Estados Unidos de Am¨¦rica (Latina)
Si Trump quer¨ªa un pa¨ªs menos latinoamericano, pues lo ha hecho m¨¢s
¡°Una elecci¨®n como ninguna otra¡±, afirmaci¨®n repetida infinitas veces. Por cierto que es un tiempo pol¨ªtico sin precedentes. Entre otras razones, por que esta elecci¨®n americana se ha jugado en terreno latino y latinoamericano. Ello tanto por la demograf¨ªa del pa¨ªs como por la tem¨¢tica. Si Trump quer¨ªa un pa¨ªs menos latinoamericano, pues lo ha hecho m¨¢s.
As¨ª fue desde el comienzo de las primarias, con el muro, las ofensas a los mexicanos, sus ignorantes opiniones sobre la inmigraci¨®n y sus cr¨ªticas sin base a NAFTA. Un arsenal program¨¢tico que se hace extensivo a toda Am¨¦rica Latina. No solo por la identidad com¨²n sino porque muchas naciones de la regi¨®n dependen de los migrantes¡ªy sus remesas¡ªy M¨¦xico no es el ¨²nico socio comercial de EEUU¡ªagr¨¦guese CAFTA-Rep¨²blica Dominicana, Panam¨¢, Colombia, Per¨² y Chile.
Los temas que han agitado el debate, entonces, constituyen una invitaci¨®n a los latinoamericanos a hacerse parte de ¨¦l. El expresidente mexicano Vicente Fox, por ejemplo, ha estado haciendo exactamente eso, en virtual campa?a por Texas y acompa?ado de otros ex mandatarios. Tal vez en respuesta a aquel bochorno de Pe?a Nieto con Trump, Fox ejemplifica que este es un hemisferio de distrito ¨²nico. Todos ¡°votan¡±.
Estados Unidos (o Trump) parece determinado a importar de Am¨¦rica Latina sus peores pr¨¢cticas institucionales, no las que funcionan bien
Sigamos con el acuerdo de observaci¨®n electoral de la OEA, una hist¨®rica primera vez bajo el liderazgo de la expresidente Laura Chinchilla de Costa Rica. Algunos comentaristas lo han visto como respuesta directa a Trump y sus acusaciones de fraude. Han se?alado¡ªcon bastante etnocentrismo¡ªque EEUU podr¨ªa convertirse en un pa¨ªs con riesgo de violencia electoral como algunos pa¨ªses latinoamericanos. Algo as¨ª como criticar a Trump razonando igual que ¨¦l.
Desafortunada lectura, la realidad es que la observaci¨®n electoral no es un hecho excepcional. Ni mucho menos. Es un principio que la OEA aplica a todos sus Estados miembros, siendo Estados Unidos uno de ellos. Invitaci¨®n mediante, la observaci¨®n ocurre para ayudar a garantizar la neutralidad del proceso electoral, legitimarlo de acuerdo a normas internacionales y entrenar a los profesionales a cargo de su administraci¨®n.
O sea, en hora buena por la observaci¨®n. Ocurre, adem¨¢s, que el sistema electoral estadounidense dista de ser perfecto y ello antes¡ªmuch¨ªsimo antes¡ªde Trump. La exclusi¨®n de minor¨ªas en el Deep South ilustra el punto. Durante la segregaci¨®n se hac¨ªa por medio de la ley; despu¨¦s de la misma sucede con las interminables colas para votar.
Es cierto que es casi imposible la existencia de fraude organizado en Estados Unidos, pero precisamente porque se trata de un sistema h¨ªper descentralizado. En ¨¦l existen 13 mil autoridades electorales, en las que cada condado organiza su propia elecci¨®n de manera aut¨®noma, incluyendo a qui¨¦n se le permite votar y el m¨¦todo para contar los votos. Lejos de ser el ¨²nico, el fiasco de Florida en el a?o 2000 es el m¨¢s notorio.
En todo caso es una distorsi¨®n aleatoria. La literatura sobre el tema es abundante, no hay necesidad de citar a pie de p¨¢gina. Alcanza con recordar que algunos distinguidos acad¨¦micos¡ªel fallecido Robert Pastor, entre ellos¡ªrecomendaron aprender administraci¨®n electoral de los latinoamericanos, justamente, en especial de M¨¦xico. Nada menos.
El problema es que Estados Unidos (o Trump) parece determinado a importar de Am¨¦rica Latina sus peores pr¨¢cticas institucionales, no las que funcionan bien. La reciente carta del director del FBI sobre los hipot¨¦ticos nuevos correos electr¨®nicos de Hillary Clinton que podr¨ªan revelar nuevas violaciones a la ley¡ªprecisamente, hipot¨¦ticos porque podr¨ªan ser duplicados de la investigaci¨®n en curso¡ªlo indica con elocuencia. Hasta el lenguaje sugiere similitud con un persistente infortunio latinoamericano: la politizaci¨®n de los organismos de seguridad.
Aun m¨¢s intranquilizador es c¨®mo lo reporta la prensa, y la prensa seria. Se habla de ¡°facciones dentro del FBI¡± y ¡°desobediencia dentro de la instituci¨®n¡±. Voceros de la campa?a de Trump anticiparon que ¡°algo grande¡± ocurrir¨ªa y a posteriori lo justificaron haciendo referencia a ¡°una revoluci¨®n dentro del FBI a punto de ebullici¨®n¡±. Muchos latinoamericanos hallar¨¢n este escenario familiar.
No es la primera vez que ¡°la ley y el orden¡± se politizan en Estados Unidos. Las listas negras de McCarthy en combinaci¨®n con el abuso de poder y la caza de brujas de Hoover en el FBI son hasta leyenda cinematogr¨¢fica. Sin embargo, el efecto positivo de Watergate en los setenta fue que motiv¨® el fortalecimiento de la arquitectura constitucional: la separaci¨®n de poderes y la neutralidad pol¨ªtica del sistema legal; fundamental, siendo que el FBI es una dependencia del Departamento de Justicia.
A prop¨®sito, mientras Trump hac¨ªa campa?a citando la carta del director del FBI, en Brasilia un fiscal federal abr¨ªa una investigaci¨®n criminal a dos fondos de pensiones de trabajadores del Estado que invirtieron en el Trump Rio de Janeiro Hotel, a¨²n sin terminar. El argumento se basa en una supuesta violaci¨®n de regulaciones sobre diversificaci¨®n del riesgo.
Ello sugerir¨ªa la existencia de corrupci¨®n. Un tema en el que el poder judicial brasile?o posee gran experiencia, por cierto, en un pa¨ªs en el que la separaci¨®n entre la justicia y el poder pol¨ªtico es robusta, seg¨²n algunos demasiado. Y a prop¨®sito de hip¨®tesis, aparentemente m¨¢s robusta de lo que ser¨ªa en una presidencia de Trump.
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