Una farsa basada en una mentira
Cuando empieza la campa?a electoral en Estados Unidos, la superpotencia se convierte en Macondo
¡°La plaga de estos tiempos en los que los locos gu¨ªan a los ciegos¡±.
El rey Lear, W. Shakespeare.
No solemos asociar el realismo m¨¢gico con los estadounidenses. Los vemos como gente pr¨¢ctica, literal en su pensamiento, cabezas duras; alemanes, como me dijo una vez un extranjero residente en Washington, que hablan ingl¨¦s. El realismo m¨¢gico es territorio colombiano, patentado por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, o argentino, perfeccionado por el peronismo. Pero empieza la campa?a electoral para la presidencia de Estados Unidos y la superpotencia se convierte en Macondo. Todos ¡ªelectorado, periodistas, pol¨ªticos¡ª suspenden la raz¨®n y sucumben a la fantas¨ªa de que el futuro habitante de las Casa Blanca poseer¨¢ poderes milagrosos.
Los candidatos prometen d¨ªa tras d¨ªa que si ganan las elecciones van a dinamizar la econom¨ªa, crear empleos, mejorar la salud de la poblaci¨®n, reducir la criminalidad, recuperar la grandeza, construir muros de 3.200 kil¨®metros y, d¨ªa tras d¨ªa, todos los dem¨¢s eligen cre¨¦rselo, olvidando que hay pocos presidentes de Gobierno en el mundo cuya autoridad sobre lo que ocurre en la pol¨ªtica nacional est¨¦ m¨¢s coartada.
Como para no aguar la fiesta, no interrumpir el show, todos se acoplan al mito de la omnipotencia presidencial, todos eligen olvidar que cuando los padres fundadores de EE?UU redactaron la Constituci¨®n se esforzaron para evitar que un hombre ¡ªo, lo que no se podr¨ªan haber imaginado, una mujer¡ª pudiese imponer su voluntad sobre la rep¨²blica como si fuera un rey medieval, o un dictador. Para eso le concedieron al Congreso el poder de neutralizar los impulsos presidenciales; por eso los ocho a?os de Barack Obama en el Ejecutivo se han caracterizado por la par¨¢lisis legislativa. Ni hablar, por supuesto, de los poderes que se reparten en la Corte Suprema, en las 50 legislaturas estatales, en los municipios y, en cuanto al destino de la econom¨ªa, en factores que ning¨²n individuo puede controlar como el precio de las materias primas, las decisiones de la gran banca, lo que ocurre en China.
Ahora, el poder de decisi¨®n que tiene el presidente sobre pol¨ªtica internacional es otra cosa. George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y compa?¨ªa entendieron que en caso de que EE?UU sufriera una amenaza externa el Gobierno no se podr¨ªa dar el lujo de sentarse a debatir durante meses en la C¨¢mara de Representantes y en el Senado cu¨¢l ser¨ªa la reacci¨®n apropiada. El margen de maniobra del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses es mucho mayor fuera que dentro de las fronteras de su pa¨ªs. Tomemos como ejemplo el caso de las negociaciones nucleares con Ir¨¢n, o el de la apertura a Cuba, que Obama pudo llevar adelante sin prestar mucha atenci¨®n a los chillidos de los congresistas republicanos.
Todo esto ni se menciona en la campa?a electoral actual entre Hillary Clinton y Donald Trump; y, lo cual es m¨¢s absurdo a¨²n, apenas se menciona la pol¨ªtica internacional. Los candidatos calculan, correctamente, que las elecciones no se van a ganar o perder en funci¨®n de c¨®mo pretenden actuar en Alepo, la Habana o Pyongyang. El hecho de que el futuro presidente o presidenta tendr¨¢ en sus manos la opci¨®n de incidir de manera m¨¢s decisiva en las vidas de los habitantes de Alepo que en las de los de Louisville, Kentucky, no cruza las mentes del 99% del electorado. Mucho menos que la decisi¨®n presidencial sobre c¨®mo involucrarse, o no, en la guerra Siria afectar¨ªa a los cientos de millones de ciudadanos de Oriente Pr¨®ximo y Europa.
Entonces a la mezcla de ingenuidad, estupidez y xenofobia que inspira a aquellos que van a votar a Donald Trump se agrega una colosal irresponsabilidad planetaria. Los menos insensatos partidarios del magnate neoyorquino en lugares pobres como West Virginia le explican a los reporteros de EL PA?S y otros medios que, como mantienen poca esperanza de prosperar, no hay nada que perder con poner a un buf¨®n en la Casa Blanca. Lo cual tiene como premisa irreal la noci¨®n de que un Pap¨¢ Noel presidente tenga la capacidad de mejorar sus condiciones de vida. O sea, cero l¨®gica, y menos a¨²n si se tiene en cuenta que en el caso de que Trump llegase a la presidencia del Congreso lo mantendr¨¢ encerrado durante cuatro a?os en una camisa de fuerza.
Una camisa de fuerza de la que solo se podr¨¢ escapar, eso s¨ª, cuando le toque decidir sobre la pol¨ªtica internacional de su pa¨ªs. Ah¨ª estar¨¢ libre para conspirar con un dictador de verdad, su admirado Vlad¨ªmir Putin, y destruir el poco orden internacional que queda, por ejemplo, bombardeando Siria hasta devolverla a la edad de piedra o dando luz verde a que Jap¨®n y Corea del Sur (idea que Trump ya ha propuesto) obtengan armas nucleares.
Todo lo cual nos conduce a la gran aberraci¨®n de las elecciones presidenciales que se llevan a cabo cada cuatro a?os en la gran democracia estadounidense: que nos son democr¨¢ticas. Para que lo fueran tendr¨ªan que tener el derecho a votar no solo los estadounidenses sino todos los dem¨¢s habitantes de la tierra; quiz¨¢ los de EE?UU son los que menos derecho deber¨ªan tener a votar ya que, relativamente hablando, su presidente ejerce como figura real simb¨®lica dentro de su pa¨ªs y como dictador plenipotenciario fuera. Ya que jam¨¢s ver¨¢ la luz la tan deseable reforma electoral, mencionar la hip¨®tesis es otra forma de insistir en que el espect¨¢culo de las elecciones estadounidenses que tanto nos cautiva es una farsa basada en una mentira.
En el caso de las actuales elecciones, el resultado probablemente se decidir¨¢ en contra de Trump debido a las revelaciones del ¨²ltimo mes sobre sus adolescentes actitudes sexuales. Si no hubiera sido por eso, Trump estar¨ªa igualado hoy con Clinton en las encuestas. Para el grueso del electorado el hecho de que Clinton, como persona manifiestamente inteligente y ex secretaria de Estado, sea una experta en relaciones internacionales y que Trump sea un bruto narcisista incapaz de se?alar Siria en un mapa, es irrelevante.
Si fuera la trama de una de esas novelas m¨¢gicas latinoamericanas ser¨ªa divertido; como se trata del mundo real, es para llorar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.