Cuando el pastor sigue al reba?o
La revoluci¨®n que promet¨ªa el Papa arriesga a quedarse en las formas. ?Ser¨¢ capaz de pasar de los gestos a las gestas?
No est¨¢ claro si el pastor gu¨ªa al reba?o o si el reba?o gu¨ªa al pastor. La primera hip¨®tesis refleja la obligaci¨®n jer¨¢rquica del Papa, pero la segunda ha adquirido verosimilitud con la accidentalidad de un pontificado que se desenvuelve entre las ocurrencias, la inercia plebiscitaria y la improvisaci¨®n.
El caso m¨¢s reciente al respecto concierne al papel de la mujer en la Iglesia. No porque existan expectativas revolucionarias, sino porque Francisco se ha comprometido a estudiar la equiparaci¨®n entre di¨¢conos y diaconisas, de tal forma que estas ¨²ltimas tendr¨ªan la facultad de administrar el bautismo y asistir las nupcias, adquiriendo un rango superior al de la monja rasa.
Nada que ver con el sacerdocio femenino. O mucho que ver con la definici¨®n vol¨¢til del papado franciscano, toda vez que el debate de la discriminaci¨®n del clero femenino se origin¨® inesperadamente en el Vaticano como reclamaci¨®n de una representante de la Uni¨®n Internacional de Superioras.
El Papa sab¨ªa de las c¨¢maras y de la expectaci¨®n. Tambi¨¦n parece haber asumido el poder medi¨¢tico, cat¨¢rtico que se le atribuyen a sus palabras. Y las proezas que se le amontonan o se le reconocen por el mero hecho de insinuarlas, forz¨¢ndole a cumplir el papel de Pont¨ªfice transgresor o de patriarca planetario en un asombroso ejercicio de sugesti¨®n.
Y lo que concedi¨® el Papa a las superioras fue lo que hubiera concedido un primer ministro con reflejos. Aceptar la sugerencia con empat¨ªa. Y comprometerse a la apertura de una comisi¨®n, igual que ya las hab¨ªa abierto para depurar los casos de pederastia, rectificar la opacidad financiera de la Santa Sede, o velar por el desasosiego de los divorciados.
La paradoja del papado tres a?os despu¨¦s de haberse inaugurado consiste en la distancia que separa las palabras de los hechos, las formas del fondo. Francisco ha adquirido una reputaci¨®n de Papa transformador no por sus novedades doctrinales, sino por su instinto informativo, su carisma esc¨¦nico y su posici¨®n de contrafigura a una Iglesia opulenta y herm¨¦tica.
Ha descompuesto las maneras. Ha roto la distancia jer¨¢rquica con los feligreses. Ha lavado los pies de los presos. Ha abjurado de los s¨ªmbolos del poder. Y se ha hecho humano, con el riesgo que supone la trivializaci¨®n del primado. O con la preocupaci¨®n que semejante sensibilidad franciscana ha abierto entre los flancos conservadores. No ya desconcertados por la irrupci¨®n de un Papa arrabalero y peronista que simpatiza con la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, sino irritados por la popularidad de Francisco entre los agn¨®sticos y los ateos, a quienes deslumbra la tolerancia del Papa y la destreza con que se aferra al und¨¦cimo mandamiento.
¡°?Qui¨¦n soy yo para juzgar a un homosexual?¡±, proclam¨® Francisco asumiendo el madero de la discriminaci¨®n. E ignor¨¢ndose entonces que Jorge Mario Bergoglio tanto vetar¨ªa el nombramiento de un embajador franc¨¦s homosexual ante la Santa Sede como se movilizar¨ªa para malograr en Italia los matrimonios entre personas del mismo g¨¦nero.
Hab¨ªa sucedido en Irlanda unos meses antes. Y hab¨ªa trascendido que el Papa los consideraba una ¡°derrota para la humanidad¡±, predisponiendo por id¨¦nticas razones un asedio a la maduraci¨®n de la normativa italiana. Que se ha aprobado, es verdad, pero desprovista de la igualdad sem¨¢ntica ¡ªqueda prohibido el uso del t¨¦rmino matrimonio¡ª y de los derechos de adopci¨®n.
No parecen haberle afectado a la reputaci¨®n del Pont¨ªfice estas ambig¨¹edades. Su grado de infalibilidad y de devoci¨®n consolidan un aura providencial al que se han adherido los populismos de izquierdas ¡ªPodemos, Bernie Sanders, Corbyn, Maduro¡¡ª y los movimientos ecologistas, advirtiendo en este Papa un azote contra el capitalismo y un aliado en la custodia del planeta, como se desprende de su rechazo a las energ¨ªas f¨®siles y de sus homil¨ªas justicieras sobre la redistribuci¨®n de la riqueza.
Francisco gusta como l¨ªder pol¨ªtico, como revulsivo latinoamericano, incluso como misionero de La sangre del pobre (1909), un ensayo del escritor ultracat¨®lico L¨¦on Bloy de acuerdo con el cual la prosperidad de unos proviene exacta, aritm¨¦ticamente, de la miseria de los otros.
El Papa sabe d¨®nde tiene que ir, como sucedi¨® en Lesbos. Y sabe lo que tiene que decir, como ocurri¨® cuando opuso el lenguaje de las flores al de las armas (textual) en plena hemorragia siria. El problema es que tanta sensibilidad hacia las emergencias planetarias parece haber subordinado las obligaciones propias. Y desdibujado cualquier reformulaci¨®n de la doctrina sobre el celibato, el aborto, los anticonceptivos, la moral sexual.
Tanta sensibilidad hacia las emergencias planetarias parece haber subordinado las obligaciones propias
No va a prosperar m¨¢s all¨¢ de la superficie el debate de las diaconisas. Ni siquiera lo hizo el de los divorciados. Parec¨ªa que el Papa les hab¨ªa reconocido el derecho a la comuni¨®n, pero su ¨²ltima exhortaci¨®n apost¨®lica (Amoris laetitia) elude cualquier modificaci¨®n doctrinal o legislativa al respecto. Y atribuye a la sensibilidad de los obispos o de los sacerdotes la situaci¨®n de cada caso, lejos de una indulgencia generalizada.
El c¨®nclave que proclam¨® a Francisco se observ¨® como una inflexi¨®n hist¨®rica. El primer Papa jesuita. El primer Papa americano. El Papa libertario y franciscano. No se pueden reprochar a Bergoglio las construcciones ajenas ni las invocaciones mesi¨¢nicas, pero el an¨¢lisis de su primer trienio en olor de multitudes obliga a abanicar el incienso de las palabras.
De otro modo, el National Catholic Reporter, una exigente publicaci¨®n estadounidense que recela de la euforia ¡°papulista¡±, no hubiera encadenado una serie de editoriales severos en los que reprocha al Pont¨ªfice la tibieza de las comisiones de las finanzas y de los abusos sexuales.
La opini¨®n p¨²blica considera resueltos ambos conflictos porque Francisco los ha condenado con extraordinaria dureza, pero llama la atenci¨®n que la beligerancia hacia unos y otros delincuentes apenas haya tenido correlaci¨®n en procesos judiciales, condenas y escarmientos ejemplares.
No se pueden cambiar en tres a?os las inercias milenarias ni las palabras escritas en piedra. Francisco, en cambio, s¨ª dispone de todos los poderes y de todos los medios para modular de los gestos a las gestas.
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