El ¨²ltimo reducto jud¨ªo del norte de ?frica
La comunidad jud¨ªa de T¨²nez celebra su peregrinaje anual bajo fuertes medidas de seguridad
Seg¨²n cuenta la leyenda, varias familias jud¨ªas cruzaron el mar Mediterr¨¢neo poco despu¨¦s de la destrucci¨®n del templo de Salom¨®n, hace m¨¢s de 2.500 a?os, y se instalaron en la isla tunecina de Yerba. Con ellos, llevaban una piedra o una puerta ¡ªhay diferentes versiones¡ª del templo. Sobre ella, construyeron una sinagoga, la Ghriba, que se ha convertido en lugar de peregrinaje anual para cientos de jud¨ªos de origen tunecino distribuidos por todo el mundo. En el recinto adyacente, varias mujeres ataviadas con vestidos tradicionales se esmeran a escribir sendos huevos duros sus peticiones a la Ghriba. A menudo, la llegada de un marido, o ese anhelado embarazo que se resiste.
¡°La actual fiesta de la Ghriba es una celebraci¨®n relativamente reciente, de hace d¨¦cadas, y es sobre todo una expresi¨®n de la enorme nostalgia de los jud¨ªos tunecinos. La perfecta excusa para volver a una tierra que consideran su pa¨ªs¡±, comenta Sonia Fellous, una acad¨¦mica jud¨ªa que huy¨® a Francia con su familia siendo una ni?a en los a?os sesenta. Seg¨²n Ren¨¦ Trabelsi, organizador del festival, m¨¢s de 600 jud¨ªos han venido del extranjero para sumarse a los 1.200 que residen en Yerba y que forman la mayor comunidad jud¨ªa del mundo ¨¢rabe, reliquia de un tiempo de armoniosa convivencia entre el juda¨ªsmo y el islam.
Como en el resto de pa¨ªses ¨¢rabes, en T¨²nez se produjo un importante ¨¦xodo jud¨ªo jalonado al ritmo de las erupciones violentas del conflicto de Oriente Pr¨®ximo. En todo el norte de ?frica, se estima que quedan hoy unos 4.200 jud¨ªos de una poblaci¨®n de m¨¢s de 600.000 en los a?os cuarenta. En T¨²nez, son poco m¨¢s de 1.500 respecto a los m¨¢s de 100.000 de hace siete d¨¦cadas. ¡°Mi familia aguant¨® hasta que quemaron la tienda de los bajos de nuestro edificio y la sinagoga. Ten¨ªamos mucho miedo sobre qu¨¦ podr¨ªa pasar¡±, recuerda Fellous. Una minor¨ªa se dirigi¨® a Israel. Los m¨¢s, a Francia, la antigua potencia colonial.
En Yerba, la apacible isla que sedujo a Ulises, el acoso fue de menor intensidad y se inici¨® m¨¢s tarde. A diferencia de sus correligionarios del norte del pa¨ªs, los jud¨ªos de Yerba son muy devotos y tradicionalistas, en sus comportamientos y tambi¨¦n en el vestir: las mujeres casadas se cubren siempre la cabeza con un pa?uelo, y nunca usan pantalones. ¡°Para nosotros es muy importante mantener la identidad. Por eso, pocos env¨ªan los hijos a la universidad, a la gran ciudad. Se acabar¨ªan alejando de la religi¨®n¡±, cuenta David Boukouris, un agente comercial de 47 a?os y padre de ocho hijos. Las familias, habitualmente numerosas, retiran a sus hijos de la escuela antes de terminar la secundaria para ense?arles el oficio familiar, como la orfebrer¨ªa. A las chicas, se las casa a una edad temprana.
¡°La relaci¨®n entre musulmanes y jud¨ªos es m¨¢s de coexistencia que de integraci¨®n. La interacci¨®n en la calle, en las tiendas, es cordial. Pero los grupos de amigos, suelen ser de la misma religi¨®n¡±, cuenta Annie Kabla, propietaria de un cibercaf¨¦ y que se define como una de las pocas jud¨ªas de Yerba secularizadas. ¡°En T¨²nez [capital], s¨ª hay alg¨²n matrimonio mixto, sobre todo entre intelectuales. Pero no los encontrar¨¢s en la isla. Bueno, alguno hay, pero es secreto, y ninguna de las dos comunidades lo sabe. As¨ª que no te puedo dar nombres¡±, asegura mientras se le dibuja una sonrisa p¨ªcara bajo la nariz.
M¨¢s de 2.500 polic¨ªas, soldados y miembros de las fuerzas especiales se han desplegado este a?o para proteger el festival. Durante los ¨²ltimos d¨ªas, polic¨ªas de paisano siguen con mal disimulo a los for¨¢neos que se pasean con una c¨¢mara por el barrio jud¨ªo, la Hara Kabira, con sus fachadas decoradas con dibujos de peces y de la menor¨¢, el candelabro jud¨ªo. No en vano, a solo unos 90 kil¨®metros se encuentra Ben Guerdane, la ciudad que decenas de combatientes del autodenominado Estado Isl¨¢mico intentaron asaltar el pasado mes de marzo. La comunidad ya fue v¨ªctima de la brutalidad de Al Qaeda. A la entrada de la Ghriba, una placa recuerda a las 19 v¨ªctimas mortales del atentado con un cami¨®n bomba del a?o 2002.
¡°Aqu¨ª nos sentimos seguros. No sufrimos amenazas personales directas y el Estado nos protege. Ciertamente, el riesgo de atentado existe, pero no es mayor que en otros lugares como Francia¡±, comenta Roger Bismouth, un nonagenario empresario que desde hace d¨¦cadas ejerce de la presidente de la comunidad jud¨ªa de T¨²nez. ¡°Somos tunecinos y este es nuestro pa¨ªs. Si despu¨¦s de todo lo que ha pasado despu¨¦s de la Revoluci¨®n no nos hemos ido, de aqu¨ª ya no nos mueve nadie¡±, proclama sonriente Boukuris, ataviado como grande y peque?os con una kip¨¢ negra, el tradicional gorro jud¨ªo.
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