?El Brasil de Temer empieza a encarrilarse?
Hay siempre quien prefiere apostar por lo peor. Se olvidan de que los Gobiernos pasan y Brasil sigue vivo y con ganas de mejorar
Fue Lula qui¨¦n afirm¨®, con Dilma a¨²n en el poder, que el tren de Brasil ¡°hab¨ªa descarrilado¡± y que su partido en crisis, el PT, necesitaba ¡°refundarse¡±.
Desde entonces, en poco tiempo, Brasil ha dado muchas vueltas: Rousseff sali¨® del poder y tambi¨¦n de las cr¨®nicas. Lula es reo en tres procesos y el PT, desangrado en las ¨²ltimas elecciones, busca caminos nuevos para tonificarse.
Temer, el vicepresidente decorativo de Dilma Rousseff durante seis a?os, considerado por ella como traidor, asumi¨® las riendas del pa¨ªs bajo una avalancha de pol¨¦micas.
Cunha, el poderoso presidente del Congreso, que abri¨® el proceso de impeachement contra Dilma y lo gan¨®, hoy est¨¢ preso y probablemente seguir¨¢ ah¨ª muchos a?os. Eso s¨ª: sigue siendo una amenaza viva.
Hoy estamos en el tren de Temer, sin saber a¨²n con certeza si ser¨¢ capaz de colocar de nuevo al pa¨ªs en los ra¨ªles.
Hay quien prefiere apostar por lo peor. Se olvidan de que los Gobiernos pasan y de que Brasil sigue vivo y con voluntad de triunfar.
Los ciudadanos de a pie ven con buenos ojos que pol¨ªticos y empresarios est¨¦n pagando por sus cr¨ªmenes de corrupci¨®n, acostumbrados como estaban a que fueran intocables.
Viven su d¨ªa a d¨ªa, empe?ados en su trabajo y en sacar adelante su mermada econom¨ªa, siempre bajo el escalofr¨ªo del fantasma del desempleo, que golpea ya a 12 millones de trabajadores, es decir a cerca de 40 millones de personas.
As¨ª, otean cada ma?ana el horizonte para descubrir alguna se?al de esperanza y de recuperaci¨®n de la crisis econ¨®mica que ha mermado su renta. Les preocupa eso m¨¢s que los posibles sobresaltos de la democracia. Se equivocan, porque no existe prosperidad bajo ninguna tiran¨ªa, ni de derechas ni de izquierdas, pero ellos no tienen tiempo ni instrumentos para entenderlo.
Si nos preguntasen, como me lo preguntan a m¨ª muchos trabajadores de los que no leen los peri¨®dicos, si las cosas est¨¢n mejorando o empeorando, no debemos enga?arles. Tenemos que decirles que aunque a¨²n no existen certezas, se observan, como lo anota la prensa internacional, se?ales de que el tren Temer empieza a encarrilarse, aunque a¨²n sea pronto para cantar victoria.
Empiezan a perge?arse, en efecto, reformas estructurales con las que nadie se hab¨ªa atrevido antes y que son indispensables para que la econom¨ªa empiece a respirar. Y se ha rehecho la base del gobierno en el Congreso, algo que Rousseff nunca consigui¨®.
Los intereses bancarios, los m¨¢s altos del mundo, han empezado a bajar despu¨¦s de cuatro a?os. La inflaci¨®n, el flagelo de los m¨¢s pobres, empieza a dar se?ales de ca¨ªda. La bolsa sube y el d¨®lar baja, fortaleciendo la moneda nacional. Y la confianza de la sociedad de que las cosas empiezan a mejorar llega a un 30%, un ¨ªndice superior a los del ¨²ltimo a?o de Dilma.
El nuevo gobierno, para muchos considerado a¨²n ileg¨ªtimo dentro de Brasil, empieza a ser reconocido por los pa¨ªses m¨¢s importantes del planeta. Y los embajadores que hab¨ªan sido retirados han vuelto en su gran mayor¨ªa.
?D¨®nde est¨¢n las manifestaciones de masa contra Temer, contra el ¡°golpe¡± o a favor de Dilma?
No hay nada a¨²n para echar las campanas al vuelo. El Gobierno Temer tiene ahora encima la espada de Damocles de la inc¨®gnita de una posible confesi¨®n devastadora de Cunha en la c¨¢rcel.
Lo cierto es que Brasil no est¨¢ peor que hace s¨®lo seis meses. Y en tiempos de tempestad, aunque s¨®lo sea un rayo de sol apareciendo en el horizonte, ya alivia la destrozada esperanza del tsunami vivido por los brasile?os.
Ahora, cada d¨ªa, consiste en despertarse y otear el cielo para ver si las nubes siguen disip¨¢ndose o si volver¨¢ a atizar la tormenta.
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