La daga de la ostentaci¨®n
La polic¨ªa turca se incauta de un pu?al perteneciente al dictador libio Muamar al Gadafi que iba a ser vendido a un coleccionista saud¨ª por 10 millones de d¨®lares
¡°Transfiera a nuestra casa de cambio 10 millones de d¨®lares (8,9 millones de euros)¡±, pidi¨® el empresario turco a su cliente, un ciudadano de Arabia Saud¨ª. ¡°Si la daga resulta no ser original, le devolveremos el dinero¡±, asegur¨®. El negocio parec¨ªa hecho. Y de ah¨ª la soltura con la que se expresaba el vendedor.
Lo que no sab¨ªa es que estaba siendo escuchado por la polic¨ªa, que le segu¨ªa la pista. La compraventa de la daga deb¨ªa realizarse en un hotel no muy lejos del principal aeropuerto de Estambul pero, cuando el empresario, identificado como A. A., se dirig¨ªa al punto de entrega acordado, los agentes intervinieron para detenerlo junto a dos secuaces.
La sorpresa lleg¨® al identificar los investigadores turcos la pieza que iba a ser vendida: un pu?al de marfil ornado con rub¨ªes, zafiros, esmeraldas y diamantes engastados que perteneci¨® al dictador libio Muamar el Gadafi, asesinado en 2011. Desde luego, el pomposo estilo de la daga encaja con quien fue el aut¨®crata m¨¢s hortera del norte de ?frica.
La ca¨ªda del r¨¦gimen de la Yamahiriya¡ªrep¨²blica de las masas¡ª hace un lustro y la guerra civil desatada tras la particular primavera ¨¢rabe libia han abierto un inmenso vac¨ªo de poder que ha sido aprovechado por traficantes de vario pelaje. Ya desde el inicio de la revuelta se pudo ver a los alzados saqueando las joyas, pistolas de oro y obras de arte de los palacios de Gadafi. Tambi¨¦n desaparecieron antig¨¹edades, como el llamado Tesoro de Bengasi, una colecci¨®n de miles de monedas de los periodos helen¨ªstico y romano guardada en la caja fuerte de un banco de dicha ciudad. Recientemente, el Consejo Internacional de Museos redact¨® una lista del patrimonio libio cuya seguridad peligra.
¡°Los conflictos incrementan las oportunidades para los traficantes, porque la ley se desmorona y las fuerzas de seguridad son m¨¢s proclives a recibir sobornos¡±, sostiene Samuel Hardy, experto en tr¨¢fico de antig¨¹edades. ¡°Adem¨¢s, as¨ª se financian los grupos combatientes¡±, a?ade. El Estado Isl¨¢mico, por ejemplo, ha convertido el contrabando de piezas arqueol¨®gicas en una de sus principales fuentes de recaudaci¨®n.
A. A. adquiri¨® hace tres meses el pu?al de Gadafi a grupos rebeldes en Libia por 4,6 millones de d¨®lares, pese a que una tasaci¨®n realizada por el colegio de joyeros de Turqu¨ªa para comprobar su autenticidad lo ha valorado en solo unos dos millones de d¨®lares. ¡°Algunos coleccionistas tienen tanto dinero que al pagar por encima del valor real establecen un nuevo precio de mercado para estas piezas¡±, precisa Hardy. Las guerras abiertas en Siria, Irak, Libia y Yemen han incrementado el apetito por las obras de arte locales, bien por el hecho de conseguir rarezas, bien por la mayor facilidad para adquirirlas.
Desde 2011, las autoridades turcas se han incautado de unas 7.000 antig¨¹edades y obras de arte saqueadas, algunas de ellas de valor incalculable, como las m¨¢s de trescientas piezas sumerias y asirias que datan de hace unos 3.000 a?os decomisadas en 2014. ¡°La Polic¨ªa y la Gendarmer¨ªa turcas invierten mucho tiempo en tratar de detener este tipo de tr¨¢fico, pero es muy dif¨ªcil porque el mercado est¨¢ poco controlado¡±, opina Hardy. En muchos casos, los objetos robados son comprados y revendidos en m¨²ltiples ocasiones, para generar papeleo que d¨¦ apariencia de legalidad ¨Cdel mismo modo que se hace para blanquear dinero a trav¨¦s de para¨ªsos fiscales-. ¡°Los marchantes y clientes tambi¨¦n eligen creer lo que les cuentan los traficantes, o se autoconvencen de que as¨ª est¨¢n salvando obras de arte de su destrucci¨®n¡±.
Turqu¨ªa es un lugar clave en la ruta del tr¨¢fico de arte, pero s¨®lo como paso: los mercados, como siempre, est¨¢n en los pa¨ªses m¨¢s ricos. Tradicionalmente su destino eran pa¨ªses de Europa y Norteam¨¦rica, pero seg¨²n advierte Hardy: ¡°Para lo mucho que se est¨¢ saqueando en Oriente Medio, vemos reaparecer muy pocas piezas en mercados occidentales¡±. Hay varias hip¨®tesis que lo explican: una es que las operaciones de compraventa son cada vez m¨¢s discretas y la relaci¨®n entre saqueadores y vendedores m¨¢s directa gracias a las nuevas tecnolog¨ªas. Otra que, dada la cantidad de obras robadas, se esconden durante a?os en espera de que su precio aumente. Y la tercera es el incremento de la demanda en otros lugares, especialmente el Golfo P¨¦rsico, donde, dice Hardy ¡°los estratos m¨¢s pudientes de esas sociedades buscan mostrar su riqueza o blanquear dinero¡±. No en vano el mismo d¨ªa en que fue descubierto el pu?al de Gadafi, en otra operaci¨®n contra el tr¨¢fico de obras de arte, tambi¨¦n en Estambul, eran confiscadas 196 monedas de oro y bronce de ¨¦poca bizantina y otomana, adem¨¢s de unos dados de 1.500 a?os de antig¨¹edad. El comprador, en este caso, era igualmente de Arabia Saud¨ª.
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