y buen negociador pol¨ªtico. La segunda parte es correcta: basta ver el Gabinete, poblado de diputados y senadores, que acaba de presentar. La primera no est¨¢ tan clara: su Gabinete pone en jaque esa intenci¨®n que proclama, de ¡°pacificar¡± Brasil y unirlo en torno a un Gobierno de ¡°salvaci¨®n nacional¡±.
Eligiendo a esos ministros, con qui¨¦n se muestra dispuesto el presidente interino a conseguir acuerdos? Su equipo choca con buena parte de los anhelos m¨ªnimos de la sociedad brasile?a. Temer parece estar desconectado del Brasil de 2016.
El grupo de ministros es exclusivamente masculino, de mediana edad, mayoritariamente blanco. Contiene tres nombres investigados en el caso Petrobras y un ministro de Justicia que no disimula al compartir su limitada visi¨®n sobre la libertad de manifestaci¨®n ¡ªdefiende el uso de la fuerza contra las protestas callejeras¡ª y que hace menos de un a?o y medio era el abogado del pol¨¦mico expresidente del Parlamento, Eduardo Cunha, alejado este mes del poder.
De muchas maneras, su elecci¨®n de ministros es una afronta al pa¨ªs que pr¨¢cticamente no ha salido de las calles desde las hist¨®ricas manifestaciones de junio de 2013. El nuevo presidente ni siquiera ha pensado en la repercusi¨®n negativa que tiene escoger solo a hombres para su primera l¨ªnea, precisamente en el momento en el que sustituye a la primera presidenta de Brasil, y solo meses despu¨¦s de que el pa¨ªs viviese movilizaciones feministas a favor del aborto y los derechos de la mujer en las calles y en las redes sociales.
Tambi¨¦n resulta evidente la incoherencia y el doble rasero de Temer al nombrar para su equipo a implicados en casos de corrupci¨®n. El presidente interino habla de proteger las investigaciones del caso Petrobras, pero ha aforado a dos investigados al nombrarlos ministros. Si esa posibilidad fue un esc¨¢ndalo cuando Rousseff nombr¨® ministro a Lula en marzo, ?por qu¨¦ ahora no lo es?
El nombramiento de Lula acab¨® paralizado en el Supremo y pone en evidencia la faceta m¨¢s peligrosa de la crisis brasile?a, que evolucion¨® de pol¨ªtica a institucional. La paralizaci¨®n de su nombramiento se debi¨® a una decisi¨®n personal del magistrado Gilmar Mendes, al que tampoco le incomodan ni los s¨ªmbolos ni la liturgia del cargo.
Parece peligrosa la aparente desconexi¨®n del nuevo Gobierno interino con el Brasil real, y complejo, fuera de Brasilia y de las marchas contra la corrupci¨®n, homog¨¦neas, mayoritariamente blancas, de clase media y anti Partido de los Trabajadores. Las redes sociales evidencian un malestar palpable desde la infausta sesi¨®n del Congreso brasile?o que vot¨® por el impeachment. No son desde?ables. La adhesi¨®n a la destituci¨®n de Rousseff est¨¢ cayendo. La pr¨®xima encuesta que se haga p¨²blica constituir¨¢ un term¨®metro crucial para los nuevos ocupantes del Palacio del Planalto. Hay que avisar a Michel Temer de que nos encontramos en Brasil, en el siglo XXI, donde ni siquiera los telediarios tienen un poder incuestionable sobre la opini¨®n p¨²blica.
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