Santos y Uribe
Es un duelo entre caudillos que se disputan el pedestal asignado al h¨¦roe liberador
Es un duelo entre caudillos que se disputan el pedestal asignado al h¨¦roe liberador
El premio Nobel de la Paz lleg¨® para Juan Manuel Santos en el momento m¨¢s propicio. La semana en que debi¨® encargarse del proceso m¨¢s dif¨ªcil. Resuelto el convenio con las FARC, el triunfo del no en el plebiscito lo obliga a una reconciliaci¨®n, siquiera m¨ªnima, con ?lvaro Uribe.
Entenderse con Uribe puede ser para Santos m¨¢s dificultoso que hacerlo con las FARC. El conflicto con los guerrilleros es el conflicto entre el jefe del Estado y un ej¨¦rcito insurgente. El conflicto con Uribe es un duelo entre caudillos. Santos y las FARC tienen objetivos diferentes. Santos y Uribe, no. Quieren lo mismo. Disputan por un pedestal que est¨¢ esperando. El que los colombianos tienen asignado al h¨¦roe que les libere de la sangre y el terror.
Ese entredicho tiene otra dimensi¨®n que amenaza con volverlo irreconciliable. No se trata de un enfrentamiento. Es un divorcio. Santos fue ministro de Defensa de Uribe, es decir, fue el ejecutor de su pol¨ªtica ante las FARC. De modo que ellos estuvieron juntos en aquello que ahora los separa. Estas peculiaridades son incentivos suficientes para que el pacto se eternice.
La l¨®gica que Santos imprimi¨® al proceso aporta sus propias dificultades. El triunfo del no coloc¨® al presidente ante un desaf¨ªo muy dif¨ªcil de superar. As¨ª como, entre 2003 y 2009, fue el encargado de la estrategia b¨¦lica de Uribe, ahora se ha convertido, de hecho, en el gestor de su propuesta de paz. Porque, desde que perdi¨® el plebiscito, lo que Santos debe conseguir es un acuerdo entre Uribe y las FARC. Un acuerdo todav¨ªa inimaginable.
Uribe es consciente de esa dificultad. Por un lado, propone cl¨¢usulas de cumplimiento imposible. Sobre todo porque, aunque acepta la justicia transicional, pretende que se ejerza a trav¨¦s de los juzgados ordinarios.
Por otro lado, Uribe desaf¨ªa a Santos con la consigna Acuerdo ya. As¨ª como Santos imagin¨® la consulta popular como un m¨¦todo para doblegar a Uribe y a los guerrilleros, Uribe se para sobre el no para humillar a Santos y a las FARC.
Es un error recortar la peripecia de la paz del cuadro general de la pol¨ªtica. En la receta judicial que sugiere Uribe anida otra controversia. El expresidente pretende que los delitos sean juzgados por una sala transicional de la Corte Suprema, con doble instancia. Y que ese procedimiento sea retroactivo. Es decir, que beneficie a aquellos colombianos que ya han sido juzgados.Es imposible no ver en esta recomendaci¨®n una salida para el principal conflicto de Uribe con Santos: la situaci¨®n judicial de su entorno pol¨ªtico m¨¢s cercano. El hermano del expresidente, Santiago Uribe; quien fuera su secretario general, Bernardo Moreno Villegas; la jefa del servicio secreto durante su administraci¨®n, Mar¨ªa del Pilar Hurtado; y su exministro de Agricultura, Andr¨¦s Felipe Arias, han sido condenados en procedimientos de instancia ¨²nica.
Para muchos juristas la iniciativa de Uribe conduce a una reforma constitucional. Una vieja aspiraci¨®n del expresidente y, aunque con distintas intenciones, su ¨²nica coincidencia con las FARC. ?Hay un subtexto en el formato de acuerdo que Uribe present¨® hace dos domingos? ?La negociaci¨®n de la paz incluye otra, que apunta a levantar la prohibici¨®n de reelecci¨®n presidencial que establece la Constituci¨®n?
Mientras se despejan estos enigmas, el entendimiento final empieza a demorarse demasiado. El tiempo es un protagonista cada vez m¨¢s gravitante en el proceso. En especial por un interrogante inc¨®modo: ?cu¨¢nto m¨¢s pueden sobrevivir las FARC sin regresar a sus fuentes habituales de financiamiento, entre ellas, los secuestros?
Santos prorrog¨® el cese del fuego hasta fin de a?o. Para esa fecha habr¨¢ nuevos actores ligados a un factor crucial para la paz: el apoyo internacional. En enero Ban Ki-moon ya no ser¨¢ secretario general de la ONU. Y Barack Obama estar¨¢ haciendo las maletas. El respaldo externo ha tenido una ¨²ltima manifestaci¨®n muy contundente: el otorgamiento del Nobel de la Paz. Conviene recordar que la de la Paz es la ¨²nica distinci¨®n que no otorga la Academia sueca. La decide un comit¨¦ del Parlamento de Noruega. Es una condecoraci¨®n pol¨ªtica. En este caso, decidida por uno de los pa¨ªses garantes de las conversaciones de La Habana.
La lentitud para un entendimiento no es s¨®lo culpa del endiablado tri¨¢ngulo que forman Santos, Uribe y las FARC. Hay otras figuras en escena. Por ejemplo, los pastores de iglesias embanderadas con el no. La bandera principal de estos religiosos es la defensa del modelo familiar tradicional. Se oponen a las prescripciones del acuerdo con las FARC que promueven garant¨ªas a la igualdad de g¨¦nero. Es un aspecto parad¨®jico del tratado: en guerrilleros que cometieron fechor¨ªas aberrantes, como el rapto y el largo cautiverio de menores, ha aflorado una meritoria sensibilidad por las pol¨ªticas LGTB. "Curiosa variaci¨®n de un fil¨¢ntropo", dir¨ªa Borges.
En las proclamas de las iglesias cristianas, que en Colombia son m¨¢s de 6.000, asoma otra divergencia. El clero cat¨®lico, alineado con una posici¨®n muy enf¨¢tica del papa Francisco, trabaj¨® a favor del s¨ª. La semana pasada, m¨¢s de 1.000 pastores se reunieron en Bogot¨¢ para definirse frente a la nueva etapa en que ingres¨® la transacci¨®n. Uno de ellos, Jhon Milton Rodr¨ªguez, afirm¨®: "Parec¨ªa imposible que el No le ganara al S¨ª, as¨ª como parec¨ªa imposible que David derrotara a Goliat. Pero Dios siempre es vencedor". Casi al mismo tiempo, los obispos cat¨®licos felicitaban a Santos por el Nobel, entendido por ellos como "un reconocimiento a su esfuerzo y un espaldarazo al proceso de paz". Y ped¨ªan rapidez en las nuevas discusiones. La misma diferencia que en Brasil, donde los evang¨¦licos apoyaron el impeachment, mientras Jorge Bergoglio ped¨ªa oraciones, azorado ante la ca¨ªda de Rousseff. Se ve que en Am¨¦rica Latina Dios juega de ambos lados.
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