Los Zetas convirtieron una c¨¢rcel en un campo de secuestro y exterminio
El narco arrastraba a sus v¨ªctimas a la prisi¨®n de Piedras Negras (Coahuila) para hacerlas desaparecer. Hubo 150 asesinatos y ahora se ha detenido a 5 sospechosos
En los desiertos del norte de M¨¦xico, detr¨¢s de los muros de la prisi¨®n estatal de Piedras Negras, se ocultaba un templo de la muerte. Un campo de exterminio al servicio del c¨¢rtel de Los Zetas. All¨ª, ante el silencio de una autoridad sometida, esta organizaci¨®n criminal formada por adoradores de la Santa Muerte arrastraba a sus v¨ªctimas del exterior, las torturaba, despedazaba y eliminaba. Al menos 150 personas cayeron en ese t¨²nel del horror que ahora, cuatro a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n y tras las primeras detenciones, ha emergido a la luz.
Ram¨®n Burciaga Magallanes, El Maga, ten¨ªa el poder sobre la vida y la muerte en aquel infierno. Entre diciembre de 2009 y enero 2012, este convicto de mirada filosa fue el hombre del c¨¢rtel de Los Zetas en la prisi¨®n norte?a. Y como tal, su due?o. Pero no actuaba solo. Las ¨®rdenes de captura giradas por las autoridades de Coahuila incluyen a otros cuatro sospechosos: David Alejandro Loreto Mejorado, Manuel Elguezabal Hern¨¢ndez, Francisco Javier V¨¦lez y Santiago Peralta Garc¨ªa. Todos ellos han sido acusados, de momento, de haber participado en siete desapariciones forzadas. Son los casos en los que, seg¨²n fuentes oficiales, se ha podido demostrar la vinculaci¨®n. Pero las pesquisas comprenden muchas m¨¢s v¨ªctimas que, tras pasar los muros de la prisi¨®n, nunca m¨¢s vieron la luz. ¡°La investigaci¨®n sigue abierta y se realizan diligencias para dar con el paradero de m¨¢s desaparecidos trasladados al centro penitenciario para privarlos de la vida¡±, indica en un comunicado la Procuradur¨ªa.
Durante a?os, el penal fue una pesadilla que goz¨® de lo que ciertas autoridades mexicanas denominan eufem¨ªsticamente ¡°autogobierno¡±. Un fen¨®meno en el que Estado mira hacia otro lado a cambio de evitar motines. ¡°Para no entrar en conflicto ceden el control al narco, es algo que sucede, aunque a menor escala, en casi todas las prisiones estatales¡±, se?ala Alejandro Hope, experto en seguridad y antiguo directivo de los servicios de inteligencia.
En el presidio de Piedras Negras, ubicado en la convulsa frontera con Estados Unidos, a poca distancia de Eagle Pass (Texas), el dominio de Los Zetas traspas¨® cualquier l¨ªmite. Detr¨¢s de sus muros, los secuestrados eran asesinados y troceados. Muchos proced¨ªan de sus mismas filas, otros eran adversarios, pero tambi¨¦n los hab¨ªa que simplemente hab¨ªan ca¨ªdo en mal lugar. Sus gritos debieron perderse entre los muros de hormig¨®n. Nadie contest¨®, nadie movi¨® un dedo. Como otras matanzas de Coahuila, s¨®lo el paso de los a?os ha permitido derribar los muros del miedo y arrojar alguna luz sobre la barbarie.
Formados por desertores de los comandos de ¨¦lite mexicanos, Los Zetas surgieron como brazo armado del c¨¢rtel del Golfo. Pronto, catapultados por su conocimiento de las t¨¦cnicas militares, se emanciparon y empezaron a buscar su propio territorio. Ten¨ªan un sello inconfundible. Cortaban cabezas y las arrojaban en lugares p¨²blicos. Grababan sus torturas y mutilaciones. Hac¨ªan desaparecer los cuerpos en ¨¢cido. Como una plaga, estos adoradores de la Santa Muerte se extendieron por el noreste. Siempre atentos a la frontera con Estados Unidos, el mayor mercado de droga del mundo, hallaron su h¨¢bitat en Tamaulipas y Coahuila. En sus desiertos impusieron la ley. Eran capaces de tomar a peque?as ciudades como Allende y hacer desaparecer decenas de vecinos a plena luz del d¨ªa.
Su poder alcanz¨® Piedras Negras. A lo largo de seis a?os el centro penitenciario estuvo sometido a su control. Los presos zetas entraban y sal¨ªan a su antojo. En su interior se ocultaban sus l¨ªderes cuando se sent¨ªan perseguidos por las fuerzas federales. Tambi¨¦n fabricaban el utillaje necesario para su guerra: chalecos antibalas, uniformes policiales y militares, carrocer¨ªas modificadas.
Pasado el tiempo, el santuario criminal empez¨® a funcionar como centro de recepci¨®n de las v¨ªctimas de las c¨¦lulas zetas que operaban en Coahuila. Dentro, seg¨²n la reconstrucci¨®n policial, se les hac¨ªa desaparecer con ¨¢cido o fuego en tanques de acero. Los restos eran arrojados a 30 kil¨®metros de distancia, en las aguas del r¨ªo San Rodrigo.
La barbarie permaneci¨® en la oscuridad hasta hace dos a?os. Con el debilitamiento de Los Zetas, los rumores se convirtieron en declaraciones. Una unidad especial, dedicada a la investigaci¨®n de desaparecidos, empez¨® a indagar. La c¨¢rcel ya no era el infierno de anta?o. Los continuos golpes federales y las sucesivas ca¨ªdas de los l¨ªderes hab¨ªan debilitado al c¨¢rtel. El punto de quiebra fue la salida, presentada oficialmente como fuga, de 132 reclusos ligados al narcotr¨¢fico en oto?o de 2012. Despu¨¦s de esta evasi¨®n masiva, el centro penitenciario fue cerrado y se impuso el orden. Pacificado el penal, los agentes de la unidad de desaparecidos pudieron interrogar a 138 internos y recabar 42 testimonios. Las ¨®rdenes de detenci¨®n, las primeras libradas por el caso, se giraron esta semana. Para capturar a El Maga no tuvieron que andar mucho. Cuatro a?os despu¨¦s, segu¨ªa encarcelado. Su delito: secuestro.
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