Hillary Clinton y Donald Trump, la elecci¨®n m¨¢s polarizada
Las diferencias de temperamento e ideolog¨ªa entre los candidatos tensan la carrera a la Casa Blanca
El contraste entre Hillary Clinton y Donald Trump desmiente el t¨®pico seg¨²n el cual, en las democracias occidentales, las diferencias entre las principales opciones son m¨ªnimas, una cuesti¨®n de matices. En el estilo, en la trayectoria vital y profesional, en el temperamento y la ideolog¨ªa, los partidos dem¨®crata y republicano no habr¨ªan podido elegir a dos candidatos m¨¢s distintos para las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Ella es una pol¨ªtica profesional, experimentada, reflexiva, al¨¦rgica al riesgo y con propuestas que se inscriben la centralidad de Estados Unidos. ?l es un novato en el oficio, un magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad, instintivo e indisciplinado, con facilidad para el insulto y un raro talento para conectar con un segmento del electorado defraudado por la pol¨ªtica a la vieja usanza.
Despu¨¦s de un a?o de campa?a y cuatro meses de elecciones primarias y caucus (asambleas electivas), dem¨®cratas y republicanos tienen a sus candidatos para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca. En julio se celebrar¨¢n las convenciones que har¨¢n oficial la nominaci¨®n.
Los dem¨®cratas han elegido a una candidata identificada con el establishment, alguien que ha vivido en la Casa Blanca como primera dama y que lleva cuatro d¨¦cadas en pol¨ªtica. Los republicanos se han visto desbordados por un movimiento insurgente y sus bases han coronado a un hombre que, aunque pertenece al establishment econ¨®mico, alza la bandera antielitista: un candidato que, hasta hace unos a?os, ni siquiera pertenec¨ªa al partido y cuyas ideas violan muchos de los dogmas de la derecha.
Vuelven los 'baby-boomers'
Hillary Clinton y Donald Trump, candidatos dem¨®crata y republicano a las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, comparten generaci¨®n. Los primeros baby-boomers, nacidos durante los a?os de la explosi¨®n demogr¨¢fica despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, regresan al poder. El pr¨®ximo presidente ser¨¢ mayor que el actual Barack Obama, de 54 a?os. Ella tiene 68 a?os; ¨¦l, 69. Ambos son blancos, protestantes y neoyorquinos, ciudad en la que Trump naci¨® y en la que los Clinton se afincaran despu¨¦s de que su marido, Bill, abandonase la presidencia en 2001. Ambos pertenecen a la ¨¦lite del pa¨ªs: pol¨ªtica, en el caso de Clinton; empresarial en el de Trump. En el pasado se movieron en los mismos c¨ªrculos. La foto de Hillary y Bill en la boda de Donald con su tercera esposa, Melania, en 2005, todos felices y sonrientes, es el documento de una ¨¦poca. Algunos republicanos que reniegan de Trump pero tampoco quieren a Clinton exhiben esta foto como prueba de que es necesario un tercer candidato independiente. Trump y Clinton comparten otro rasgo: encabezan la clasificaci¨®n de candidatos presidenciales m¨¢s impopulares en las ¨²ltimas d¨¦cadas, aunque Trump supera a Clinton. Son figuras que polarizan: esta no ser¨¢ una campa?a en positivo. Como todos los aspirantes a la Casa Blanca, tambi¨¦n comparten una ambici¨®n desmedida: pertenecen a la estirpe de ciudadanos que, al mirarse en el espejo, piensan que perfectamente podr¨ªan dirigir la primera potencia mundial.
Ella es una mujer de con escasas habilidades ret¨®ricas, m¨¢s tecn¨®crata que animal pol¨ªtico. ?l, un torbellino verbal, un hombre propenso a las salidas de tono mis¨®ginas y racistas.
La aspirante dem¨®crata es, como dijo esta semana el presidente Obama, una de las candidatas a la presidencia mejor cualificadas de la historia. Como primera dama, cuando en los noventa su marido, Bill, fue presidente, tuvo un papel activo en el Gobierno. En la d¨¦cada siguiente fue senadora por el estado de Nueva York y secretaria de Estado. Si la Casa Blanca dependiese del curr¨ªculum, ella ser¨ªa el presidente n¨²mero 45. Pero la presidencia no depende de esto. Los estadounidenses suelen preferir a candidatos menos experimentados, sin el bagaje inc¨®modo que suponen las largas estancias en Washington. El mito de M¨ªster Smith, el ciudadano ingenuo, sin lastres, que en la pel¨ªcula de Frank Capra de 1939 llega a Washington para descubrir la corrupci¨®n de la capital, sigue vigente. Otra cosa es que los votantes acepten a alguien con tan poco curr¨ªculum como Trump, un empresario que nunca ha ejercido un cargo ejecutivo ni legislativo, sin una ideolog¨ªa pol¨ªtica definida ni conocimientos, m¨¢s que superficiales, sobre los asuntos que le ocupar¨¢n si llega a la Casa Blanca. Ella conoce, hasta la extenuaci¨®n, la letra peque?a de los programas y las leyes, y cree en las mejoras paulatinas, pragm¨¢ticas, la estrategia de los dos pasos adelante y uno atr¨¢s, m¨¢s que en la ret¨®rica ampulosa y las promesas de revoluciones. A ¨¦l no le interesan estos detalles y cree que, con voluntad, ¡°volver¨¢ a hacer grande a Am¨¦rica¡±, como dice su eslogan.
