Internet y el populismo mataron la verdad
Afirmaciones demostrablemente falsas se multiplican en las campa?as electorales y en las redes sociales. El valor de las certezas se ha esfumado en manos de demagogos
La mentira y la falacia son los dos grandes enemigos de la pol¨ªtica, del periodismo y, en general, de la convivencia humana. Y, de un tiempo a esta parte, Internet, las redes sociales y el populismo han matado la verdad, creando una sociedad en la que cualquier afirmaci¨®n se convierte en realidad, aunque sea falsa; cualquier acusaci¨®n trasciende, aunque sea calumniosa; y las medias verdades y las medias mentiras se han convertido en los ejes del debate p¨²blico, agitadas por la mayor maquinaria de propaganda jam¨¢s conocida: la Red.
?Puede el candidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump decir que el actual presidente, Barack Obama, naci¨® fuera del pa¨ªs y que no pase nada? ?Puede el presidente de Venezuela, Nicol¨¢s Maduro, afirmar sin pudor que hay una conspiraci¨®n mundial contra ¨¦l sin que se le caiga la cara de verg¨¹enza? ?Puede Mariano Rajoy negar una y otra vez la existencia del rescate europeo a Espa?a? ?Puede el exdirigente de Podemos Juan Carlos Monedero decir que el ascenso de su partido en las elecciones europeas de 2014 forz¨® la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos y quedarse tan ancho? ?Pueden los l¨ªderes del independentismo catal¨¢n asegurar que fuera de Espa?a seguir¨ªan en la Uni¨®n Europea sin que nadie les ponga en su sitio? ?Pueden los partidos ultraderechistas europeos afirmar que los refugiados que huyen de las guerras de Siria o Afganist¨¢n son terroristas emboscados y que sus seguidores les crean? Lamentablemente, s¨ª.
El populismo, de derechas, de izquierdas o puramente nacionalista, empez¨® hace tiempo faltando al respeto a la realidad y ha conseguido crecer sobre la base de falacias que les sirven para cumplir su objetivo de llegar al poder o mantenerse en ¨¦l. De nada vale que Obama presente su certificado de nacimiento, que los venezolanos expresen su deseo de libertad, que las cuentas del Estado recojan el rescate financiero a Espa?a, que la historia demuestre que la preparaci¨®n de la abdicaci¨®n del Rey se inici¨® meses antes de que Podemos se presentara a unas elecciones, que Bruselas asegure que Catalu?a fuera de Espa?a quedar¨¢ excluida de la UE, o que las fotos de la tragedia y la indignidad demuestren que los cientos de miles de refugiados no vienen a Europa a matar sino a evitar morir.
La verdad est¨¢ re?ida con el populismo, que campa a sus anchas ayudado por los nuevos canales creados en torno a Internet. Cientos, miles de activistas, lanzan sus mensajes en peri¨®dicos digitales, blogs y, sobre todo, cuentas en redes sociales, como un martillo pil¨®n que golpea una y otra vez contra la realidad, hasta que consiguen destruirla.
El matonismo digital es, hoy por hoy, una profesi¨®n de futuro muy vinculada a los movimientos populistas de uno u otro bando. Las huestes de Podemos, o de los independentistas, acuden al combate en redes sociales cuando reciben el mandato de atacar sin piedad a un pol¨ªtico, a un periodista, a un l¨ªder de opini¨®n o a un ciudadano de a pie que ha osado criticar a uno de sus l¨ªderes, o que simplemente piensa distinto que ellos. El insulto, la calumnia y la mentira son las armas que utilizan para destruir al contrario, la mayor¨ªa de las veces desde un anonimato cobarde y en el que todo vale.
La mentira no es solo patrimonio de la pol¨ªtica. Los medios tambi¨¦n han sucumbido a su seducci¨®n
En el otro lado, el nacionalismo espa?ol m¨¢s rancio ha entrado tambi¨¦n en la difamaci¨®n en redes sociales. Ya en la campa?a para las elecciones municipales distribuyeron documentos falsos sobre las intenciones de algunos candidatos a las principales alcald¨ªas de Espa?a. Se hablaba de convertir clubes de deportes en granjas escuela o tonter¨ªas similares. Y, hace muy poco, activistas de la m¨¢s rancia caverna lanzaron la burda mentira de que el futbolista catal¨¢n Gerard Piqu¨¦ se hab¨ªa recortado las mangas de la camiseta de la selecci¨®n nacional para quitarse la bandera de Espa?a de encima. De nada sirvieron las explicaciones y las fotos que demostraban que la camiseta de manga larga no lleva la bandera. El mal estaba hecho. Una vez m¨¢s, una mentira repetida muchas veces (infinitas con la ayuda de las redes sociales) se convert¨ªa en verdad y en arma arrojadiza contra tu enemigo.
Pero la mentira no es solo patrimonio de la pol¨ªtica. Muchos medios de comunicaci¨®n tambi¨¦n han sucumbido ante la seducci¨®n de crear una realidad que sirva a sus intereses. No todos, por supuesto; como tampoco todos los pol¨ªticos, soci¨®logos o historiadores se han dejado llevar por la atracci¨®n fatal de la falacia (argumento que parece v¨¢lido pero que no lo es).
La irrupci¨®n de Internet en el periodismo ha hecho un da?o irreparable a una profesi¨®n ya de por s¨ª muy castigada por la crisis econ¨®mica y por las presiones de los poderes p¨²blicos y econ¨®micos. La esencia para ser un buen periodista se puede definir como buscar una noticia, contrastarla, valorar si es relevante y convertirla en una historia bien contada. Aunque en esos cuatro pasos que parecen sencillos es muy f¨¢cil faltar el respeto a la verdad, que es el principio fundamental de un buen informador.
La Red es un canal infinito e hist¨¦rico que somete a una presi¨®n infernal al periodista. Yo he trabajado algunos a?os en agencias de informaci¨®n en donde se dec¨ªa que las noticias quemaban en las manos y que hab¨ªa que lanzarlas al hilo lo antes posible; pero nunca se hac¨ªa sin contrastarlas con las tres fuentes obligatorias. En el mundo de Internet, las noticias no queman, explotan. Y muchas veces, demasiadas, se publican sin el nivel de contraste suficiente: O sea, sin fiabilidad (eso, sin contar las noticias que se publican a sabiendas de que no son ciertas). Del peri¨®dico digital pasan a las redes sociales, y de ¨¦stas, a otros medios que las retroalimentan como si las hubieran contrastado.
Nadie est¨¢ exento de esa fiebre que provocan las visitas, los usuarios ¨²nicos y la dura competencia. Por eso, muchas veces se retuercen los titulares para conseguir m¨¢s lectores, convirti¨¦ndolos en una parodia de lo que realmente dice la noticia. Luego se tuitean, se retuitean y los comunicadores de radio y televisi¨®n los comentan, y los tertulianos los sacan punta, y los columnistas los dan la vuelta¡ Al final, la verdad, si es que hubo algo en su origen, se va desmigando poco a poco, convirtiendo la noticia en un rompecabezas mal montado y con figuras deformes.
Desgraciadamente, el kilo de verdad cotiza a la baja en el mercado.
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