¡°?Extra, extra!¡± Un eco lejano
Perdido su oficio original, cantar las noticias por la calle, la Uni¨®n de Voceadores de Prensa ve languidecer el mundo del diario impreso en M¨¦xico
?Qu¨¦ d¨ªa aquel, cuando mataron a Kennedy! Se formaban colas para sacarle el peri¨®dico de las manos. ?2.000! ?Vendi¨® 2.000 ejemplares en un d¨ªa! Cuando mataron a John Fitzgerald Kennedy, JFK, todos quer¨ªan leer el peri¨®dico para informarse del asesinato del presidente de los Estados Unidos de Am¨¦rica. ?Y qui¨¦n ten¨ªa lo que todos quer¨ªan? El padre de Ernesto Garc¨ªa, que se llama como su hijo y ten¨ªa el mismo oficio que todav¨ªa practic¨® su hijo. Un oficio que ya nadie practica: voceador de peri¨®dicos.
¡°El buen voceador, adem¨¢s de por la gracia de su voz, se distingu¨ªa por el modo en que agarraba el peri¨®dico¡±
¡°Ora s¨ª que eso es lo que ¨¦ramos los voceadores, los que and¨¢bamos por las calles pregonando las noticias, ?extra, extra!¡±, dice Garc¨ªa hijo en su despacho de la Casa del Voceador.
Su padre no est¨¢ presente. Garc¨ªa habla de ¨¦l para remontarse a la ¡°¨¦poca gloriosa¡± de los voceadores en la Ciudad de M¨¦xico. ¡°?l ya est¨¢ mayor, tiene 90 a?os, y es mejor no hacerlo rememorar aquellos ayeres porque luego se pone a llorar, el hombre¡±.
Ernesto Garc¨ªa, 57 a?os, es secretario de la Uni¨®n de Expendedores y Voceadores de los Peri¨®dicos de M¨¦xico. Lleg¨® a cantar noticias por la calle. No olvida a su padre en la bicicleta, con su hermana delante y ¨¦l detr¨¢s montado sobre una columna de medio metro de diarios, la familia en equilibrio acr¨®bata. Subido a la torre y en marcha, Garc¨ªa asegura que era capaz de tomarse un caf¨¦ sin derramar gota.
Ya hace mucho que no hay voceadores. Quedan los vendedores de los sem¨¢foros, pero ¡°no cantan¡± la informaci¨®n, matiza. Como un homenaje al pasado, la Uni¨®n mantiene su escuela de voceadores, dirigida por el propio Garc¨ªa hijo. ¡°El buen voceador, adem¨¢s de por la gracia de su voz, se distingu¨ªa por el modo en que agarraba el peri¨®dico¡±, explica. Ilustra c¨®mo un brazo deb¨ªa llevar un ejemplar a la vista y el otro portar el resto en una escalera de cabeceras. Al entregar el diario al cliente, primero se doblaba, se le sacud¨ªa el polvo en un golpe seco en el muslo y, entonces s¨ª, se dec¨ªa: ¡°Su ejemplar, se?or¡±.
Como su nombre indica, la Uni¨®n incluye a los desaparecidos voceadores, cuyo nombre mantiene como un blas¨®n, y a los quioscos, en peligro de extinci¨®n. A Garc¨ªa le entristece dar los n¨²meros del declive. Fueron 40.000 familias en la capital hace d¨¦cadas. En los noventa a¨²n eran m¨¢s de 15.000. Ahora son 7.500. El quiosco que no vend¨ªa antes menos de 100 peri¨®dicos diarios ahora se contenta con despachar unos diez y vive ¡°de lo que llamamos at¨ªpicos: sus galletitas, su refresco, sus dulces, sus cigarritos¡±.
¡°Nos ha dado en la torre el Internet¡±, dice. ¡°Las autoridades prefieren que el espacio de un quiosco lo ocupe un puesto de tacos. Eso da dinero. Nosotros no¡±.
Ellos, que contaron en sus filas con voceadores como Cantinflas o con el expresidente Ernesto Zedillo cuando era ni?o; ellos, que recib¨ªan honores de los presidentes de la Rep¨²blica en el D¨ªa del Voceador, como si sobre el nopal, en vez de un ¨¢guila, se hubiese posado hace siglos un chiquillo enarbolando un diario. Ellos, los voceadores, que doblegaron a la tremenda Mar¨ªa F¨¦lix. Una vez la diva no acudi¨® a un D¨ªa del Voceador y ellos respondieron dejando de cantar sus noticias, hasta que Mar¨ªa F¨¦lix, necesitada de o¨ªr por la calle su nombre, acab¨® organiz¨¢ndoles una fiesta por todo lo alto.
El quiosco que no vend¨ªa antes menos de 100 peri¨®dicos diarios ahora se contenta con despachar unos diez
Constituida en 1923, la Uni¨®n, cuenta Garc¨ªa, trat¨® de dar dignidad al voceador. ¡°Nos consideraban el ¨²ltimo pelda?o de la sociedad. Gan¨¢bamos menos de lo m¨ªnimo que ganaba un obrero, y encima nos acusaban de robarle a las se?oras que volv¨ªan a casa con sus mandados¡±. El voceador era pobre, a menudo sin hogar. Su fundador fue Atilano Bautista. Dur¨® poco en su puesto. ¡°Era analfabeto¡±, aclara el secretario.
Los presidentes, sin embargo, los trataban con un cari?o especial. Ellos eran las redes sociales de su tiempo. Cargados con los titulares del d¨ªa, los voceadores gritaban los que ve¨ªan que pod¨ªan vender mejor y as¨ª jerarquizaban la agenda del d¨ªa. El fallecido periodista Jacobo Zabludovsky recordaba que los voceadores eran un term¨®metro de la calidad del producto. Un d¨ªa, cuando dirig¨ªa un diario, encabez¨® la primera plana con unas declaraciones de algo un obispo. Al salir del taller, un voceador cogi¨® su peri¨®dico, ley¨® la apertura y le espet¨®: ¡°Caray, director, ya la jodimos. Los curas no venden peri¨®dicos¡±.
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