?D¨®nde se entierra a los terroristas?
El rechazo de un im¨¢n a dar sepultura al asesino de un cura franc¨¦s reaviva una cuesti¨®n ya presente tras los ataques de Madrid, Nueva York y Londres
Al d¨ªa siguiente del atentado de Normand¨ªa, el im¨¢n de la mezquita local dej¨® claro que no se har¨¢ cargo de la sepultura de Adel Kermiche, uno de los dos yihadistas que degoll¨® a un sacerdote en plena misa. A los pocos d¨ªas rectific¨®, indicando que si la familia as¨ª lo pide, se recurrir¨¢ a un religioso exterior a Saint-Etienne-du-Rouvray, donde tuvo lugar el ataque y donde viv¨ªa Kermiche. La delicada cuesti¨®n del entierro de los terroristas yihadistas, que se ven como ¡°soldados¡± de un Estado virtual y reniegan de su ciudadan¨ªa, se ha convertido en tristemente habitual en Francia. La mayor¨ªa de los que han atentado en los ¨²ltimos a?os son franceses de segunda generaci¨®n. Antes que Francia, Estados Unidos, Espa?a y Reino Unido se han enfrentado a un dilema similar. Cada uno ha optado por respuestas diferentes.
¡°El im¨¢n de Saint-Etienne-du-Rouvray no quiere ocuparse del entierro porque se trata del enemigo de todo el pueblo, incluso de toda la humanidad, hay un problema de apropiaci¨®n del cuerpo¡±, relata la soci¨®loga Riva Kastoryano, autora de ?Qu¨¦ hacer con los cuerpos de los yihadistas? Identidad y Territorio (ed. Fayard), en el que compara lo ocurrido en Estados Unidos tras el 11-S, en Espa?a tras el 11-M y en Reino Unido tras los atentado del 7 de julio de 2005. ¡°Estamos en guerra, pero de otro tipo, no existen h¨¦roes de guerra con sus propios cementerios, ning¨²n pa¨ªs quiere apropiarse esos restos¡±, a?ade. ¡°Al final, se trata de un deber humanitario respecto a las familias, que no tienen nada que ver¡±, concluye.
¡°En Estados Unidos, no se plantean la cuesti¨®n, para ellos es una guerra en la que se niega al enemigo¡±, explica Kastoryano. Tras el 11-S, la principal preocupaci¨®n ha sido la de separar los restos de los terroristas de los de las v¨ªctimas entre la cenizas de las Torres Gemelas. Nadie reclam¨® los cuerpos de los 19 autores de los ataques, procedentes de diferentes pa¨ªses y que hab¨ªan viajado por medio mundo. Seg¨²n le indic¨® el FBI a la acad¨¦mica a?os despu¨¦s de los atentados, sus restos segu¨ªan en sus dependencias. Oficialmente, no han sido enterrados en ning¨²n lugar. El cuerpo del l¨ªder de Al Qaeda, detr¨¢s del ataque, Osama Bin Laden, abatido en 2011 por las fuerzas estadounidenses, fue por su parte lanzado al mar. ¡°El cuerpo en el agua fluida, por oposici¨®n a la tierra firme, prueba la determinaci¨®n de Estados Unidos a hacerle desaparecer¡±, analiza en su libro.
En Espa?a, los siete terroristas que se detonaron en un piso de Legan¨¦s un mes despu¨¦s de los atentados de Atocha, eran inmigrantes de primera generaci¨®n: cinco marroqu¨ªes, un tunecino y un argelino. El Gobierno espa?ol explica haber repatriado la mayor¨ªa de los cuerpos, pero en Marruecos nadie confirma haber recibido esos restos mortales. ¡°Impera la censura y el silencio, nadie sabe nada¡±, cuenta Kastyorano.
¡°En Gran Breta?a prim¨® el multiculturalismo, la postura ha sido la de decir, ¡®son nuestros hijos, se han radicalizado aqu¨ª, por lo tanto somos responsables¡¯¡±, explica la soci¨®loga. Dos de ellos han sido enterrados en la Cachemira paquistan¨ª, de donde procede la familia, a petici¨®n suya. El padre de uno de ellos, tambi¨¦n originario de esta regi¨®n convulsa, ha optado por enterrarlo en las afueras de Leeds, donde reside, en un principio en una tumba sin inscripci¨®n. Al cabo de un tiempo, a?adi¨® el nombre y la sepultura fue profanada. Se desconoce la suerte del cuerpo del cuarto terrorista, de origen jamaicano.
En Francia, la legislaci¨®n francesa estipula que toda persona tiene derecho a ser enterrada en su lugar de residencia, en el que falleci¨® o en el que se encuentre el nicho familiar. Pero tras cada ataque, la comunidad local, sea la religiosa o la alcald¨ªa, manifiesta p¨²blicamente su rechazo a acoger los restos mortales del terrorista.
La cuesti¨®n se plante¨® ya con el caso de Mohamed Merah, el pistolero franco-argelino que en 2012 mat¨® a tres ni?os y a un profesor en una escuela jud¨ªa de Toulouse, y a tres militares en la calle, y quien fue abatido por las fuerzas de seguridad. Su padre quiso repatriar su cuerpo a Argelia. El pa¨ªs magreb¨ª se opuso, recordando que Merah naci¨®, creci¨®, y se radicaliz¨® en Francia. Su madre, residente en Toulouse, pidi¨® el permiso de inhumaci¨®n a la alcald¨ªa, que en un primer momento lo rechaz¨®. Al cabo de una jornada de sobresaltos, con conflicto diplom¨¢tico y debate identitario de transfondo, fue el propio Nicolas Sarkozy, entonces presidente de la Rep¨²blica, quien zanj¨® el asunto: ¡°Era franc¨¦s y ser¨¢ enterrado aqu¨ª¡±.
Los sepelios se realizaron una vez cerrado el cementerio al p¨²blico, en una tumba mantenida an¨®nima, entre grandes medidas de seguridad. Las autoridades quer¨ªan evitar que se convirtiera en lugar de peregrinaje para posibles simpatizantes, o, al contrario, que la tumba fuera profanada. En la mayor¨ªa de los casos desde entonces -los hermanos Kouachi, franco-argelinos que atentaron contra la revista Charlie Hebdo, Am¨¦dy Coulibaly, franco-maliense que mat¨® a cuatro personas en un supermercado jud¨ªo y a una polic¨ªa o dos de los kamikazes del Batacl¨¢n-, se ha repetido el mismo ritual: entierros de noche, discretos, en tumbas sin nombres. Los propios vigilantes de los cementerios desconocen el lugar exacto de las sepulturas.
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