Los perfiles psicol¨®gicos son opuestos. Trump es un ¡°narcisista extremo¡±, en palabras el psicoterapeuta Joseph Burgo, autor de The Narcissist You Know: Defending Yourself Against Extreme Narcissists in an All-About-Me World (El narcisista que conoces: defi¨¦ndete ante los narcisistas extremos en un mundo que solo gira en torno a m¨ª). ¡°Un narcisista extremo¡±, dice Burgo, ¡°experimenta la cr¨ªtica, aunque sea v¨¢lida, como un ataque personal, y al instante pasa a la ofensiva usando tres armas caracter¨ªsticas para asaltar a su cr¨ªtico: culparle, despreciarle e indignarse con autocomplacencia¡±.
Aunque, como todo aspirante presidencial, Clinton tambi¨¦n presenta un grado de narcisismo, ¡°no responde a los ataques de esta manera¡±, dice Burgo en un correo electr¨®nico. Mantiene la calma, aun bajo presi¨®n. Da respuestas meditadas, a veces demasiado detalladas.
¡°Por otro lado, repetidamente parece topar con la ley de tal modo que indica que ella cree que puede permit¨ªrselo todo¡±, a?ade Burgo. Un ejemplo es el caso del servidor privado para enviar correos electr¨®nicos que cre¨® cuando era secretaria de Estado, ahora bajo investigaci¨®n. Con este servidor, que era?externo al sistema del Departamento de Estado pero us¨® para fines profesionales, se salt¨® las normas oficiales. ¡°Estudios recientes han mostrado que la riqueza y el poder llevan a la gente a hacer trampas y a pensar que las leyes se aplican a los dem¨¢s. Es decir, la riqueza y el poder promueven un comportamiento narcisista¡±.
Con Clinton nada es sencillo: la l¨ªnea m¨¢s corta entre dos puntos nunca es la recta. El primer intento de ser candidata a la Casa Blanca, en 2008, termin¨® el fracaso: la derrot¨® en las primarias dem¨®cratas un senador joven e inexperto, Barack Obama. La tendencia a complicarse la vida gratuitamente ante esc¨¢ndalos supuestos o reales le ha merecido una reputaci¨®n de persona poco fiable. Trump enga?a sin complejos y es capaz de contradecirse en una frase, pero proyecta la imagen de hombre directo y sincero. Improvisa sus discursos y dice lo que le pasa por la cabeza. Su irrupci¨®n en la pol¨ªtica ha sido fulgurante: al primer intento ha derrotado en las primarias y caucus a 16 republicanos, algunos de ellos pol¨ªticos veteranos con experiencia ejecutiva y legislativa y armados con millones de d¨®lares y los mejores equipos de asesores.
Trump inicia la carrera para las presidenciales con 70 empleados en su equipo de campa?a. Clinton tiene 732. Trump ha recaudado 57 millones de d¨®lares, seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles. Clinton, 204. Trump alega que ¨¦l se basta con un c¨ªrculo reducido de colaboradores. Y sostiene que no necesita tanto dinero como Clinton: su presencia permanente en televisi¨®n le garantiza la audiencia millonaria sin desembolsar un d¨®lar.
Clinton dispone del respaldo del Partido Dem¨®crata. Dos expresidentes har¨¢n campa?a con ella: Bill Clinton y Barack Obama. S¨®lo le falta que su rival en las primarias y caucus, el senador Bernie Sanders, admita oficialmente la derrota en las primarias y la apoye. El triunfo de Trump divide al Partido Republicano. Los dos ¨²ltimos presidentes del partido, George Bush padre e hijo, y el ¨²ltimo candidato, Mitt Romney, no quieren saber nada de ¨¦l. Los dirigentes actuales le apoyan, sin entusiasmo.
Si ganase, Trump acreditar¨ªa que este es el a?o de los detractores del establishment, el de los votantes que quieren romper con la clase pol¨ªtica. Si ganase Clinton, ocurrir¨ªa lo contrario: pese al ¨¦xito de los candidatos insurgentes en las primarias y pese al malestar de los estadounidenses y el supuesto declive de la primera potencia, llegar¨ªa a la Casa Blanca quien mejor representa a la denostada ¨¦lite: la candidata de la continuidad y, al mismo tiempo, la de la novedad m¨¢s revolucionaria. La primera mujer presidenta.
Inmigraci¨®n, pol¨ªtica exterior, proteccionismo
En inmigraci¨®n, la dem¨®crata Hillary Clinton quiere ampliarla regularizaci¨®n de los inmigrantes sin papeles. Donald Trump promete construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y M¨¦xico, que deber¨ªa sufragar M¨¦xico, y deportar a 11 millones de sin papeles y prohibir la entrada de musulmanes.
En el exterior, Clinton defiende una pol¨ªtica multilateral, en la que EE UU consolide su preeminencia mundial mediante alianzas con otros pa¨ªses. Trump recupera la tradici¨®n aislacionista de la derecha estadounidense, esc¨¦ptica ante las viejas alianzas con Europa o Asia.
En la pol¨ªtica comercial, Clinton, partidaria en el pasado del libre comercio, se opone ahora la oposici¨®n al acuerdo con los pa¨ªses del Asia y el Pac¨ªfico. Trump ha hecho del proteccionismo una de sus banderas.
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