¡®Pelabolas¡¯ del siglo XXI
Se han fundido en ese 81% de venezolanos que quieren ver a Maduro fuera del poder
El frenes¨ª confiscatorio que se apoder¨® de Hugo Ch¨¢vez durante los a?os de precios altos del crudo que siguieron inmediatamente a las m¨¢s sonadas y claras victorias del caudillo llanero sobre sus adversarios buscaba quebrar el espinazo de toda iniciativa privada, etapa previa al predominio total del Estado sobre la econom¨ªa.
Quiz¨¢ tintineaba en la fidelista cabezota de Hugo Ch¨¢vez un antecedente cubano: la catastr¨®fica ¡°ofensiva revolucionaria¡± que en 1968 llev¨® a Fidel Castro a confiscar 170.000 peque?as empresas para arrancar de cuajo la mentalidad capitalista y crear el Hombre Nuevo. Ch¨¢vez, ¨¦mulo de Fidel, crey¨® posible instaurar su vagaroso socialismo del siglo XXI armado de una petrochequera, importando todo lo consumible, prescindiendo de la empresa privada y, m¨¢s a¨²n, destruy¨¦ndola deliberadamente. Ch¨¢vez se sali¨® con la suya en esto de acabar con todo el aparato productivo privado, ¨²nico capaz, desde siempre y hasta entonces, de generar bienes y servicios suficientes para el mercado venezolano. Los resultados han sido catastr¨®ficos, pero mi bagatela de hoy no va de eso. Prefiere detenerse en el entusiasmo con que los pelabolas recibieron las confiscaciones.
Ch¨¢vez, ¨¦mulo de Fidel, crey¨® posible instaurar su vagaroso socialismo del siglo XXI armado de una petrochequera
Antes de proseguir, y en obsequio del lector no venezolano, me detendr¨¦ en esa palabra, pelabolas, porque es mucho lo que ella entra?a. Significa, esencialmente, lo mismo que descamisado en la parla protoperonista de los a?os cuarenta. Pero la envuelve un matiz caribe?o: un pelabolas es no solo un pobret¨®n, un excluido, como se estila ahora decir. Un?pelabolas es tambi¨¦n un mendigo desvergonzado y a menudo estent¨®reo: un lambucio, versi¨®n venezolana de lo que en Colombia llamar¨ªan lamb¨®n, voz esta que no debe confundirse con lambisc¨®n, y que interpreta cabalmente uno de los muchos significados y sentidos que encierra pelabolas: un servil comedor de sobras, pero contento de su suerte. De esa materia est¨¢ hecha eso que un polit¨®logo llamar¨ªa ¡°la base social del chavismo-madurismo¡±.
Releo y, la verdad, no me averg¨¹enza la incorrecci¨®n pol¨ªtica que un podemita espa?ol, por ejemplo, pudiese hallar en esta digresi¨®n sobre el pelabolas venezolano que, ayer no m¨¢s, aplaud¨ªa a rabiar cada confiscaci¨®n decretada por Ch¨¢vez, a menudo por televisi¨®n, con frecuencia en mitad de un arrebato oratorio, invariablemente sin acudir a tribunales mercantiles y sin la debida indemnizaci¨®n. La hubris de Ch¨¢vez lo llev¨® a enamorarse de la exclamaci¨®n ¡°conf¨ªsquese¡± que, a cada tanto, se escapaba como una jaculatoria de su hom¨¦rico ¡°cerco de los dientes¡±. La masa pelabolas coreaba: ¡°?as¨ª, as¨ª, as¨ª es que se gobierna!¡±.
Pues bien, los pelabolas engruesan hoy las largas filas de gente dedicada a la infructuosa caza y recolecci¨®n de bienes de consumo subsidiados. Tambi¨¦n la empobrecida clase media, pero el n¨²cleo duro de la fila de hambrientos, son los notoriamente enflaquecidos pelabolas que ayer saludaban las expropiaciones. Me apresuro a se?alar que, una vez expropiadas, las empresas eran ocupadas y saqueadas por hordas de pelabolas ¡°autogestionarios¡± que, igual que hormigas carn¨ªvoras, abandonaban de prisa la carcasa monda y lironda de la res confiscada.
Los dem¨®scopas nos dicen que el pelabola se ha fundido en ese 81% de venezolanos que quieren ver a Maduro fuera del poder. Es posible que as¨ª sea, pero me late que solo est¨¢n disgustados con Maduro porque lo creen un pelele mezquino y torp¨®n.
Los pelabolas no han roto con el socialismo del siglo XXI. Desaprueban al Maduro que creen taca?o, no al Maduro violador de derechos humanos que encarcela y mata adversarios. A¨²n adhieren al ideal bolivariano: ser lambucio.
?Est¨¢ el pelabolas en verdad interesado en un revocatorio y una ¡°transici¨®n¡±? No lo creo: todav¨ªa piensa que con Ch¨¢vez mendigaba mejor.
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