La memoria de Orlando Letelier tambi¨¦n es nuestra
Hoy es Venezuela, mi pa¨ªs, el que sufre la p¨¦rdida de su libertad
En un art¨ªculo con titulo La memoria de Letelier no es solo nuestra en EL PA?S, Juan Gabriel Vald¨¦s, embajador de Chile ante la Casa Blanca, al cumplirse cuarenta a?os de su asesinato en la capital estadounidense. Coincide con la visita a Washington DC de la presidenta Michelle Bachelet y de familiares de Orlando para participar en un acto de conmemoraci¨®n del asesinato de un chileno que muy probablemente hubiese llegado a ser presidente de su pa¨ªs por cuya libertad luchaba desde el exterior.
Hay algunos olvidos inexplicables en el art¨ªculo del embajador Vald¨¦s. Especialmente su omisi¨®n del papel que desempe?¨® el gobierno democr¨¢tico del presidente Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, en la liberaci¨®n de Letelier, durante la dictadura del General Augusto Pinochet. Y en esa liberaci¨®n, me siento muy orgulloso del rol desempe?ado.
Mi pasi¨®n y solidaridad por la causa de Am¨¦rica Latina se la debo fundamentalmente a dos grandes chilenos: Felipe Herrera y Orlando Letelier que me llevaron a trabajar al Banco Interamericano de Desarrollo en Washington DC. Mi amistad con Orlando e Isabel su mujer, no pudo ser m¨¢s estrecha. Mi ¨²nica hija para entonces, Carolina, fue su ahijada.
Al igual que el embajador Vald¨¦s, yo tambi¨¦n puedo precisar el momento que recib¨ª la noticia del asesinato. Estaba en el despacho del entonces Presidente de Venezuela, quien recib¨ªa al presidente Jos¨¦ L¨®pez Portillo, de M¨¦xico. Un oficial de la guardia presidencial me pas¨® una nota diciendo que una bomba hab¨ªa acabado con nuestro compa?ero. De inmediato compart¨ª con el presidente P¨¦rez la noticia y le ped¨ª autorizaci¨®n para recoger el cuerpo de Orlando y de traerlo junto con sus familiares a Caracas. No demor¨® ni un segundo para aprobarlo y as¨ª lo hicimos.
P¨¦rez no tem¨ªa las implicaciones de este acto, al punto que cuando organic¨¦, como Gobernador de Caracas, el funeral de Orlando lo hicimos en la sala principal de la Alcald¨ªa de Caracas, donde P¨¦rez convoc¨® a todo su gabinete y altos funcionarios del Estado para velar a Orlando. No promovi¨® esta manifestaci¨®n de solidaridad publica con la causa de Orlando porque desconoc¨ªa las f¨®rmulas diplom¨¢ticas; todo lo contrario: esa era la manera de decirle al mundo que condenaba este crimen y, por consiguiente, al r¨¦gimen responsable.
Poco m¨¢s de un a?o antes, el 11 de septiembre de 1975, cuando se cumpl¨ªa el segundo aniversario de la muerte de Salvador Allende, fui a Chile a entrevistarme con el General Pinochet, a quien le solicit¨¦ audiencia para interceder por la libertad de mi amigo, entonces prisionero en la infame isla de Dawson. Previamente, expliqu¨¦ a su embajador en Caracas que mi solicitud era de car¨¢cter estrictamente personal, tal como hab¨ªa acordado con el presidente P¨¦rez.
De hecho, la relaci¨®n de nuestro gobierno con el de Pinochet era casi inexistente, al punto que lo primero que hizo Pinochet al recibirme en el entonces Edificio de la UNCTAD fue reclamarme los desa¨ªres del presidente P¨¦rez en una reuni¨®n de la OEA, al igual que sus criticas opiniones sobre su gobierno. Esas fueron sus primeras palabras cuando me recibi¨® acompa?ado de su Canciller, el Almirante Patricio Carvajal.
Evadiendo sus palabras le expres¨¦ que estaba all¨ª por un acto de amistad y que Orlando solo hab¨ªa estado poco tiempo de ministro de la Defensa. De inmediato, me espet¨®: ¡°Mire Don Diego: hay gente que en poco tiempo hace harto da?o¡±. Pens¨¦ que era un mal inicio. De all¨ª pasamos a otras consideraciones y m¨¢s tarde me sorprendi¨® cuando me dijo: ¡°Almirante: entr¨¦guele el se?or Letelier a Don Diego¡±.
Efectivamente, esa noche me mud¨¦ a nuestra embajada donde ya hab¨ªa podido hacer ingresar a Isabel y a los padres de Orlando. Era ya tarde cuando un coronel chileno me hizo entrega formal de mi compadre.
Al d¨ªa siguiente, part¨ª con ¨¦l a Caracas. No hab¨ªa sido expulsado a Caracas, como asegura el embajador Vald¨¦s, sino que fue entregado al gobierno de Venezuela. All¨ª estuvo asesor¨¢ndome en programas que desarrollaba como gobernador hasta su partida a Washington. No era posible imaginar al verlo partir que poco m¨¢s de un a?o despu¨¦s, lo traer¨ªa de nuevo a Caracas pero esta vez como su ¨²ltimo viaje, antes de su destino final en Santiago.
He le¨ªdo algo de las palabras de la Presidente Bachelet y de su canciller Mu?oz sobre la lucha de Orlando y no puedo sino pensar que la mejor manera que tienen ambos de honrar la memoria de este gran chileno, es aplicando los principios que le costaron la vida: rescate de la libertad, de su gente, de su pa¨ªs. Esa causa que el gran Neruda escribi¨® no solo por pasi¨®n sino con compromiso de acci¨®n y de solidaridad para todos:?
¡°Sube conmigo, amor americano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado¡±.
Hoy es Venezuela, mi pa¨ªs, el que sufre la p¨¦rdida de su libertad. Pero ante nuestra tr¨¢gica realidad al gobierno de ese pa¨ªs amigo, Chile, le invade un pesado y penoso silencio diplom¨¢tico. Tal vez tal vez es bueno recordarle al gobierno de Santiago que as¨ª como la memoria de Orlando no es solo de los chilenos, nuestra causa por nuestra libertad no es solo de los venezolanos.
Diego Arria es pol¨ªtico y economista venezolano, expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU y exgobernador de Caracas. Twitter @Diego_Arria
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