?Qu¨¦ hace el abuelo en el bote de mermelada?
La Iglesia ha decidido involucrarse en los rituales dom¨¦sticos de culto a los difuntos
Es de agradecer que no tenga valor retroactivo la iniciativa pontificia que proh¨ªbe esparcir las cenizas del difunto o guardarlas en casa. Habr¨ªa que organizar redadas de la guardia suiza en los domicilios que las alojan o hallarlas siguiendo el rumbo arbitrario de los vientos y de las corrientes.
No digamos en el caso de Maria Callas, cuyas cenizas se esparcieron en la inmensidad del Egeo. O las de Orson Wells, diseminadas en el pozo de la antigua finca de Antonio Ord¨®?ez. Y transformadas qui¨¦n sabe si en alimento de unos peces o en sustento de unos roedores. Pues materia somos.
Recela el papa Francisco de que administremos la posteridad de nuestros seres allegados. Ha decidido involucrarse en los rituales dom¨¦sticos de culto a los difuntos, no tanto por razones de higiene como porque sospecha su santidad que la urna donde hemos hecho polvo al abuelo ¡ªpolvo somos y en polvo nos convertiremos¡ª se ha convertido en una reliquia id¨®latra.
Y parece una exageraci¨®n este ¨¦nfasis regulatorio, pero Francisco es un papa bastante m¨¢s conservador de cuanto pensamos. Esta injerencia de cuestionar nuestros h¨¢bitos funerarios se antoja una represalia a la tentaci¨®n pante¨ªsta que implica esparcir las cenizas en la noche de los tiempos.
Cuando lo hacemos, en efecto, esperamos que el polvo de nuestros muertos se confunda con el polvo de las estrellas y con la espuma de los mares, incurriendo de nuevo en el materialismo. Y no hablamos aqu¨ª de consumismo, sino de la concepci¨®n mat¨¦rica, material, del Universo, en su propensi¨®n circular a morir y regenerarse como la noche y el d¨ªa.
Esta dimensi¨®n presocr¨¢tica ¡ªy orientalista¡ª nada tiene que ver con el itinerario lineal hacia el Juicio Final que predica la Iglesia cat¨®lica y que nos proporciona la resurrecci¨®n del alma y de la carne, as¨ª es que la idea pagana de velar al muerto con una urna sobre el televisor representa un h¨¢bito precristiano al que Francisco opone ortodoxia y represalia.
Represalia quiere decir que la disposici¨®n pontificia amenaza con negar al funeral a la familia que tuviese la tentaci¨®n de esparcir las cenizas o de repartirlas como si fuera un alijo de crack entre los seres queridos.
El lugar de los muertos es el cementerio. Y mejor entre las convenciones de un entierro. Que la tierra nos arrope en el sue?o eterno. Que los gusanos resuciten en nuestras entra?as. Y que la l¨¢pida nos prevenga de cualquier exhumaci¨®n unilateral, cuando no de las situaciones pintorescas que suele comportar el ajetreo de las cenizas. Porque se nos caen al suelo. Porque orina sobre ellas el gato. O porque puede suceder lo que le ocurri¨® a Jane Birkin cuando explic¨® a su nieto que su abuelo yac¨ªa en un bote de mermelada sellado al vac¨ªo.
-?Y por qu¨¦ lo hab¨¦is metido ah¨ª?
-Es que lo quemamos.
-?Hab¨¦is quemado al abuelo?
Ya aclar¨® Birkin ¡ªas¨ª me lo cont¨® en su residencia parisina¡ª?que se trataba de una incineraci¨®n. Y que era m¨¢s sencillo trasladar al abuelo de Londres a Par¨ªs en un bote de mermelada que exponerse a los tr¨¢mites burocr¨¢ticos de la expatriaci¨®n de un familiar fallecido.
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