Un grupo armado saquea la casa de la madre del Chapo Guzm¨¢n en Sinaloa
150 sicarios irrumpen en el santuario de Guzm¨¢n Loera, matan a tres vecinos y 'profanan' la vivienda materna
Algo terrible se ha puesto en marcha en el oscuro mundo del narco. Un contingente de 150 hombres armados irrumpieron este s¨¢bado en la rec¨®ndita comunidad de La Tuna (Sinaloa) y, siempre seg¨²n las primeras versiones, saquearon la mansi¨®n de la madre de Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, El Chapo. El ataque al territorio sagrado del mayor narcotraficante del mundo dej¨® un rastro de sangre y terror. Al menos tres personas murieron baleadas, seg¨²n el diario local R¨ªodoce. Una cifra que otras fuentes period¨ªsticas elevan a ocho.
El golpe es una se?al de advertencia. La devoci¨®n de El Chapo por su pueblo natal y su madre es bien conocida. Ni?o maltratado por su padre, ella le mantuvo cuando la familia, de 11 hermanos, pasaba penurias. Y ella se qued¨® en la aldea, de apenas un centenar de habitantes, cuando su reto?o alcanz¨® la c¨²spide del c¨¢rtel de Sinaloa. ¡°Los hijos uno los cr¨ªa y al final ellos toman su camino. ?l siempre ser¨¢ mi hijo, y yo siempre ser¨¦ su madre¡±, dijo hace dos a?os al conocer la captura de su v¨¢stago.
La Tuna, y por extensi¨®n el municipio de Badiraguato, forman uno de los v¨¦rtices del tri¨¢ngulo de oro. Un territorio escarpado e inaccesible entre Durango, Chihuahua y Sinaloa que se ha convertido en uno de los mayores productores de opio de Am¨¦rica y una pesadilla para los agentes antinarc¨®ticos de Estados Unidos. En ese santuario feudal, donde a Guzm¨¢n Loera se le conoce como El Se?or, la incursi¨®n del s¨¢bado puede ser entendida como una declaraci¨®n de guerra. O una venganza por motivos que se pierden en las tinieblas de Sinaloa.
Los testimonios recabados por los medios locales se?alan que el peque?o ej¨¦rcito lleg¨® a media ma?ana y, con total impunidad, se reparti¨® por comandos. Uno irrumpi¨® en la mansi¨®n de Consuela Loera, rob¨® dos coches, tres motocicletas y cort¨® las l¨ªneas telef¨®nicas. La mujer, supuestamente, no sufri¨® golpes. Simult¨¢neamente, otros puntos del municipio fueron asaltados. A uno de los vecinos le sacaron a rastras de su vivienda y en plena calle lo mataron. Numerosos habitantes, ante la inminencia de un ba?o de sangre, han abandonado la zona.
La autor¨ªa permanece en el misterio. Una primera versi¨®n, sostenida por especialistas locales como Cynthia Vald¨¦z, indica que se trata de un ajuste de cuentas en el seno del c¨¢rtel de Sinaloa. Los hijos de Guzm¨¢n Loera, Iv¨¢n y Alfredo, conocidos como Los Menores o Los Chapitos, estar¨ªan enfrentados a la direcci¨®n de grupo criminal, en manos de capos hist¨®ricos como el legendario y jam¨¢s detenido Mayo Zambada. Las continuas refriegas habr¨ªan derivado en una advertencia en el punto m¨¢s sensible del poder de Los Chapitos.
Otras fuentes indican que el ataque fue perpetrado por el c¨¢rtel de los Beltr¨¢n Leyva, antiguos y feroces rivales de El Chapo. Durante a?os libraron una guerra que horroriz¨® al pa¨ªs. En un principio, Guzm¨¢n Loera los hab¨ªa contratado como brazo armado, hasta que en 2008, al caer uno de los suyos, los Beltr¨¢n Leyva consideraron que hab¨ªan sido traicionados. Los golpes y contragolpes, de infinita brutalidad, se sucedieron y supuestamente alcanzaron al propio Chapo, cuando uno de sus hijos, Edgar fue asesinado por un comando de 15 sicarios en un centro comercial de Culiac¨¢n, la capital de Sinaloa.
El pulso se mantuvo largo tiempo, pero la ca¨ªda de sus cabecillas, sobre todo, la muerte a tiros de Arturo Beltr¨¢n Leyva, El Jefe de Jefes, en diciembre de 2009, debilit¨® a la organizaci¨®n. Poco a poco fue perdiendo terreno. En enero pasado fue capturado su ¨²ltimo l¨ªder, Francisco Javier Hern¨¢ndez Garc¨ªa, conocido como El Panchillo o El 2000. En este escenario de declive, el encarcelamiento de El Chapo y su inminente extradici¨®n han podido dar nuevos br¨ªos a este c¨¢rtel. Es un enigma que posiblemente nunca llegue a resolverse. Pero, sea quien sea el autor del ataque, la respuesta de Guzm¨¢n Loera a¨²n est¨¢ por llegar.
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