El color de la esperanza
El poder omn¨ªmodo ya no lo tienen EE UU ni China, sino Apple, Facebook o Google
Si hace 12 meses alguien le hubiese preguntado al expresidente Lula da Silva c¨®mo cre¨ªa que ser¨ªa su vida, seguro que hubiera contestado que muy cansada porque, despu¨¦s de dos mandatos consecutivos en Brasil con un alto ¨ªndice de popularidad, se encaminaba hacia el tercero. Hoy lucha por no acabar en la c¨¢rcel.
Si hace 12 meses alguien le hubiera preguntado a Hillary Clinton c¨®mo ser¨ªa su campa?a, probablemente hubiera dicho que muy tranquila. Su derrota frente a Barack Obama hace ocho a?os iba a tener la compensaci¨®n de que, por primera vez y gracias a las urnas, una mujer ser¨ªa emperatriz. Hoy lucha en algunos Estados clave y contra toda raz¨®n por una victoria clara frente a Donald Trump.
Si alguien le hubiera preguntado al presidente de M¨¦xico, Enrique Pe?a Nieto, c¨®mo pasar¨ªa los ¨²ltimos 12 meses de su sexenio, seguramente hubiera contestado que pensando en un lugar para colocar su estatua como el mayor reformista del siglo XXI. Hoy pelea con la frustraci¨®n de no sentirse comprendido ni reconocido.
Sin duda, el color de la esperanza ha cambiado y en estos casos hay un lenguaje com¨²n. Aquellos pol¨ªticos que creen ser modernos ¡ªlos que merecen ese nombre, no los administradores de tercera colocados en la presidencia de sus pa¨ªses ante el fracaso colectivo, como ahora Mariano Rajoy en Espa?a¡ª no han entendido que en el mundo que pretenden gobernar el di¨¢logo ya no va de arriba hacia abajo y la corrupci¨®n, como el instinto de supervivencia, el sexual o el del poder, nunca dejar¨¢ de existir. Lo negativo es cuando, adem¨¢s, va acompa?ada de la impunidad y se incorpora como un factor cultural: se roba porque se puede y se roba porque el poder lo permite.
Pero lo que tampoco han entendido esos pol¨ªticos es que la gran revoluci¨®n consiste en que a los pueblos solo se les habla de t¨² a t¨². El poder omn¨ªmodo ya no lo tiene Estados Unidos ni China, sino Apple, Facebook y Google, las grandes empresas que forman opini¨®n. En este momento, no existe dirigencia superior a ese megagobierno en cuyo origen est¨¢ la igualdad, en el sentido de haber democratizado las herramientas y los instrumentos para comerciar con las necesidades primarias de los seres humanos, entre ellas la palabra.
Ahora no s¨®lo lidiamos con el Gran Hermano, sino tambi¨¦n con el gran padre, la gran hermana, el gran primo y con todos a nuestro alrededor. Los pol¨ªticos no han entendido nada y mucho menos que la igualdad de oportunidades y el di¨¢logo horizontal que ese mundo flat impone por medio de Internet permiten una gran capacidad de interlocuci¨®n con sus pueblos, a pesar de que estos ya han decidido no esperar nada de ellos. Una situaci¨®n que agudiza el enorme divorcio entre lo que conoc¨ªamos, lo que cre¨ªamos, lo que supon¨ªamos, y lo que realmente est¨¢ pasando.
Por tanto, los arquitectos sociales de la ¨¦poca tendr¨¢n que averiguar por qu¨¦ raz¨®n es tan persistente la vulgaridad. Debe ser porque todos somos un poco vulgares y al final, cuando eso se refleja en el voto popular, termina por proyectar lo peor de nosotros mismos, dando fuerza a fen¨®menos como Trump. Aunque lo peor no es ¨¦l, sino todos los que le votan con la intenci¨®n de recuperar la vulgaridad como sistema de gobierno.
Hoy ya no hay planes, no hay propuestas y no hay ilusi¨®n. Sin embargo, hubo un momento en el que la democracia y la gesta civilizadora permitieron que nos di¨¦ramos cuenta de la forma en que crec¨ªamos y cambi¨¢bamos. Se acab¨® el sue?o, y ahora hay que despertar y generar uno nuevo. Y naturalmente, los l¨ªderes que hicieron posible en el pasado el primer sue?o de la ilusi¨®n se resisten. Quieren tener el sue?o eterno sin dar a los pueblos modernos la oportunidad de construir su ciclo y su propio tiempo.
Todo esto ha terminado por destruir el esquema pol¨ªtico, lo que obliga a todos aquellos que conforman nuestra nueva clase dirigente a ser singulares y construir la utop¨ªa del siglo XXI. Y en ese contexto, debemos saber que en este mundo conectado virtualmente pero separado f¨ªsicamente, gracias al imperio de los millennials y su l¨®gica de herederos del poder moderno, ser¨¢ dif¨ªcil fraguar un nuevo modelo lleno de ilusiones si cada Twitter, cada Facebook, cada Instagram y cada cibernauta no entiende que tambi¨¦n hay alguien del otro lado de su pantalla. Porque ahora vivimos en un mundo sin sue?os hecho por autistas que viven en otro universo llamado Internet.
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