¡°A mi hija la hincaron, la esposaron y le pusieron las pistolas en el pecho¡±
La Secretar¨ªa de Desarrollo Social del Estado ha contabilizado 185 familias desplazadas de Rosario desde 2012 a causa de la violencia
Una noche de noviembre Celia se preparaba para servir la cena cuando tres camionetas con hombres armados se detuvieron frente a la puerta de su casa. Uno de ellos comenz¨® a gritar el nombre de su hija. Blanca, una veintea?era de ojos avispados, asom¨® su rostro para averiguar qu¨¦ es lo que pasaba.
¡ªEl patr¨®n quiere hablar contigo, s¨²bete ¡ªle dijo uno de ellos.
¡ª?Conmigo? ¡ªrespondi¨® asombrada la joven.
¡ªS¨ª, que te subas ¡ªle exigi¨®.
El padre de Blanca intent¨® defenderla. Con sus 65 a?os a cuestas y las fuerzas vencidas, no pudo hacer mucho frente a las armas largas que sosten¨ªan la decena de sicarios y que apuntaban a los pies de su hija mientras le abr¨ªan la puerta del auto.
¡ªVamos a llevar a tu hija a que de unas declaraciones con el patr¨®n, ahorita te la traemos.
Desde la ventana, encogida de angustia, Celia vio como el rastro de su hija se perd¨ªa entre las oscuras calles de Cacalot¨¢n, un poblado perteneciente a Rosario, un municipio del sur de Sinaloa. Pens¨® lo peor. Una semana antes dos mujeres fueron sacadas de sus casas por los mismos sicarios y no volvieron a saber de ellas. ¡°Yo le dec¨ªa a mi esposo: que me la traigan viejo, aunque sea muerta, pero que me la traigan porque luego se las llevan y las entierran y nunca las vuelve a ver uno¡±, cuenta ahora Celia mientras se frota las manos y habla en susurros. La mayor¨ªa de los pobladores, como ella, se sienten amenazados y desconf¨ªan hasta de las autoridades.
Una hora y media despu¨¦s su hija toc¨® la puerta. Su semblante era otro: no quer¨ªa hablar y temblaba de miedo. ¡°Me cont¨® que la hincaron, la esposaron y le pusieron las pistolas en el pecho. Le preguntaron si ella hab¨ªa delatado a fulano, que si se comunicaba con los contras (el grupo rival al que la secuestr¨®) y ella les dec¨ªa que no. Desde entonces se fue y no quiere venir para ac¨¢, qued¨® traumada y no puede dormir en las noches¡±. D¨ªas antes de que Blanca fuera sacada de su casa, un sicario hab¨ªa sido detenido. Los delincuentes comenzaron a buscar culpables e interrogaron a la gente que se sentaba en la plaza del pueblo a platicar. ¡°Mi hija se iba con otras muchachas a pasar la tarde ah¨ª, han de haber pensado que lo delat¨®, pero ella no fue¡±, dice la madre.
Celia busca salir del pueblo porque no quiere seguir viviendo bajo el acecho de los sicarios. ¡°Me da coraje encontrarlos y saber que mi hija anda sufriendo all¨¢ y yo ac¨¢ lejos de ella¡±. En unas semanas se ir¨¢ con su esposo a otra localidad que no ha sido tomada por los sicarios. O al menos eso le contaron. ¡°?l no se quiere ir a la ciudad donde est¨¢ mi hija porque toda su vida ha trabajado en el campo y all¨¢ tendr¨ªa que trabajar de velador, as¨ª que mejor nos vamos a otro pueblo donde ¨¦l pueda seguir en las cosechas y yo no tenga que ver a esos hombres¡±, dice la se?ora.
Los testimonios ¡ªtodos bajo anonimato¡ª?de los pobladores de?Cacalot¨¢n (1.700 habitantes)?coinciden en que hay un asedio de grupos del crimen organizado hacia ellos, pero ninguna autoridad interviene. ¡°Cuando sube el Ej¨¦rcito porque matan a alguien estamos tranquilos, pero esa paz s¨®lo dura tres d¨ªas, luego volvemos a lo mismo¡±, dice una habitante de la localidad. Hace un par de meses desaparecieron dos hermanos que vend¨ªan pan. Seg¨²n cuentan los vecinos, los sicarios quisieron a obligarlos a vender droga en sus triciclos, pero uno de ellos se neg¨® y nadie los volvi¨® a ver. ¡°All¨¢ en el monte aparecieron las bicicletas tiradas, de ellos no hay rastro¡±.
En los caminos vecinales de Picachos, otra comunidad de Rosario, trabajaban los siete le?adores decapitados hace un mes. El poblado fue invadido meses atr¨¢s por hombres armados. Una noche llegaron a sacar a todos los habitantes del pueblo porque los delincuentes se instalar¨ªan ah¨ª y tomar¨ªan las casas de guarida. La gente tuvo que caminar varias horas por los caminos sinuosos de la sierra para llegar al poblado m¨¢s cercano. En Cacalot¨¢n arribaron algunos de los desplazados. ¡°Dicen que los sacaron Lo Zetas, no tra¨ªan ropa, nada. Llegaron con lo puesto, dejaron sus animales, sus casas¡±. Ahora esas familias buscan un lugar donde volver a empezar.
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