¡°Hay gente negra y blanca estancada en la ¨¦poca de la segregaci¨®n¡±
Un afroamericano, de 82 a?os y descendiente de esclavos que presenci¨® los disturbios en Alabama en los sesenta, analiza la evoluci¨®n del debate racial en Estados Unidos
Cuando a T. R. German Jr., un hombre negro de 82 a?os descendiente de esclavos, se le pregunta si persiste el racismo en Estados Unidos, responde con un ejemplo reciente. En una visita a un hospital, se cruz¨® con un hombre mayor blanco que iba con sus nietos. Al verlo, uno de los ni?os, de cuatro a?os, le dijo: ¡®Hola nigger¡¯, el t¨¦rmino despectivo sobre los negros que se usaba en EE UU hasta el fin oficial de la segregaci¨®n racial en los a?os sesenta. German se sorprendi¨® y le recrimin¨® al hombre que su nieto solo pod¨ªa usar ese t¨¦rmino si alguien se lo hab¨ªa ense?ado. El abuelo se avergonz¨® y se march¨®.
¡°Hay gente negra y blanca estancada en la ¨¦poca de la segregaci¨®n. Creen que hay algo malo en el otro¡±, lamenta German, testigo directo de la evoluci¨®n del debate racial en Birmingham (Alabama), ciudad clave en la lucha de los derechos civiles hace medio siglo. Este militar retirado destaca los enormes avances logrados, pero advierte de los desaf¨ªos pendientes. Pone de ejemplo el debate actual por la reiteraci¨®n de casos de negros desarmados muertos a manos de la polic¨ªa: ¡°Si eres de color, eres culpable desde el principio¡±, alega.
German ten¨ªa 28 a?os cuando su ciudad, Birmingham, fue en 1963 el epicentro de la lucha de los negros para equiparar sus derechos a los de los blancos. El atentado de fundamentalistas blancos contra una iglesia negra -que mat¨® a cuatro ni?as y en la que ¨¦l ahora trabaja de voluntario- y la brutalidad policial con los manifestantes negros, a los que se atacaba con perros, fueron determinantes en que el movimiento de los derechos civiles avanzara. Las im¨¢genes de represi¨®n forzaron al Gobierno federal a involucrarse en garantizar el fin de la segregaci¨®n.
En la ¨¦poca de los disturbios, German, cuya abuela fue esclava, trabajaba en el servicio de correos tras un par¨¦ntesis en el Ej¨¦rcito, en el que sirvi¨® 25 a?os. Presenci¨® pero no particip¨® activamente en las protestas. ¡°Ten¨ªa una vida estructurada, una mujer e hijos. No ten¨ªa tiempo para ir por la calle¡±, aduce en una entrevista en la iglesia atacada, la Baptista de la Calle 16.
Birmingham recib¨ªa entonces el calificativo de ser la ciudad m¨¢s segregada de Am¨¦rica. Hab¨ªa bares, parques, apartamentos y trabajos separados para blancos y negros. En los pocos sitios en que se mezclaban, como un ¨²nico teatro, los negros entraban por una puerta secundaria y se sentaban en una zona aislada en la parte superior de los asientos.
Eran universos distintos. German se cri¨® en ese mundo y nunca crey¨® que fuera a cambiar. ¡°No hab¨ªa lazos¡±, explica. ¡°Sab¨ªas lo que no pod¨ªas hacer¡±, agrega. A¨²n as¨ª, recuerda la arbitrariedad de la polic¨ªa, que pod¨ªa golpear a un negro hiciera lo que hiciera.
La mayor relaci¨®n entre ambos mundos la ten¨ªan las mujeres negras que cuidaban a ni?os blancos. Los ni?os, se?ala, las ¡°respetaban m¨¢s que a sus madres porque pasaban m¨¢s tiempo juntos¡±.
Medio siglo despu¨¦s, la familia de este anciano es un reflejo del progreso alcanzado. Tiene dos nietos con parejas blancas. ¡°La gente, blanca y negra, se ha dado cuenta que ten¨ªamos que unirnos¡±, sostiene. Su mejor amigo es blanco: ¡°Lo ¨²nico que nos separa es el color de la piel y nuestra habilidad de aprovechar las oportunidades¡±, esgrime.
German votar¨¢ en las elecciones presidenciales de noviembre a la dem¨®crata Hillary Clinton porque la considera la menos mala de ¡°dos demonios¡± y deplora el discurso del republicano Donald Trump que dibuja un paisaje apocal¨ªptico de violencia en las comunidades afroamericanas.
Mirando al pasado y al presente, German cree esperanzador el impacto de la elecci¨®n de Barack Obama como primer presidente negro. A¨²n as¨ª, considera que el sistema judicial est¨¢ ¡°controlado por los blancos¡± y que habr¨¢ cosas como los prejuicios de la polic¨ªa con los afroamericanos que dif¨ªcilmente cambiar¨¢n. Y tambi¨¦n culpa a los negros de caer en el victimismo. ¡°No tenemos trabajos porque no los pedimos¡±, argumenta.
Birmingham, repleta de postes educativos sobre los derechos civiles, es hoy una ciudad orgullosa de su diversidad. Cuesta imaginarse, como as¨ª era, la estaci¨®n de autob¨²s con zonas separadas por raza o escenas ca¨®ticas en las calles con la polic¨ªa usando con violencia perros y mangueras de agua para dispersar a decenas de manifestantes afroamericanos.
Pero Birmingham -con 212.000 habitantes, un 73% negros- mantiene divisiones: hay barrios y locales de mayor¨ªa casi absoluta blanca o negra. En una noche reciente en el teatro Alabama, uno de los m¨¢s famosos de la ciudad y que hasta el fin de la segregaci¨®n prohib¨ªa la entrada a negros, apenas se ve¨ªan a afroamericanos. ¡°Hay una segregaci¨®n cultural. La gente se lleva bien pero crea sus propios espacios¡±, dice, en la puerta del teatro, Debra Period, una blanca de 28 a?os que siempre ha vivido en Birmingham. ¡°Siempre ha sido una ciudad muy segregada¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.