Un cerco de rencor social en torno a la capital
El voto masivo del Brexit, a una hora del centro de Londres, convierte la ciudad en una isla que el resto mira como s¨ªmbolo del sistema
El barrio de South Kensington es uno de los m¨¢s europeos de Londres, lleno de italianos, espa?oles y franceses, pero no camareros, como muchos de sus compatriotas, sino ejecutivos de banca y finanzas. El precio de las casas se calcula a mill¨®n de euros la habitaci¨®n y te dan el 95% de la hipoteca. El Brexit para ellos ha sido un mazazo y miran con estupor a esa mayor¨ªa que se extiende m¨¢s all¨¢ de Londres, en la campi?a, que creen que ha sido manipulada y se ha dejado llevar por las tripas. Pero tampoco entre la gente sofisticada reina la serenidad: no es normal que decenas de londinenses esperaran en su casa al exalcalde Boris Johnson, l¨ªder del Brexit, para insultarle a gritos. Los nervios est¨¢n a flor de piel y el pa¨ªs se ha partido en dos.
Basta una hora de metro para salir de este Londres cosmopolita y de gente m¨¢s guapa y aparecer, por ejemplo, en Havering. Es un barrio en la frontera entre el campo y la ciudad, donde empiezan las vastas llanuras del Brexit del resto del pa¨ªs. En el mercado de Romford, con supermercados de todo "a 99 peniques o menos", y l¨®bregas casas de apuestas, es f¨¢cil encontrar partidarios del Brexit: basta seguir las banderas brit¨¢nicas en los puestos de zapatos, de fruta o pescado. Se las han puesto hasta al pollo, para aclarar que es producto nacional. Responden con fiereza con una palabra que se repite con rencor: no es Europa o Bruselas, es "stablishment", han votado contra eso, y es de casa.
"Aqu¨ª no encontrar¨¢s nadie que vote por la UE. En el centro, donde tienen el dinero, los pol¨ªticos, los banqueros, ahora pagar¨¢n las consecuencias, como las hemos pagado ya nosotros. Mira este barrio, estamos perdiendo nuestra identidad, tenemos una inmigraci¨®n masiva", dice Graeme Gibbons, 50 a?os, tres hijos, que vende productos de limpieza. Enumera los que han llegado: rumanos, albaneses, b¨²lgaros. Ian Clarke, 47 a?os, tres hijos, que tiene un puesto de golosinas -huevo frito de gominola, 1 libra cada160 gramos-, es m¨¢s expl¨ªcito: "Les hemos dado una buena patada. No s¨¦ qu¨¦ va a pasar ahora, y me da igual, nos arreglaremos". El voto ha sido como un gran corte de mangas, muy visceral. Pero tampoco se les ve contentos, como quien ha ganado algo. Varios ni quieren hablar.
Pegado a Gibbons est¨¢ una portuguesa del Algarve, la se?ora Valerica, que vende pelazanahorias. Uno, tres libras, y tiene oferta de dos por cinco, pero no vende nada. Est¨¢ muy disgustada. "No tenemos problemas de convivencia con nuestros vecinos, pero no sabemos lo que tienen en sus corazones". Lo mismo que Maninda Singh, un comerciante indio de electr¨®nica: "Esto es muy malo para los negocios. Hoy ya lo he notado, y eso que es d¨ªa de mercado. Mi familia est¨¢ aqu¨ª desde 1996. Queremos estar en Europa". Hay otra brecha entre los que apoyan el Brexit y sus vecinos extranjeros.
La desubicaci¨®n afecta tambi¨¦n a una anciana que vende flores y se apresura a aclarar que no es de Romford, sino de la ciudad, como si no quisiera ser confundida con los lugare?os, y que vot¨® a favor de la UE. Se siente extra?a entre los que no piensan como ella. Les pasa lo mismo a los granjeros que bajan del campo a Kensington, al mercado del s¨¢bado de la calle Bute, con productos bio, de alta calidad y car¨ªsimos. Como James Land, 30 a?os, o Richard Leveridge, 49, que sienten m¨¢s sinton¨ªa en la capital que en su pueblo, donde se ven como bichos raros. Son dos mundos culturales que no se comunican, se miran mal y no se entienden.
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