El sufrimiento de Amatrice, un pueblo devastado
Los vecinos de una de las localidades m¨¢s golpeadas por el terremoto describen el miedo y el dolor desatados por la tragedia
¡°Esto es un verdadero drama, estoy en medio de un pueblo que ya no existe¡±. Sergio Pirozzi, el alcalde de la localidad de Amatrice (2.600 habitantes), epicentro del terremoto de magnitud 6 que ha sacudido el centro de Italia, a unos 140 kil¨®metros al noreste de Roma, describe as¨ª, a una agencia local, el panorama de devastaci¨®n que tiene en su mirada. ¡°Se han venido abajo edificios enteros, las casas del centro, tres cuartas partes de la localidad est¨¢n destruidas¡±, a?ade.
Los vecinos de Amatrice contin¨²an con el miedo a nuevas r¨¦plicas y comienzan a asumir el golpe. Sus calles est¨¢n llenas de escombros, apenas queda parte de la iglesia, de la calle central y de una residencia religiosa de ancianos. Tampoco se puede entrar al hospital, al supermercado ni a la gasolinera. Est¨¢ devastado. A la entrada del pueblo hay un peque?o hospital de campa?a en el que ya no queda nadie, porque los heridos han sido trasladados a los centros sanitarios m¨¢s cercanos.
En las calles se ven rostros compungidos y llantos, aunque a lo largo del d¨ªa ha reinado el silencio. Silencio para poder escuchar todas aquellas voces, cada vez menos, que ped¨ªan auxilio desde debajo de kilos y kilos de escombros, como la de un ni?o de 11 a?os. ¡°Han o¨ªdo sus gritos e intentan rescatarle¡±, dice a mediod¨ªa al diario La Repubblica un espele¨®logo que forma parte de los equipos de rescate. En esa misma zona del casco antiguo, donde por la ma?ana extrajeron de los escombros a dos chicas y cuatro cuerpos, todo es silencio. Un perro del equipo de rescate se cuela entre las tejas del edificio derrumbado, mientras la voz del ni?o se hace cada vez m¨¢s d¨¦bil.
¡°Un temblor eterno¡±
Todo comenz¨® pasadas las 3 y media de la madrugada. ¡°Escuch¨¦ un boom y sigui¨® un temblor que se me hizo eterno¡±, relata Giuseppe, un vecino que camina por el pueblo con la intenci¨®n de poder ayudar a quien lo necesite, sea repartiendo agua, mantas o, sencillamente, dando un abrazo a quien ha recibido lo peor. Despu¨¦s del golpe, lleg¨® el ruido de los objetos que ca¨ªan sin cesar. Los ladrillos, macetas, cornisas, permanecen en el suelo. Se han sumado las mascarillas, las botellas de agua y las mantas que ha repartido el personal sanitario.
Elisa, una anciana del pueblo, escuch¨® ¡°un ruido muy, muy fuerte¡± que le despert¨®, y que fue acompa?ado del estruendo de las cosas que se precipitaban. ¡°Dentro de mi casa, ha ca¨ªdo absolutamente todo: los radiadores, las ventanas, los azulejos, las l¨¢mparas¡±. Elisa no se atreve a entrar en su casa y prefiere pasar las horas en la calle, sentada en una silla, desde la que pregunta a los agentes c¨®mo van las labores de rescate y comparte su dolor con los vecinos. El sentimiento que le queda ahora es el de la incertidumbre. ¡°Mi familia m¨¢s cercana est¨¢ bien, aunque mi casa y la de mi hijo est¨¢n muy da?adas. Pero s¨¦ que he perdido a muchos amigos y vecinos, no s¨¦ todav¨ªa qui¨¦nes est¨¢n en el hospital y qui¨¦nes han fallecido. Solo quiero pensar que esto no ha pasado, a¨²n no me lo puedo creer¡±.
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Antonella tambi¨¦n se muestra aliviada de que su familia se encuentre bien, pero lamenta profundamente el dolor del pueblo, que es ¡°compartido por todos¡±, porque todos tienen un trato ¡°diario, muy cercano, casi de familia¡±. Para la mujer, ¡°es horrible, desastroso, lo peor que podr¨ªa haber imaginado¡±.
En una plaza donde se encontraban varios edificios modernos, ahora por el suelo, llora una mujer que acaba de salir de los escombros. ¡°Ah¨ª abajo est¨¢n mis hijos, mi marido, toda mi familia¡±, recoge La Repubblica. ¡°Yo y mi amiga somos las ¨²nicas que hemos podido salir vivas¡±, repite.
Desde detr¨¢s del cord¨®n policial que limita el acceso a otra operaci¨®n de rescate, fija la mirada Ricardo, un padre de familia que sigue los socorros con angustia. Ha visto c¨®mo sal¨ªan varios cuerpos cubiertos, siempre temiendo lo peor. ¡°Lo ¨²nico que sabemos es que hay edificios en el suelo, nada m¨¢s. Todo est¨¢ destruido. Por fortuna, en este pueblo somos muchos menos habitantes que en L¡¯Aquila y por eso espero que los muertos sean menos. De todos modos, es algo aterrador¡±. Ricardo mantiene todav¨ªa esperanzas de encontrar vivos a sus familiares, pero ¡°cada vez quedaban menos¡± hasta que, al final de la jornada, se desvanecieron. Lo mismo le ocurre a Pina, cuya madre est¨¢ enterrada bajo metros de escombros. Era una de las residentes de un centro religioso que ha ca¨ªdo y ha sepultado a tres monjas y cuatro ancianos. ¡°Solo puedo decir que mi madre est¨¢ debajo de los escombros, no tengo palabras para m¨¢s¡±.
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El colaborador del cura del pueblo, Cesare, ha mostrado su preocupaci¨®n por estos siete desaparecidos y ha enfatizado que la prioridad es continuar con las labores de socorro. ¡°Queremos hacer algo si a¨²n queda vida¡±, dec¨ªa desesperado. ¡°Tristeza e impotencia frente a la naturaleza¡± son las palabras que le vienen en mente para describir esta tragedia.
El campanario de Amatrice,construido en el siglo XIII, ha resistido. Es el ¨²nico edificio que ha quedado en pie en la calle principal de la localidad. ¡°Es un signo de buen augurio¡±, opina el alcalde. ¡°Espero que signifique que la ciudad no est¨¢ destinada a morir, sino que podr¨¢ levantarse de nuevo y renacer¡±.
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