Colombia hacia la paz
Los obst¨¢culos para el fin de la guerra en Colombia no acabar¨¢n con la firma del acuerdo
?Habr¨¢ sido el pasado 23 de junio el ¨²ltimo d¨ªa de la guerra en Colombia? As¨ª lo entend¨ªan en La Habana el presidente Santos y el guerrillero en jefe de las FARC, Timochenko, cuando anunciaban ese d¨ªa un alto el fuego indefinido. En puridad, el fin de las hostilidades solo deber¨ªa contarse pasado un plazo a partir de la firma del gran acuerdo, puesto que como se ha dicho ¡°nada estar¨¢ acordado hasta que todo est¨¦ acordado¡±. Y el presidente se ha aventurado a pronosticar que la firma tendr¨ªa lugar el pr¨®ximo 20 de julio, pese a que hab¨ªa fallado ya en una predicci¨®n anterior, con lo que cualquier retraso injustificado ser¨ªa hoy muy preocupante. Rodrigo Londo?o Echeverri (Timochenko o Timole¨®n Jim¨¦nez, por nombres que no quede), cuya profesi¨®n civil es la reticencia, ha advertido, sin embargo, en la inimitable parla colombiana que ¡°a¨²n falta pelo para ese mo?o¡±.
La apuesta de Juan Manuel Santos es un todo o nada que atestigua de su audacia pol¨ªtica. Pero ya hubo presidentes, Belisario Betancur y Andr¨¦s Pastrana, que se embarcaron sin ¨¦xito con id¨¦ntica voluntad y arrojo en esa operaci¨®n. Y un tercer presidente, ?lvaro Uribe que, con su acoso al insurrecto narcoterrorista y la extensi¨®n del Estado colombiano a una gran parte del pa¨ªs donde no exist¨ªa, cre¨® las condiciones para que hoy sea posible hablar de una paz m¨¢s o menos cercana. Pero los obst¨¢culos, que no acabar¨ªan sino que se redoblar¨ªan con la firma, empiezan con la misma oposici¨®n del expresidente Uribe, que condena todo lo actuado en Cuba, apoyado por un amplio seguimiento popular.
Entre las necesidades m¨¢s inmediatas para que sea cre¨ªble la paz est¨¢ la transformaci¨®n de las FARC en partido pol¨ªtico, o cuando menos su desaparici¨®n como grupo guerrillero, porque a los 180 d¨ªas ¡ªenero o febrero de 2017¡ª del acuerdo final deber¨¢ haberse producido la entrega total de las armas. Ese es un dato que por su urgencia precede a cuestiones de mayor calado econ¨®mico y moral, como la reparaci¨®n a las v¨ªctimas, que se desglosa en 220.000 muertos, 5,7 millones de desplazados, y 25.000 desaparecidos, pero que exigir¨¢ un desarrollo prolongado; la evidencia de que ning¨²n guerrillero de nota ir¨¢ jam¨¢s a la c¨¢rcel; y que la orla de la insurrecci¨®n tendr¨¢ con gran probabilidad su curul (esca?o) en el Senado. Pero el uribismo vela sus armas a la espera de un probable refer¨¦ndum de ratificaci¨®n recogiendo firmas contra esa paz, a la que tachan de rendici¨®n ante una banda de narco-salteadores de caminos. Y los m¨¢s viejos del lugar aseguran que el desencuentro entre presidentes es mucho m¨¢s de piel que de programa, porque lo que irrita a Uribe V¨¦lez no es tanto que Santos firme como que haya trufado de adversarios suyos altos cargos del Estado.
Y en esta paz que tanto habr¨¢ a¨²n que pelear hay una lamentable ausente, Espa?a, que no ha recibido ni la consolaci¨®n de una veedur¨ªa menor, cuando ning¨²n pa¨ªs europeo, la agasajada Noruega incluida, ha seguido ni remotamente el avatar colombiano como lo han hecho la prensa y opini¨®n espa?olas.
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