Politizar el cuerpo femenino
El debate sobre la prohibici¨®n del burkini en las playas francesas forma parte ya de la campa?a para las elecciones de 2017
El contraste es duro. Hay fotos de las costas europeas de los a?os 60 en los que se puede ver a polic¨ªas que multan a j¨®venes en bikini. Este verano, 50 a?os despu¨¦s, hemos visto las fotos de gendarmes franceses que obligaban a una mujer a despojarse de su ba?ador integral, el llamado burkini, en una playa de la Costa Azul. Hace medio siglo, en pueblos agr¨ªcolas de Italia y Espa?a, hab¨ªa todav¨ªa mujeres vestidas de negro y con la cabeza cubierta, mientras que en ciudades como El Cairo, Beirut o Argel, muchas mujeres vest¨ªan ¡°a la occidental¡±, con faldas cortas y cabeza descubierta.
Ha sucedido en Francia, en una regi¨®n donde tiene una implantaci¨®n muy fuerte el Frente Nacional de Marine Le Pen, y despu¨¦s del terrible atentado de la noche del 14 de julio en Niza, que dej¨® 85 muertos y 303 heridos sobre el asfalto y a los franceses en un estado de shock que todav¨ªa no han superado. Son 31 los ayuntamientos los que han publicado bandos que proh¨ªben el burkini, objeto de los recursos, primero administrativo y luego ante el Consejo de Estado, equivalente a un Tribunal Constitucional, por parte de la Liga de los Derechos del Hombre, a la que se a?adi¨® luego el Comit¨¦ contra la Islamofobia en Francia.
El burkini no es un burka o niqab, es decir, un velo que cubre el rostro de la mujer. Este ¨²ltimo est¨¢ prohibido en Francia por razones de seguridad, como est¨¢ prohibido el mero uso del velo por parte de los funcionarios o en las escuelas p¨²blicas. La prohibici¨®n del ba?ador completo de pies a la cabeza, pero con el rostro descubierto, tal como han pretendido varios ayuntamientos de la Costa Azul, ser¨ªa un paso m¨¢s en contra de los signos religiosos en el espacio p¨²blico, previo a la prohibici¨®n mucho m¨¢s pol¨¦mica del velo. Es lo que pretenden varios partidos de extrema derecha con sus programas de desislamizaci¨®n de Europa, que significa la expulsi¨®n de la religi¨®n musulmana del espacio p¨²blico y podr¨ªa llegar incluso a la prohibici¨®n de difusi¨®n del Cor¨¢n.
Las opiniones jur¨ªdicas est¨¢n divididas, como lo est¨¢n las pol¨ªticas. Un tribunal de Niza dio validez a las prohibiciones municipales, mientras que la m¨¢s alta instancia constitucional francesa zanj¨® y las anul¨® como ¡°un grave atentado y manifiestamente ilegal a las libertades fundamentales¡±. El primer ministro socialista Manuel Valls expres¨® su simpat¨ªa con los alcaldes prohibicionistas, probablemente con la vista puesta en las elecciones presidenciales en las que Nicolas Sarkozy y Marine Le Pen pujar¨¢n en la subasta islamof¨®bica, mientras que varios de sus ministros, mujeres incluidas, se manifestaron en contra de la prohibici¨®n.
El Consejo de Estado considera que no existe riesgo para el orden p¨²blico, como pretend¨ªa el mun¨ªcipe prohibicionista y defend¨ªa Valls, ni tampoco existe para la higiene, y a?ade respecto a los or¨ªgenes del problema que ¡°la emoci¨®n y las inquietudes resultantes de los atentados terroristas cometidos en Niza el pasado 14 de julio no son suficientes para justificar legalmente la medida de prohibici¨®n impugnada¡±.
El problema no es el uso del velo, sino la desaparici¨®n de la mujer del espacio p¨²blico que impone el islam rigorista
Es muy dif¨ªcil orientarse en la guerra del burkini, en la que las libertades individuales que unos ven transgredidas son para otros agresiones al laicismo e imposici¨®n de una identidad isl¨¢mica con supuestas pretensiones invasivas y dominadoras, al estilo de la distop¨ªa descrita por Michel Houellebecq en su novela Sumisi¨®n. En ocasiones, las posiciones extremas de los islamistas radicales y de sus enemigos islam¨®fobos coinciden, como sucede con la lectura literalista del Cor¨¢n. Unos y otros creen exactas, dogm¨¢ticas y preceptivas las apelaciones a la violencia o a la discriminaci¨®n de la mujer que pueden leerse en este, como en otros libros sagrados.
Nada mejor para orientarse en este caso que atender al criterio de alguien que sabe de qu¨¦ va el velo y el burkini. Por ejemplo, una colega periodista, egipcia, musulmana, abiertamente liberal en terminolog¨ªa estadounidense, es decir, de izquierdas, y con una larga trayectoria de reflexi¨®n, discusi¨®n y combate por la emancipaci¨®n de las mujeres, como es Mona Eltahawy, autora del libro Velos e h¨ªmenes. Por qu¨¦ Oriente Medio necesita una revoluci¨®n sexual (que hay que leer en ingl¨¦s, franc¨¦s, italiano o alem¨¢n, porque desgraciadamente no hay traducci¨®n espa?ola).
Eltahawy se puso el velo a los 16 a?os y se lo quit¨® a los 25, seg¨²n confiesa, tras siete a?os de combate consigo misma. Tambi¨¦n tuvo que combatir consigo misma para liberarse sexualmente, a los 29 a?os, en un clima de sublimaci¨®n de la virginidad y de prohibici¨®n de cualquier relaci¨®n fuera del matrimonio. Fue detenida por la polic¨ªa de Mubarak durante la revuelta de 2011, sometida a abusos sexuales y malos tratos que le produjeron la fractura de ambos brazos. En sus libros y art¨ªculos ha documentado el maltrato y los abusos sexuales que sufren las mujeres en los pa¨ªses ¨¢rabes, que en su caso se produjeron incluso durante la peregrinaci¨®n a La Meca por parte de polic¨ªas encargados de la seguridad de los peregrinos.
Seg¨²n Eltahawy las mujeres musulmanas usan velo unas por modestia religiosa, otras para dar testimonio de su identidad isl¨¢mica, algunas para no gastar en ropa y peluquer¨ªa, otras m¨¢s para sentirse libres y solas en el espacio p¨²blico, incluso para no ser acosadas e incluso violadas, y tambi¨¦n, en casos extremos, pero muy relevantes, como forma de militancia pol¨ªtica antioccidental.
La pol¨¦mica del burkini demuestra que los radicales isl¨¢micos han llegado muy lejos en sus prop¨®sitos de atizar la islamofobia, dividir a los europeos y separar a los musulmanes del resto de los ciudadanos. Aunque no sea un esfuerzo coordinado, la violencia de los atentados de una parte y la exhibici¨®n de la militancia isl¨¢mica por la otra se suman en la consecuci¨®n del mismo objetivo. Los primeros enervan los reflejos xen¨®fobos, racistas e islam¨®fobos que se proyectan sobre los pac¨ªficos creyentes que exhiben los atributos de su fe en el espacio p¨²blico europeo.
La periodista egipcia apoya la prohibici¨®n del niqab que oculta el rostro de la mujer, pero no del velo, es decir del burkini, pero tiene muy clara su posici¨®n ante las mujeres que lo llevan: ¡°El velo, sea hiyab o niqab, es la bandera blanca que levantamos para rendirnos a los islamistas y su conservadurismo¡±. Me parece que su criterio es muy relevante y ¨²til para orientarnos.
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