Cuando el periodismo volvi¨® a ser la clave en Estados Unidos
Los diarios tradicionales desestabilizan a Donald Trump con duros editoriales e investigaciones
Los periodistas siguen el discurso desde una zona cercada. Un polic¨ªa y un guardia de seguridad vigilan. Es un mitin m¨¢s de Donald Trump, el candidato republicano a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el 8 de noviembre. Nada pasar¨¢ a mayores en Newtown (Pensilvania), pero la hostilidad del candidato es patente.
Pocas veces en la historia reciente de las elecciones de Estados Unidos la prensa hab¨ªa tenido un papel tan determinante como ahora. La prensa en su sentido tradicional. Porque esta campa?a no habr¨¢ sido la de las televisiones, ni de los blogs, ni de las redes sociales, ni de los medios puramente online. No. La campa?a para las elecciones presidenciales, que enfrenta a la dem¨®crata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump, es la campa?a de los viejos peri¨®dicos. En la web y en el papel, han sido estas instituciones las que han verificado la veracidad de las palabras de los candidatos y han realizado el servicio p¨²blico de poner a disposici¨®n de los votantes la informaci¨®n necesaria para saber qui¨¦nes eran las personas que aspiraban a gobernarlas en los pr¨®ximos a?os.
Las informaciones que han marcado el curso de la campa?a las han publicado diarios como el Washington Post y el New York Times. Fue el Post el que revel¨® la grabaci¨®n de 2005 en la que Trump pronunciaba unas palabras agresivas y ofensivas hacia las mujeres. La grabaci¨®n fij¨® definitivamente su imagen como un candidato mis¨®gino y nada mod¨¦lico, y desencaden¨® una serie de acusaciones de acoso sexual. Y fue el Times el que tras una filtraci¨®n an¨®nima y una investigaci¨®n minuciosa estableci¨® que el republicano estuvo m¨¢s de una d¨¦cada sin pagar impuestos federales.
Las noticias publicadas en las ¨²ltimas semanas contrastan con la cobertura medi¨¢tica de Trump en la primera etapa de la campa?a electoral, la de las elecciones primarias, entre junio de 2015 y junio de 2016. Los medios de comunicaci¨®n ¡ªsobre todo las televisiones, como CNN¡ª fueron entonces el gran aliado del magnate y showman neoyorquino.
Jeff Zucker, presidente de la CNN, dirig¨ªa la divisi¨®n de entretenimiento de la cadena NBC cuando Trump triunf¨® con su reality show El aprendiz en la d¨¦cada pasada. ¡°Diez a?os despu¨¦s fue Zucker, ya al frente de la CNN, quien dio a Trump una cantidad impresionante de exposici¨®n gratuita durante la primarias presidenciales republicanas en la cadena por cable, retransmitiendo continuamente sus discursos y m¨ªtines, con frecuencia sin filtro ni verificaci¨®n de datos cr¨ªtica¡±, escribi¨® recientemente Margaret Sullivan, columnista de medios en The Washington Post.
¡°Quiz¨¢ no era bueno para Am¨¦rica, pero es endemoniadamente bueno para la CBS¡±. La frase, atribuida a Leslie Moonves, presidente de CBS, resume la promiscuidad entre Trump y las televisiones, y el papel de estas en el ascenso del republicano.
Todo empez¨® a cambiar cuando qued¨® claro que Trump ser¨ªa el nominado republicano. Las palabras sobreimpresas en pantalla corrigiendo las mentiras de Trump se convirtieron en habituales en la CNN. A partir de agosto, se encadenaron los editoriales de prensa pidiendo el voto contra Trump. Lo significativo es que diarios que llevaban d¨¦cadas, a veces m¨¢s de un siglo, sin apoyar a un candidato dem¨®crata ¡ªcomo el Dallas Morning News, de la conservadora Texas o el Arizona Republic¡ª esta vez lo han hecho. Los que apoyan a Trump pueden contarse con el dedo de una mano. Una de las publicaciones trumpianas es National Enquirer, una revista amarilla que descaradamente inventa noticias sensacionales. El Wall Street Journal, el gran diario conservador de calidad, propiedad de Rupert Murdoch, no se ha pronunciado pero s¨ª lo han hecho algunos de sus editorialistas, en contra de Trump.
No es la unanimidad casi absoluta de los editoriales la ¨²nica novedad, ni la principal, sino la opci¨®n de la prensa tradicional de aparcar algunas pr¨¢cticas que hab¨ªan regido su cobertura pol¨ªtica. En esta campa?a han dicho claramente que un candidato ment¨ªa cuando ment¨ªa, sin medias tintas. Antes habr¨ªan expuesto las dos visiones: la tan criticada falsa equivalencia, una equidistancia que da el mismo valor a la verdad que a la mentira (en su versi¨®n m¨¢s caricaturesca: el candidato A dice que la tierra es redonda; por otro lado, el candidato B sostiene que en plana, y ya decidir¨¢ el lector qui¨¦n tiene raz¨®n...). El titular de portada del New York Times del 16 de septiembre, sobre el bulo propagado por Trump sobre la nacionalidad real de Obama, marc¨® el fin de una ¨¦poca: ¡°Donald Trump sostuvo la mentira del certificado de nacimiento durante a?os, y todav¨ªa no pide perd¨®n¡±, dec¨ªa el titular. Adi¨®s a la falsa equivalencia.
Trump se ha desviado tanto de las pr¨¢cticas y costumbres de la pol¨ªtica estadounidenses ¡ªinsultando a rivales o mintiendo impunemente¡ª que ha forzado a la prensa adaptarse. ¡°No sab¨ªamos c¨®mo escribir un p¨¢rrafo que dijese: ¡®Simplemente esto es falso¡¯¡±, dijo el director del Times, Dean Baquet, en una entrevista con Nieman Lab. ¡°Es una lucha. Creo que Trump ha acabado con esta lucha¡±.
Las invectivas de Trump contra la prensa son uno de los estribillos de su campa?a. ¡°Los medios son tan deshonestos y tan corruptos¡±, dijo en el ¨²ltimo debate con Clinton.
Cuando en el discurso de Newtown Trump se refiere a los periodistas, sus seguidores se giran hacia el lugar donde est¨¢n las c¨¢maras de televisi¨®n y les abuchean. Una de las iron¨ªas de la campa?a es que la CNN, que contribuy¨® al fen¨®meno Trump ofreciendo horas gratuitas de pantalla a su mensaje populista y nacionalista, es ahora el enemigo. Y es as¨ª como en el mitin los abucheos se transforman en un c¨¢ntico: ¡°?La CNN apesta!¡±
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