La guerra contra la droga en Filipinas causa 1.900 muertes en apenas dos meses
La Polic¨ªa defiende la campa?a impulsada por el nuevo presidente, Rodrigo Duterte, frente a las cr¨ªticas de Estados Unidos y la ONU
El nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, asegur¨® durante su campa?a electoral que acabar¨ªa con las drogas en seis meses "matando a los criminales si hace falta". Siete semanas despu¨¦s de su toma de posesi¨®n, su promesa empieza a materializarse. Desde el 1 de julio, unas 1.900 personas -entre presuntos narcotraficantes y consumidores- han muerto a manos de las fuerzas de seguridad o de grupos de vigilancia que patrullan las calles de las ciudades del pa¨ªs. Tanto organizaciones en defensa de los derechos humanos como representantes de Naciones Unidas han criticado duramente esta particular guerra emprendida por el nuevo presidente, que no tiene visos de terminar pronto.
El jefe de la Polic¨ªa de Filipinas, Ronald de la Rosa, compareci¨® este martes ante el Senado del pa¨ªs asi¨¢tico en una comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el caso. Seg¨²n sus datos, las fuerzas de seguridad han abatido a 756 personas "que ofrecieron resistencia" durante varias operaciones antidroga. El resto de fallecidos, m¨¢s de 1.100, son responsabilidad de las patrullas que realizan grupos informales de vigilancia y "est¨¢n siendo investigadas". Solamente las muertes de los agentes oficiales multiplican por diez los registros entre enero y junio, antes de la llegada de Duterte al poder.
De la Rosa realiz¨® una defensa ac¨¦rrima de la campa?a antidroga, que por el momento se ha saldado adem¨¢s con 11.000 detenciones y 670.000 personas entreg¨¢ndose voluntariamente a las autoridades. "No somos unos carniceros", asegur¨® a los senadores de la oposici¨®n, que ven en estas operaciones "una excusa para cometer asesinatos con impunidad". "La polic¨ªa es m¨¢s agresiva en la lucha contra la droga ahora con un presidente que da su apoyo", asegur¨® el responsable de las fuerzas de seguridad, informa Efe. Tambi¨¦n neg¨® que se haya dado la orden expl¨ªcita de matar a los narcotraficantes.
La organizaci¨®n Human Rights Watch (HRW) ya ha pedido al Gobierno filipino que rinda cuentas sobre este aumento exponencial de la violencia. El subdirector en Asia, Phelim Kine, se?al¨® en un comunicado que estos asesinatos "sugieren que la ret¨®rica agresiva de Duterte, que aboga por soluciones violentas y extrajudiciales a la criminalidad, ha encontrado una audiencia receptiva". De hecho, el presidente filipino sigue contando con una tasa de aprobaci¨®n de cerca el 90% despu¨¦s de arrasar en las elecciones celebradas en mayo.
A las cr¨ªticas de la oposici¨®n y de las organizaciones de derechos humanos se han sumado recientemente las de Estados Unidos -uno de los principales aliados de Filipinas-, que se ha mostrado "muy preocupado" por la situaci¨®n en el pa¨ªs. Varios expertos de la ONU tambi¨¦n han cuestionado los m¨¦todos de Duterte y alertado de posibles ejecuciones extrajudiciales de inocentes al otorgar a la polic¨ªa "una licencia para matar". Sus detractores en Filipinas aseguran adem¨¢s que la campa?a se centra en los peque?os repartidores de droga en vez de reunir esfuerzos contra los grandes narcotraficantes.
Pero el presidente filipino ha dejado claro que no piensa abandonar su cruzada contra la droga y la delincuencia, ni tampoco sus m¨¦todos. Con su habitual ret¨®rica agresiva y v¨ªctima de su incontinencia verbal, ha cargado contra todos sus cr¨ªticos: a los legisladores les ha pedido que no interfieran en su campa?a, advirti¨¦ndoles de que "podr¨ªan ser asesinados si bloquean los esfuerzos destinados a mejorar el pa¨ªs"; a la ONU la tach¨® de "in¨²til" y hasta amenaz¨® con sacar a Filipinas de la organizaci¨®n. El ministro de Asuntos Exteriores filipino tuvo que salir el d¨ªa siguiente para reafirmar el compromiso del pa¨ªs con Naciones Unidas.
"Estados Unidos y la Uni¨®n Europea deben dejar claro a Duterte que incitar este tipo de violencia es algo inaceptable y que, m¨¢s all¨¢ de los costes humanos, supondr¨¢ un grave perjuicio diplom¨¢tico y econ¨®mico", asegura Kine, de HRW. "De lo contrario, es dif¨ªcil imaginar cu¨¢ndo terminar¨¢n estos homicidios".
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