Democracias y partidos
El alcalde de Londres no podr¨ªa ingresar a Estados Unidos durante la presidencia de Trump
No hay m¨¢s que ver la cr¨ªtica de los prohombres Republicanos. Que tres Bush, el Senador Lindsey Graham y el ex candidato presidencial Mitt Romney hayan hecho expl¨ªcito que no apoyar¨¢n al candidato de su propio partido es una verdadera definici¨®n de la palabra ¡°crisis¡±. Enfatiza al menos dos puntos, y no solo acerca de Estados Unidos.
El primero es que si la nominaci¨®n de Trump les ha causado estupor, deber¨ªa ser un estupor a medias. En un acto de contrici¨®n intelectual habr¨ªa que reconocer que el ¡°Trumpismo¡± es solo una versi¨®n acentuada de una tendencia que comenz¨® mucho antes de 2016. De hecho, hace tiempo que el Partido Republicano se radicaliza en la cara de quienes hoy se alarman.
Fue en los 80 cuando el conservadurismo religioso comenz¨® a influir en el partido, hasta entonces un partido de centro-derecha, pragm¨¢tico y secular. Fue en 1994 cuando la revoluci¨®n conservadora de Newt Gingrich en el Congreso desfinanci¨® y paraliz¨® al gobierno, una intransigencia que solo sirvi¨® para entregarle la reelecci¨®n a Clinton en 1996 y repetirla bajo Obama. Fue en este siglo que surgi¨® el Partido del T¨¦, facci¨®n con similar conservadurismo fiscal, atrincherada en la C¨¢mara de Representantes y protegida por la reconfiguraci¨®n de los distritos, el gerrymandering.
Fue en 2010¡ªtampoco debe olvidarse, y a prop¨®sito del muro de Trump¡ªcuando la gobernadora Republicana de Arizona, Jan Brewer, pas¨® su propia legislaci¨®n de control inmigratorio, iniciativa que fue a parar a la Corte Suprema en medio de una seria controversia constitucional. Ello debido a que la pol¨ªtica migratoria es prerrogativa del gobierno federal.
Sin partidos plurales, el proceso democr¨¢tico, que comienza con la representaci¨®n, se vuelve inevitablemente disfuncional
Son unos pocos ejemplos. As¨ª es como el partido de Lincoln se ha ido convirtiendo en un partido ideol¨®gico al punto del dogma y sin centro de gravedad, es decir, polarizado en su propio funcionamiento interno. Es un partido que parece haber renunciado al votante medio, teor¨ªa que postula que la agregaci¨®n de las preferencias de los votantes tiende a converger hacia el centro del espectro ideol¨®gico. Es la moderaci¨®n que emerge del toma y daca democr¨¢tico, noci¨®n que Trump desaf¨ªa al igual que varios antes que ¨¦l.
El segundo punto es que la transformaci¨®n del Partido Republicano no es una mera anomal¨ªa americana. Ni mucho menos. En Europa, por ejemplo, parecer¨ªa que la propia idea de partido pol¨ªtico y las reglas que gobiernan su organizaci¨®n se hallan en proceso de involuci¨®n hist¨®rica. De los partidos de masas a los partidos atrapatodo¡ªvirtuales coaliciones, instrumentos efectivos para atraer el votante medio¡ª, ambas formas organizativas parecen haber dejado el terreno abierto para el resurgimiento de una noci¨®n elitista de partido pol¨ªtico.
Ello ha acentuado la polarizaci¨®n. En la derecha el elitismo se manifiesta en la xenofobia anti-inmigratoria. Expresa un divorcio entre la pol¨ªtica y las sociedades realmente existentes, las cuales debes ser representadas como son: multi¨¦tnicas y multiculturales. Una especie de versi¨®n Trump que se observa en el Frente Nacional franc¨¦s, los Dem¨®cratas suecos y el FP? austr¨ªaco, entre otros. Es la nostalgia por una Europa homog¨¦nea, blanca y cristiana. Una Europa que, si alguna vez existi¨®, casi nadie que viva hoy puede haberla visto.
En la izquierda, por su parte, el nuevo elitismo viene de la mano de la noci¨®n de partido de cuadros leninista, seg¨²n la enuncian Podemos y Syriza. Expresan la alienaci¨®n t¨ªpica de la vanguardia iluminada, la que se ve a s¨ª misma como superior, moral e intelectualmente. Un iluminismo muy celebrado en el debate universitario, casi siempre se desconecta de una sociedad que suele preferir simples reformas¡ªburguesas¡ªque le resuelvan sus problemas cotidianos.
Si en la izquierda europea ha regresado el partido leninista, y el racista en la derecha, en Am¨¦rica Latina ha imperado estos a?os un cierto estalinismo, y no solo por el apoyo a los Castro. B¨¢sicamente, los partidos de esta autodefinida izquierda (?izquierda dir¨¢n ellos!) han sido maquinas clientelares de perpetuaci¨®n con soundbites populistas. Ejercieron una efectiva representaci¨®n durante el boom de precios internacionales, bonanza que dilapidaron. Sin ahorro fiscal, el cambio de ciclo expuso su estrategia de dominaci¨®n predilecta: la corrupci¨®n. La resultante crisis pol¨ªtica tiene en Brasil el ejemplo m¨¢s reciente.
Desde que existe la democracia se debaten sus crisis, como si estas fueran inseparables de su propia entidad. No obstante la democracia ha sobrevivido, ciclicamente tal vez, por ¡°¡®olas¡±. Pero si hubiera que identificar una tendencia a la crisis hoy, esa ser¨ªa el antiliberalismo de los partidos politicos, v¨ªctimas de lo que parece ser un virus omnipresente, curiosamente propagado por latitudes diversas y en condiciones dis¨ªmiles. Y eso es problem¨¢tico, porque sin partidos plurales, el proceso democr¨¢tico, que comienza con la representaci¨®n, se vuelve inevitablemente disfuncional.
Afortunadamente, una bocanada de aire fresco sopla desde Londres. Un progresista, miembro del partido Laborista, hombre creyente y practicante, ferviente partidario del pluralismo y del matrimonio entre personas del mismo sexo, ha sido electo alcalde. Ese alcalde, Sadiq Khan, adem¨¢s es musulm¨¢n. El liberalismo parece tener larga vida. En hora buena, ya que no hay muchas otras recetas para robustecer un r¨¦gimen democr¨¢tico.
Es una mala noticia para Trump. Es que el alcalde de Londres no podr¨ªa ingresar a Estados Unidos durante su presidencia.
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