Se parti¨® en Nicaragua¡la democracia
Se instaura un r¨¦gimen de partido ¨²nico, el partido ¡°Ortega-Murillo¡±
Se parti¨® en Nicaragua
Otro hierro caliente
Con que el ¨¢guila daba
Su se?al a la gente
Se parti¨® en Nicaragua
Otra soga con cebo
Con que el ¨¢guila ataba
Por el cuello al obrero
As¨ª cantaba Silvio Rodr¨ªguez. Eran los a?os tiernos de una revoluci¨®n inspirada en los sue?os de Sandino. Muchos de sus combatientes eran mujeres y sus l¨ªderes m¨¢s conocidos, poetas y sacerdotes. Como aquel Cort¨¢zar, encandilado en Nicaragua tan violentamente dulce, quien en su traves¨ªa a Solentiname¡ªy en el avi¨®n con los poetas¡ªreuni¨® a Rimbaud con Marx y Castro en el mismo p¨¢rrafo.
Fue casi una revoluci¨®n literaria, la ¨²ltima gran esperanza humanista. Hay que decirlo, quienes iban a la brigada del caf¨¦ no eran ¨²nicamente los chicos y chicas del partido comunista. Redistribuir tierra, derechos y cultura en un pa¨ªs pobre y durante la Guerra Fr¨ªa era una aspiraci¨®n por dem¨¢s noble. La v¨ªa nicarag¨¹ense consist¨ªa en hacerlo equidistante de Washington y de Mosc¨².
No ser¨ªa f¨¢cil en la recesi¨®n de los ochenta y con Reagan en la Casa Blanca, librando la ¨²ltima batalla de la Guerra Fr¨ªa en el Caribe y Am¨¦rica Central. La elecci¨®n de 1984 fue una concesi¨®n a la amplia coalici¨®n anti somocista, pero poco tuvo de libre y justa. Lejos de ser neutrales, las instituciones del Estado estaban al servicio del partido oficial. La alternancia democr¨¢tica no era parte de la agenda: la magnitud de la operaci¨®n Ir¨¢n-Contras tal vez les diera la raz¨®n.
La sorpresa fue cuando en 1990 el gobierno reconoci¨® la derrota electoral y entreg¨® el poder a Violeta Chamorro. No sin antes asegurarse el control del ej¨¦rcito y ¡°la pi?ata¡±, la reprivatizaci¨®n de activos previamente nacionalizados en beneficio de los jerarcas, la familia Ortega entre ellos. Dio inicio a una cierta transici¨®n latinoamericana, aquellas cuya fragilidad emanaba de la dificultad en imponer l¨ªmites constitucionales a militares aut¨®nomos del poder civil y coludidos con grupos econ¨®micos concentrados. Excepto que en Nicaragua todos esos eran ¡°de izquierda¡±.
Esa izquierda luego pact¨® con la derecha de Alem¨¢n para excluir a los dem¨¢s, como en las democracias restringidas del siglo XIX. Acordaron la reforma electoral, un traje a la medida con un sistema franc¨¦s de doble vuelta pero a la nicarag¨¹ense. Otorgaba la victoria en primera vuelta con el 35% de los votos y 5% de diferencia con el segundo. As¨ª regres¨® Ortega a la presidencia, en 2006.
Era la ¨¦poca de los petrod¨®lares chavistas, la oposici¨®n fragmentada y los grandes acuerdos de negocios, condiciones ideales para la perpetuaci¨®n. El capitalismo avanzado le pone cloro al alma roja, alguna vez escuch¨¦ decir a uno de esos revolucionarios felizmente exiliados en el Upper West Side de Manhattan. Pues el capitalismo tard¨ªo le pone cloro a los principios legales de los inversores extranjeros. Con riesgo cero gracias a la discrecionalidad del presidente, no se les escuchaba hablar de Estado de Derecho.
As¨ª como la herencia reproduce la riqueza en el tiempo, el nepotismo hace lo propio con el poder
A diferencia de quienes prolongaron su permanencia en el poder por medio de reformas constitucionales, Ortega tom¨® un camino m¨¢s simple. Present¨® su candidatura en 2009 y la Corte Suprema sentenci¨® que era legal. El m¨¢s alto tribunal violando la ley suprema para satisfacer los deseos del jefe del Ejecutivo, igualito a los Somoza. La elecci¨®n de 2011 le dio su tercer per¨ªodo, segundo consecutivo, ambas condiciones inhabilitantes seg¨²n la constituci¨®n.
Reformas posteriores otorgaron al Ejecutivo amplias facultades para legislar. Una buena parte de los medios de comunicaci¨®n quedaron bajo propiedad del oficialismo. El presidente tambi¨¦n pas¨® a controlar la justicia, las agencias de seguridad, la autoridad electoral y el Poder Legislativo. La reciente remoci¨®n de 28 diputados lo ilustra de manera concluyente, dejando sin ciudadan¨ªa a miles de votantes despojados de representaci¨®n parlamentaria. Sin contrapesos democr¨¢ticos, es un ¡°fujimorazo¡± que instaura un r¨¦gimen de partido ¨²nico.
Un r¨¦gimen amarrado en el partido ¡°Ortega-Murillo¡±, acl¨¢rese. De manera predecible, la esposa del presidente es ahora candidata a la vicepresidencia, pero antes fue vocera del gobierno y canciller en funciones, y varios de sus hijos son funcionarios de la presidencia. El nepotismo garantiza la concentraci¨®n endog¨¢mica del poder.
Es el microcosmos del patrimonialismo, sistema de dominaci¨®n en el que el l¨ªmite entre lo p¨²blico y lo privado es difuso. El presidente, caudillo o l¨ªder administra la cosa p¨²blica como su hacienda o su canal de televisi¨®n. Una vez que el Estado de Derecho se erosiona, las relaciones de parentesco naturalizan la arbitrariedad. As¨ª como la herencia reproduce la riqueza en el tiempo, el nepotismo hace lo propio con el poder, lo privatiza.
Es una historia que se repite, un ciclo frecuente en la izquierda revolucionaria latinoamericana. Comienzan rom¨¢nticas y moralmente abnegadas, con una narrativa que cautiva. Luego viene la fase de la hipocres¨ªa, seguida por la corrupci¨®n, el enriquecimiento y el despotismo cuasi din¨¢stico. El relato pierde tracci¨®n, se convierte en pieza arqueol¨®gica. El realismo descarnado ahuyenta a la poes¨ªa. Y al final la pol¨ªtica deja de ser aquel sue?o colectivo basado en nobles ideales para ser mero poder. Poder desnudo que ejercen igual que aquel que derrocaron con su revoluci¨®n. ?Izquierda dir¨¢n ellos!
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