Medallas doradas, banana republic
Si hay un pa¨ªs con Estado en Am¨¦rica Latina, ese es Brasil
Al menos Michael Phelps no fue parte de semejante desprop¨®sito. El Bar¨®n de Coubertin pudo as¨ª continuar su eterno descanso con tranquilidad. Tambi¨¦n respiramos con calma los vivos frente a la pantalla, todos los que nos hemos maravillado con ese joven¡ªahora adulto¡ªque ha ganado m¨¢s medallas de oro que cientos de pa¨ªses.
Lo que menos importa en el ¡°esc¨¢ndalo¡± (t¨¦rmino sin significado) de los nadadores ol¨ªmpicos estadounidenses es que hayan empa?ado sus extraordinarios logros atl¨¦ticos. Formular una denuncia falsa es un delito, en Estados Unidos, en Brasil y en todas partes. Hacerlo en R¨ªo fue adem¨¢s un insulto de p¨¦simo gusto, una ciudad seriamente afligida por el crimen, entre otros infortunios.
Es arrogancia desmedida creer que esos quince minutos de notoriedad son suficientes para situarse por encima de la ley: vandalizar un ba?o, fingir un robo, desafiar y humillar a los guardias de seguridad.
Para luego regresar a casa tan pulcramente vestidos. Y todo para ocultar una simple noche de juerga. Tal vez con la fotos¨ªntesis del amanecer pudieron acordarse de los contratos publicitarios pendientes.
El problema mayor, sin embargo, y que los atletas probablemente ni siquiera imaginen, es que el incidente evoca lo peor de las relaciones entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina. En ese patio trasero, a veces casino, otras burdel, uno puede hacer lo que no hace en casa. Pasarla bien, transgredir, emborracharse, producir destrozos y luego volver sonriendo.
El incidente de los nadadores ol¨ªmpicos evoca lo peor de las relaciones entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina
All¨ª no hay mucha ley de todas maneras; qu¨¦ le hace una raya m¨¢s al tigre. Por eso las reacciones. Sin saberlo, los nadadores recrearon la Nicaragua de los Somoza, la Cuba de Batista, o la Rep¨²blica Dominicana de Trujillo. Y no es la Guerra Fr¨ªa por que todo esto es muy anterior, y sino recu¨¦rdese a William Walker, presidente de Nicaragua en 1856-57 de nacionalidad estadounidense.
Lugar de exploraci¨®n y de aventura, como en las tiendas Banana Republic, precisamente, esa es la historia que vuelve a narrarse. Excepto que es una historia que ya no puede funcionar y menos en Brasil. Acosado por el crimen y la corrupci¨®n, la recesi¨®n y el desempleo, la crisis pol¨ªtica y el zika, sin embargo Brasil tiene Estado.
M¨¢s a¨²n, su poder judicial es probablemente el de mayor profesionalismo de la regi¨®n y seguramente el de mayor independencia del poder pol¨ªtico. El instante en que Gunnar Bentze y Jack Conger son bajados de un avi¨®n, sus pasaportes retenidos, y son puestos a disposici¨®n de las autoridades as¨ª lo revela.
Ese instante tambi¨¦n debe haber tenido un cierto sabor a reparaci¨®n del orgullo nacional brasile?o, tan herido ¨²ltimamente. Y para todos los dem¨¢s, significa que el patio trasero hace mucho tiempo que se resiste a ser patio.
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