Colombia elige entre guerra y paz
El pa¨ªs vota este domingo en un plebiscito si aprueba el acuerdo alcanzado entre el Gobierno y las FARC
Colombia decidir¨¢ este domingo si quiere adentrarse en un futuro por explorar o instalarse en su macabro pasado reciente. El Gobierno y la guerrilla de las FARC ya lograron poner fin al ¨²ltimo conflicto latente inspirado en la Guerra Fr¨ªa. El acuerdo qued¨® plasmado el pasado lunes en un documento de 297 p¨¢ginas con la firma del presidente, Juan Manuel Santos, y del l¨ªder de las FARC, Timochenko. Ahora, en las urnas, los colombianos deber¨¢n responder con un ¡®s¨ª¡¯ o un ¡®no¡¯ a una cuesti¨®n: ¡°?Apoya usted el acuerdo final para la terminaci¨®n del conflicto y la construcci¨®n de una paz estable y duradera?¡±. Una pregunta enrevesada que, en el fondo, esconde otra m¨¢s sencilla: ?Apoya usted el inicio de la paz o la continuaci¨®n de la guerra?.
Desde que se anunci¨® el acuerdo, el pasado 24 de agosto, todas las encuestas apuntan a una victoria del ¡®si¡¯ con un margen de entre 10 y 20 puntos. Sin embargo, el optimismo es comedido. Las mediciones nunca abarcan todo el territorio y el porcentaje de indecisos a¨²n es alto, aunque no tanto como el de la abstenci¨®n. Una baja participaci¨®n podr¨ªa llegar a poner incluso en entredicho alcanzar el umbral necesario para la aprobaci¨®n: 4,5 millones de votos a favor.
La principal consecuencia de una victoria del ¡®s¨ª¡¯ es muy sencilla: se acaba una guerra de 52 a?os entre el Estado colombiano y las FARC, la guerrilla m¨¢s antigua de Am¨¦rica Latina. Un conflicto que ha dejado ocho millones de v¨ªctimas, siete millones de desplazados, m¨¢s de 260.000 muertos, decenas de miles de desaparecidos¡ Ese, y no otro, era el prop¨®sito ¨²ltimo de las negociaciones, lo que no se logr¨® hasta ahora pero intentaron desde los a?os ochenta todos los Gobiernos, incluido el presidido por el m¨¢s cr¨ªtico con lo pactado, ?lvaro Uribe. El acuerdo siente las bases para que los 7.000 guerrilleros ¨Cy otros tantos milicianos- de las FARC inicien un proceso de desmovilizaci¨®n y entreguen su arsenal en los pr¨®ximos seis meses. Una misi¨®n de Naciones Unidas, aprobada con el voto un¨¢nime del Consejo de Seguridad, ser¨¢ la encargada de verificar el cese al fuego y la dejaci¨®n de las armas.
A cambio, las FARC han logrado una serie de privilegios que facilitar¨¢n tanto su incorporaci¨®n a la vida civil como a la pol¨ªtica. Hasta las pr¨®ximas elecciones, en 2018, el movimiento pol¨ªtico que resulte despu¨¦s de su desmovilizaci¨®n y entrega de armas, tendr¨¢ garantizados representantes en el Congreso con voz, pero sin voto. Durante los das dos pr¨®ximas legislaturas, hasta 2026, tendr¨¢n garantizados al menos cinco esca?os en el Senado y en la C¨¢mara de Representantes. El Estado se ha comprometido a garantizar la seguridad de los miembros de las FARC y evitar un genocidio similar al que sufri¨® la Uni¨®n Patri¨®tica (UP), el partido pol¨ªtico que integraba a miembros de las FARC, entre los a?os ochenta y noventa.
El gran logro para la guerrilla, y el punto m¨¢s conflictivo del acuerdo, tiene que ver con la justicia. Ning¨²n miembro de las FARC, ni siquiera los l¨ªderes condenados por cr¨ªmenes de lesa humanidad o narcotr¨¢fico, pagar¨¢n un solo d¨ªa de c¨¢rcel entre rejas, siempre y cuando rindan cuentas ante un tribunal especial de paz que se ha decidido crear y por el que pasar¨¢n todos los actores implicados en el conflicto. Quienes confiesen sus cr¨ªmenes y aporten informaci¨®n sobre c¨®mo ocurrieron las masacres, ser¨¢n condenados a entre 5 y 8 a?os de penas alternativas a la c¨¢rcel, como contribuir en el desminado del pa¨ªs, la elaboraci¨®n de carreteras, etc. Los acusados que no comparezcan ante este tribunal s¨ª podr¨¢n ser condenados a una c¨¢rcel tradicional, con penas hasta 20 a?os. La mayor parte de los guerrilleros ¨Cuna cifra a¨²n por cuantificar- ser¨¢n amnistiados.
En el ¨²ltimo a?o, una vez que se aseguraron de que evitar¨ªan la c¨¢rcel, las FARC han intensificado una transformaci¨®n en su discurso que habr¨¢ que ver si es real o pura ret¨®rica. En las ¨²ltimas semanas incluso han realizado m¨¢s actos de perd¨®n con las v¨ªctimas de sus masacres que en toda su historia criminal.
El hecho de que ning¨²n guerrillero vaya a pagar c¨¢rcel ha sido el motivo de las cr¨ªticas tan virulentas que a¨²n tiene el acuerdo de paz en Colombia. Los partidarios de votar por el ¡®no¡¯ en el plebiscito, muchos adoradores m¨¢s que simpatizantes del expresidente ?lvaro Uribe, lo consideran una claudicaci¨®n del Estado. A partir de ello, Uribe, antecesor y valedor de Santos en su primera elecci¨®n, ha liderado una campa?a en la que ha tratado de hacer calar un mensaje tramposo: votar ¡®no¡¯ es decir ¡®s¨ª¡¯ a una paz justa. En las ¨²ltimas semanas ha intensificado el mensaje de que ¨¦l no est¨¢ en contra de la paz, sino que pretende renegociar los acuerdos.
La mera hip¨®tesis resulta quim¨¦rica. Una victoria del ¡®no¡¯ sumir¨ªa a Colombia en una incertidumbre absoluta. Nadie es capaz de responder con exactitud qu¨¦ ocurrir¨¢ al d¨ªa siguiente si se rechazan los acuerdos. A las FARC no les quedar¨ªa otra opci¨®n que volver a las monta?as y la misi¨®n de la ONU quedar¨ªa paralizada. La idea de que los guerrilleros vayan a volver a sentarse a hablar de inmediato para, esta vez s¨ª, aceptar pagar c¨¢rcel o no concurrir en la vida pol¨ªtica es absurda.
A todo ello, se sumar¨ªa el desprestigio internacional. El Gobierno de Santos, que ha insistido en que no se trata de un acuerdo perfecto sino el mejor posible, logr¨® aunar en estos cuatro a?os el respaldo incondicional de Naciones Unidas, el Gobierno de Estados Unidos que tanto le ayud¨® en la lucha contra el narcotr¨¢fico o la Uni¨®n Europea. En definitiva, un mundo repleto de desmanes aguarda si Colombia opta por seguir en la guerra o construir la paz.
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